#Salud: ¿Hacer ejercicio por la noche afecta el sueño?

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El ejercicio suele ser un buen aliado para la salud y también para dormir mejor, pero el reloj importa. Entrenar por la noche puede encajar bien en muchas rutinas, sobre todo cuando el día va justo, y en personas sanas a veces no cambia nada o incluso ayuda a relajarse. Aun así, no todo entrenamiento nocturno se siente igual: la intensidad y lo cerca que quede de la hora de acostarse suelen marcar la diferencia. Estudios recientes sugieren que el ejercicio intenso a última hora puede retrasar el sueño, mientras que el movimiento moderado suele ser compatible con un descanso normal, sin promesas absolutas.

Qué pasa en el cuerpo cuando se entrena por la noche

Al entrenar, el cuerpo enciende motores: sube la temperatura corporal, se activa el sistema nervioso y pueden aumentar durante un rato sustancias como la adrenalina y el cortisol. Es como si el organismo recibiera el mensaje de “hay que estar alerta”. Después del esfuerzo llega la bajada, pero no aparece a la misma velocidad en todas las personas. Aquí entra el ritmo circadiano, el reloj interno que prepara al cuerpo para dormir cuando cae la noche. Si el entrenamiento termina tarde y el cuerpo sigue “acelerado”, a algunas personas les cuesta conciliar el sueño, aunque estén cansadas. Otras, en cambio, se duermen sin problema porque su recuperación es más rápida.

Intensidad y horario, la diferencia entre dormir bien o tardar en conciliar el sueño

El ejercicio moderado por la tarde o la noche (caminar rápido, bicicleta suave, fuerza sin ir al límite) suele dejar una sensación de calma. En cambio, el trabajo de alta intensidad cerca de la cama puede interferir. Un metaanálisis de 2021 observó que el ejercicio intenso realizado entre media hora y cuatro horas antes de dormir redujo un poco el sueño REM en adultos sanos, sin grandes cambios en el tiempo total de sueño. Actualmente, otros hallazgos han señalado que el entrenamiento intenso nocturno, cuando acaba muy cerca de acostarse, puede retrasar el inicio del sueño hasta unos 80 minutos en ciertos casos, con mucha variación entre personas.

Cuándo el ejercicio nocturno suele afectar el sueño (y a quién)

Suele complicarse cuando hay sesiones largas o tipo HIIT a última hora, cuando se cena pesado justo al volver del gimnasio, o cuando se toma cafeína o pre-entreno por la tarde. También influye llegar a casa y engancharse a pantallas con luz intensa, o intentar dormir con la cabeza llena de estrés. Las personas con insomnio, ansiedad o un sueño muy sensible lo notan antes; también deportistas con cargas altas pueden dormir peor si no dejan margen para recuperar. En gente joven y sana, entrenar de noche no siempre es un problema, pero conviene mirar el propio patrón y no guiarse solo por lo que a otros les funciona.

Foto Freepik

Señales simples de que entrenar tarde está perjudicando el descanso

Hay pistas claras: tardar más de 30 minutos en dormirse, tener despertares frecuentes, sentir el sueño ligero o levantarse cansado. Otra señal es necesitar cafeína muy temprano para arrancar. Para salir de dudas, ayuda llevar un registro breve durante 1 o 2 semanas con la hora de entrenamiento, el tipo de sesión, la hora de acostarse y la calidad del sueño percibida. Cuando la relación se repite, deja de ser casualidad.

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Cuando sea posible, conviene terminar el entrenamiento 2 a 4 horas antes de acostarse. Si solo queda una ventana de 1 a 2 horas, suele ayudar bajar la intensidad y elegir fuerza moderada, caminata rápida, bici suave o movilidad. Cerrar con estiramientos tranquilos y respiración lenta le dice al cuerpo que ya puede apagar luces. Una ducha tibia y una habitación fresca, oscura y silenciosa también favorecen el descanso. Muchos expertos, incluyendo recomendaciones divulgadas desde Harvard, aconsejan evitar el ejercicio vigoroso en la última 1 a 2 horas antes de dormir. Ajustar la rutina, vigilar la cafeína y cenar ligero suele ser más efectivo que forzarse a “aguantar”.

El ejercicio nocturno puede funcionar bien cuando es moderado y deja un margen real antes de dormir. Si aparecen noches torcidas, suele bastar con mover el horario, recortar la intensidad o cambiar el cierre del entrenamiento. Pequeños cambios durante una semana, observados con calma, suelen aclarar si el problema era el gimnasio o el conjunto de hábitos que lo rodean, desde la temperatura del dormitorio hasta la forma de desconectar.

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