#Salud: 5 señales de que la persona tóxica podrías ser tú

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Qué significa ser una persona tóxica y por qué cuesta reconocerse

En lenguaje sencillo, una persona tóxica es alguien que, por sus palabras y actos repetidos, hiere, desgasta o intenta controlar a los demás. No se habla de gente “mala por naturaleza”, sino de patrones que casi siempre se han aprendido y que pueden cambiarse con trabajo. Aceptar que esos patrones viven dentro de uno hiere el ego, despierta vergüenza y activa el miedo a quedar como el “culpable” de todo. La clave está en cambiar la culpa por responsabilidad, es decir, reconocer la parte propia para poder hacer algo distinto.

Siempre se lleva la conversación hacia uno mismo y no se escucha de verdad

Una señal clara aparece cuando alguien monopoliza casi todas las conversaciones. La otra persona habla, comparte una preocupación o una alegría, y quien escucha cambia el foco hacia sí mismo, interrumpe, compite con la anécdota ajena o suelta frases como “eso no es nada, lo que me pasó a mí fue peor”. Cuando este patrón se repite, el otro se siente poco importante, poco valorado y muy solo. Un primer gesto de cambio consiste en pausar, dejar de responder de inmediato y resumir con calma lo que el otro dijo antes de dar la propia opinión.

Se suelen invalidar las emociones de los demás

Invalidar emociones significa decir “estás exagerando”, “no es para tanto”, “siempre haces drama”, o incluso usar la burla cuando el otro expresa tristeza, enojo o miedo. Este tipo de trato se relaciona con lo que hoy se llama gaslighting, aunque no haga falta usar nombres técnicos para notar el daño. La persona que recibe ese mensaje empieza a dudar de lo que siente, se calla, se aleja y deja de compartir temas importantes. Un cambio posible es aprender a nombrar y respetar la emoción ajena, incluso cuando no se comparte la misma visión del problema.

Foto Freepik

Necesidad constante de control y enfado cuando los demás no obedecen

Otra señal aparece cuando alguien siente que debe decidir por todos, revisar cada paso, opinar sobre todo o ampararse en el “es por tu bien” para justificar el control. Este patrón se ve en los celos, en el chantaje emocional o en la amenaza de retirar cariño si el otro no hace lo que se espera. Suele haber mucho miedo e inseguridad detrás, pero eso no borra el impacto en la otra persona. Trabajar la propia autoestima y empezar a respetar la autonomía ajena, incluso en decisiones pequeñas, abre espacio a relaciones más respetuosas.

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Crítica constante, burlas y comentarios que restan valor a quien está cerca

La crítica continua, las bromas pesadas y los comentarios que minimizan logros son otra forma frecuente de toxicidad. Surgen expresiones que se centran en la apariencia física, en errores del pasado o en comparaciones con alguien “mejor”, y muchas veces se ocultan detrás de frases como “solo es humor” o “ya sabes que te quiero”. Aunque se disfrace de chiste, la otra persona se siente humillada, pequeña y poco cuidada. Observar el tono, las palabras elegidas y la frecuencia de estas críticas ayuda a detectar cuánta tensión y desgaste están generando en el vínculo.

Dificultad para empatizar y ofrecer apoyo emocional cuando los demás lo necesitan

La falta de empatía se nota cuando alguien no presta atención a lo que el otro cuenta, cambia de tema en cuanto la conversación se vuelve emocional o transmite la idea de que las necesidades ajenas son una carga. No hace falta gritar ni insultar para ser dañino, la ausencia de apoyo emocional también deja huellas profundas. La empatía se puede entrenar con actos muy simples, por ejemplo mirar a la persona que habla, hacer preguntas abiertas, validar lo que siente y ofrecer presencia incluso cuando no hay soluciones a mano. Usar estas cinco señales como espejo permite iniciar un proceso de cambio real y construir vínculos más honestos, donde el cuidado sea una elección diaria.

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