Hablar de la muerte siempre remueve emociones. Asusta, genera dudas y, muchas veces, deja a las familias sin palabras frente a la cama del ser querido. Sin embargo, entender que la muerte es un proceso natural, y no un instante brusco, puede ofrecer algo de calma en momentos de gran tensión.
Profesionales de cuidados paliativos con años de experiencia describen una serie de cambios físicos que suelen aparecer en las últimas horas de vida. No son reglas rígidas, cada persona sigue su propio ritmo, pero hay patrones que se repiten y ayudan a reconocer que el final está cerca. Entre ellos, destacan tres síntomas antes de morir que suelen anunciar que la muerte puede llegar en unas 24 horas.

En la mayoría de los casos, cuando estos signos aparecen, la persona ya se encuentra muy somnolienta o inconsciente. Esto significa que no percibe el dolor de forma intensa y que el cuerpo simplemente se va apagando, como una luz que baja poco a poco de intensidad.
Qué ocurre en el cuerpo en las últimas 24 horas de vida
En el tramo final, el organismo prioriza lo imprescindible. El corazón late más despacio, la presión baja, el cerebro recibe menos oxígeno y la respiración cambia. Los músculos se relajan y funciones básicas como comer, beber o ir al baño se reducen al mínimo o desaparecen.
Los equipos de cuidados paliativos observan con frecuencia menos respuesta a la voz o al tacto, piel más fría, sobre todo en manos y pies, y una orina cada vez más escasa. Estos signos muestran que el cuerpo ya no dispone de energía para mantener todas sus funciones.
Comprender que se trata de una transición natural, y no de un fracaso médico, ayuda a interpretar lo que se ve al lado de la cama. Saber que muchos de estos cambios son esperados reduce el impacto emocional y permite centrar la energía en el acompañamiento en paz.
Primer aviso: el ronquido de la muerte
Uno de los signos más conocidos es el llamado ronquido de la muerte o estertor terminal. Suena como un gorgoteo húmedo o un burbujeo en la garganta, a veces muy marcado. Se produce porque la persona ya no puede tragar ni toser con fuerza, la saliva y otros fluidos se acumulan y el aire, al pasar, genera ese ruido áspero.
La parte clave es que este sonido, por impactante que parezca, no suele causar dolor ni sensación de ahogo al paciente. El malestar se concentra en la familia, que escucha el ruido y piensa que la persona sufre. La experiencia clínica y los estudios indican que, en esta fase, el cerebro percibe mucho menos y no vive el estertor como algo angustiante.
El personal sanitario puede ayudar con cambios de postura o medicación para disminuir los sonidos antes de morir. Para la familia, resulta útil seguir hablando con calma, sostener la mano, acariciar el brazo y mantener una presencia tranquila que transmita cariño y seguridad.
Cómo reconocer el ronquido de la muerte sin entrar en pánico
Este estertor suele describirse como un gorgoteo, una respiración burbujeante o un ronquido muy húmedo. No se parece a un ataque de asfixia agudo, ya que la persona, por lo general, está muy dormida o inconsciente y no lucha por aire. Se trata de una señal de fase final, no de un sufrimiento activo.
Muchas familias creen que el paciente “se ahoga”, pero la experiencia de enfermeras de cuidados paliativos muestra que, en realidad, el cuerpo solo está dejando de gestionar las secreciones. Ante cualquier duda, siempre es recomendable hablar con el equipo sanitario para recibir explicación, alivio y apoyo emocional.

Segunda señal: la respiración agónica y los cambios en el ritmo respiratorio
Otra señal frecuente en las últimas 24 horas es la respiración agónica. La respiración deja de ser regular y pasa a un patrón irregular, con fases muy diferentes entre sí. Pueden aparecer periodos de respiración rápida y profunda, seguidos de pausas largas sin aire, para luego reanudarse con un suspiro fuerte o con respiraciones muy superficiales.
Estos movimientos son una respuesta del cerebro cuando llega muy poco oxígeno. Desde fuera, puede parecer que la persona lucha por respirar, pero en realidad se trata de reflejos automáticos del cuerpo. La persona suele estar inconsciente y no vive esta experiencia con miedo ni con la sensación de ahogo que imagina la familia.
Para quienes acompañan, la respiración agónica es uno de los signos más duros de presenciar. Por eso, se recomienda crear un ambiente tranquilo, con luz suave, poco ruido y una presencia afectiva constante. Hablar en tono bajo, tocar con delicadeza y enfocarse en el cariño que se ofrece ayuda a transformar ese momento en un espacio de intimidad y calma.
Patrones de respiración que indican que la muerte está muy cerca
En esta fase pueden observarse respiraciones muy espaciadas, pausas que parecen el final definitivo y luego un nuevo suspiro, o pequeños movimientos de la mandíbula al entrar el aire. Estos patrones de respiración irregular antes de morir muestran que el sistema nervioso está en su tramo final y que el cuerpo ya no mantiene un ritmo estable.
No siempre aparecen todos estos signos, pero cuando varios de ellos se combinan, suelen interpretarse como signos de muerte inminente, con un pronóstico de horas. Para la familia, saber esto no cambia lo que va a ocurrir, pero sí puede cambiar la forma de vivir cada instante.
Tercera señal: la “mirada de la muerte” y la pérdida de conciencia
La llamada mirada de la muerte es otra de las señales descritas por enfermeras y médicos de cuidados paliativos. Los ojos pueden permanecer abiertos o entreabiertos, a veces con la boca también abierta, pero la mirada se ve fija, vidriosa, sin foco y sin respuesta al entorno. Es la imagen de un cuerpo presente, pero con la mente ya muy lejos.
Este aspecto indica que la persona ha perdido la capacidad de interactuar, aunque se cree que aún puede percibir voces y caricias. Muchos profesionales lo explican como si “ya no hubiera nadie en casa”, porque el cerebro está apagándose, paso a paso.
En esta etapa suelen aparecer otros detalles físicos: piel fría o con manchas, falta de reacción cuando se le habla o se le toca, y muy poca o nula producción de orina. Estos cambios forman parte de qué ver en las últimas horas cuando el cuerpo se despide.
Cómo acompañar cuando la persona ya no responde
Cuando la persona ya no abre los ojos ni contesta, la familia suele preguntarse si tiene sentido seguir hablando. La experiencia de los cuidados paliativos indica que sí. La audición es uno de los últimos sentidos en irse, por eso muchas familias sienten consuelo al saber que sus palabras pueden seguir llegando.
En estos momentos es útil mantener un tono de voz sereno, usar frases cortas y cariñosas, recordar momentos bonitos o poner música suave que la persona disfrutaba. El contacto físico respetuoso, como sostener la mano o acariciar el hombro, transmite seguridad y compañía, incluso si no hay reacción visible.
Conocer estas tres señales principales, el ronquido de la muerte, la respiración agónica y la mirada de la muerte, no evita el dolor de la despedida, pero ayuda a darle sentido. Saber que se trata de un proceso natural y que, por lo general, no hay un sufrimiento intenso, permite vivir este tiempo con menos miedo y con un acompañamiento en paz, más centrado en el amor que en la angustia.



