#Mundo:La guerra de los petroleros #FVDigital

0
26



Pocos indicios de culpabilidad son más claros que ese “yo no fui… y además fue sin querer” que, con leves modificaciones, tenemos que escuchar tan a menudo en los foros internacionales. “Yo no empecé la guerra de Ucrania… pero fue porque me obligaron”, dice Putin. Más locuaces que nadie, Trump y sus entusiastas colaboradores dan no dos, sino tres razones para apresar en la mar los petroleros de Maduro. 

La primera, la presunta financiación del narcotráfico, no ha sorprendido a nadie. Sí lo ha hecho la segunda, la exigencia de que “se les devuelvan las tierras, el petróleo y otros activos robados” por los venezolanos. Pero quizá la más reveladora sea la tercera, aunque por ahora haya pasado más desapercibida: “Está claro” —dice el secretario de Estado Marco Rubio— “que el actual statu quo con el régimen venezolano es intolerable para los EEUU”.

Antes de analizar cada uno de los pretextos, detengámonos a recordar por qué son necesarios. ¿Es que no estamos hablando de buques sancionados por los EEUU? En algunos casos sí, pero se trata de sanciones unilaterales que solo pueden aplicarse en las aguas territoriales de las naciones que decidan sumarse a ellas.

¿Sería esta una guerra justa? Solo el Consejo de Seguridad de la ONU puede bendecirla, pero en su último documento de estrategia nacional Trump ni siquiera menciona la ONU…

El derecho marítimo internacional únicamente permite el abordaje de buques en alta mar en tres casos muy concretos: piratería, trata de esclavos —un supuesto antiguo, pero detrás de las leyes de la mar hay muchos años de historia— y falsa bandera o carencia de ella. Si el lector no se fía de mí y, con todo derecho, recurre a la inteligencia artificial de su ordenador para comprobar todo esto, seguramente encontrará el narcotráfico entre esos supuestos. El problema con esos trastos —al menos con el mío— es que se creen todo lo que leen, y en Washington se han escrito últimamente algunas falsedades que los confunden. Pero vaya usted al texto de la ley —artículo 110 del Convenio de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar— y verá que las cosas son como son.

Más allá de los tres supuestos anteriores, solo las leyes del conflicto armado pueden amparar el bloqueo decretado por el presidente Trump. Y sí, el bloqueo es una herramienta legítima de la guerra naval, pero su aplicación reconocería de facto un estado de hostilidades entre los EEUU y Venezuela.

¿Sería esta una guerra justa? Solo el Consejo de Seguridad de la ONU puede bendecirla, pero en su último documento de estrategia nacional Trump ni siquiera menciona la ONU… a menos que se la considere incluida entre las “organizaciones transnacionales que socavan la libertad y la soberanía”. Desde la perspectiva del magnate, ¿por qué someterse a un organismo donde él no es el único tiene derecho de veto?

Te podría interesar:

Claro que, si el Consejo de Seguridad no va a bendecir las acciones de Trump, tampoco puede condenarlas. Sabiendo que tiene la sartén por el mango, ¿por qué no declara el magnate la guerra a Venezuela o, aún mejor, la disfraza de “operación especial” para derribar el régimen de Maduro? La respuesta es sencilla: porque su electorado lo rechaza. La falta de apoyo popular le obliga a centrar en la mar, un espacio de libertad que pertenece a todos y a nadie, sus acciones militares. Y esta realidad nos acerca de nuevo a los pretextos que utiliza Trump para justificar la captura de los petroleros que dan aire al dictador que, tras hacer trampas en las últimas elecciones, usurpa la presidencia de Venezuela.

Empecemos por el principio. ¿Financia el petróleo venezolano el narcotráfico que mata a miles de ciudadanos norteamericanos? No tiene mucho sentido. Para empezar, el arma letal de esta guerra es el fentanilo. Calificada por Trump como un arma de destrucción masiva, casi toda esta droga se fabrica en México y no llega por mar. Pero, aunque viniera de Venezuela, el lector seguramente habrá caído en que el tráfico de drogas es un negocio muy lucrativo que rinde cuantiosos beneficios. Lo pagan, en su mayor parte, los consumidores norteamericanos; y, todavía más que el propio Maduro, se benefician de él las mafias de ciudadanos estadounidenses, a menudo bien conocidos por la policía, que controlan la droga y la distribuyen por las calles de los EEUU. Que sepamos, ningún cártel necesita exportar petróleo para cuadrar las cuentas.

¿Financia el petróleo venezolano el narcotráfico que mata a miles de ciudadanos norteamericanos? No tiene mucho sentido

Vamos al segundo pretexto, el de las tierras y los activos robados a las empresas norteamericanas. ¿Cuáles son exactamente las tierras que Venezuela debe devolver a los EEUU? No tenemos la menor idea. Por “activos” seguramente se refiere Trump a los que quedaron afectados por la nacionalización del petróleo que Caracas decretó en 1975. Es este un asunto que, como tantas de las nacionalizaciones que se dieron en aquella época en lo que entonces se llamaba Tercer Mundo, ha dado lugar a numerosos litigios en los tribunales de arbitraje internacionales que, en ocasiones, han fallado contra Venezuela ordenando indemnizaciones que su Gobierno no ha pagado todavía. ¿Cabe desenterrar el hacha de la guerra por algo así? No mucho más que si el presidente Sánchez decidiera ahora enviar a la Armada para exigir compensaciones a México por la pérdida de las minas de Zacatecas o a Perú por las del Potosí.

Con todo, a mí el pretexto que de verdad me preocupa es el tercero. Si el statu quo de un país es visto desde Washington como intolerable, ¿está justificado hacerle la guerra? Pues apañados estamos. Hasta el malvado presidente McKinley, mucho antes de que existiera la ONU, se sintió obligado a orquestar o aprovechar —crea el lector la versión que le convenza más— la explosión del acorazado Maine en La Habana para lanzarse a la “liberación” de una Cuba que le salió rana. Probablemente a Marco Rubio, hijo de inmigrantes huidos de esa isla, le habría bastado lo del “statu quo intolerable” para justificar el expolio.

Si yo fuera el lector me resistiría a comulgar con ruedas de Molino. Trump aplica en Venezuela la ley del más fuerte sencillamente porque lo es. Habrá quien, pensando en los crímenes de Maduro, lo celebre. Lo entiendo, pero no comparto su alegría. En un mundo sin ley como el que quiere Trump solo prosperan los poderosos, y nosotros no somos uno de ellos.



Source link