La mayoría de personas pensaría en un hit de reguetón, en un éxito latino reciente o en una canción viral cuando escucha la frase “la canción más rentable de la historia”. Sin embargo, la respuesta va por otro camino. No sale de TikTok ni de una sesión con millones de views, sino de una balada navideña de los noventa.

La canción más rentable de la historia es “All I Want for Christmas Is You” de Mariah Carey. Lo sorprendente no es solo el impacto que tuvo cuando se estrenó, sino algo mucho más poderoso: su capacidad para ganar dinero año tras año, Navidad tras Navidad, sin agotarse.
¿Cuál es la canción más rentable de la historia y cuánto dinero genera?
Según estimaciones recopiladas hasta 2025, “All I Want for Christmas Is You”, publicada en 1994, se ha convertido en la canción que más dinero ha generado en la historia de la música grabada. Suma ingresos por ventas físicas y digitales, por el enorme volumen de streaming, por licencias en películas, anuncios, series, tiendas y por los derechos de autor que se cobran cada vez que suena en público.
No se habla de unos pocos millones, sino de decenas y decenas de millones de dólares acumulados, a los que cada mes de diciembre se añaden varios millones más. Mientras éxitos actuales de Billie Eilish, Karol G o grandes figuras del reguetón concentran gran parte de sus ganancias en un puñado de años, esta canción lleva más de tres décadas sumando dinero de forma constante.
¿Por qué muchos no imaginan que esta balada navideña es la más rentable?
En la mente del público, “la canción más rentable” suele asociarse con un tema urbano reciente, polémico, muy bailable y omnipresente en redes sociales. Una canción navideña de los noventa, con letra sencilla y sin escándalos, no encaja en ese imaginario. No es el tema que más suena en verano, pero sí el que más factura en diciembre, y ahí reside gran parte de su encanto y del efecto sorpresa que sostiene el titular.
Cómo “All I Want for Christmas Is You” se convirtió en una máquina de dinero
Esta canción terminó convertida en una auténtica máquina de ingresos porque reaparece cada Navidad en casi todos los espacios posibles. Suena en radios, en centros comerciales, en playlists de plataformas, en fiestas familiares, en bandas sonoras de cine y en campañas publicitarias. Cobra por repetición anual, por su tono alegre y a la vez nostálgico, por su estatus de clásico moderno y por la fuerza de la marca Mariah Carey como “reina de la Navidad”.

El poder de la Navidad: una temporada corta, pero muy rentable
La temporada navideña concentra un volumen enorme de consumo en pocas semanas. Se disparan las compras, la inversión publicitaria, el estreno de películas temáticas y la escucha de playlists especiales. En ese contexto, la canción acumula streams masivos, licencias muy bien pagadas y ventas adicionales en un margen de tiempo reducido. Para muchas marcas, usar este tema es casi sinónimo de Navidad, lo que eleva todavía más su valor comercial.
Streaming, licencias y derechos: de clásico pop a activo financiero
Hoy la canción genera dinero desde varios canales a la vez. Las reproducciones en Spotify o Apple Music, los videos en YouTube con anuncios, las licencias para cine, series y publicidad, y los derechos de autor de compositores e intérpretes forman un flujo constante. El tema funciona casi como un activo financiero que rinde cada año sin necesidad de relanzarlo. El auge del streaming desde la década de 2010 multiplicó su alcance global y reforzó ese ciclo.
¿Qué enseña esta canción sobre cómo se gana dinero en la música?
El caso de Mariah Carey muestra que en la música actual manda la larga duración de una obra, no solo el impacto del estreno. Una canción puede ser simple en estructura y letra, pero convertirse en un negocio gigantesco si se mantiene vigente, atraviesa generaciones y se asocia a un momento del año muy definido. El oyente vuelve a ella por costumbre, por nostalgia y casi por inercia.
También recuerda que el verdadero poder económico no siempre vive en el hit del momento. Muchas personas escuchan cada año los mismos villancicos, baladas clásicas o temas de películas sin pensar que, detrás, siguen moviéndose cantidades importantes de dinero. Cada reproducción en casa, cada cena familiar con la canción sonando de fondo, refuerza el valor de ese catálogo que parece eterno.



