Un residente de Little Italy con gusto por las emociones fuertes ha convertido las contaminadas aguas de la Bahía Superior de Nueva York, frecuentadas por el Staten Island Ferry, en su santuario personal. Sante Scardillo, quien se negó a revelar su edad pero admitió que califica para el descuento del MTA, nada en las agitadas aguas de la bahía desde junio hasta noviembre usando únicamente traje de baño y gorro de natación. “A veces dos”, confesó al New York Post, “si es un día muy frío”.
Recientemente, un barco lleno de personas le gritó al nadador mientras pasaban a toda velocidad, advirtiéndole que casi no lo veían. “¡Bueno, sí me vieron!”, les respondió con determinación.

Aunque nadar en las vías fluviales de Nueva York no está recomendado por las autoridades, tampoco es ilegal. El italiano comenzó su rutina diaria de natación hace 30 años, pero no fue hasta el cierre de piscinas durante la pandemia de 2020 que consideró sumergirse en las menos que prístinas aguas que rodean la ciudad.
“Las aguas del Mar Jónico frente a la costa de Apulia, donde comencé a nadar siendo bebé, son cristalinas, como el Caribe”, recordó con nostalgia. Acostumbrarse a las turbias aguas de la Gran Manzana representó un desafío significativo. “Estoy en mi propio mundo cuando nado, y de repente algo me toca y vuelvo a la realidad”, describió.
Scardillo afirma que nunca se ha encontrado con nada más peligroso que tablones de madera golpeándole la cabeza o tiburones de arena nadando bajo sus pies. Sin embargo, los desechos y la fauna marina no son las únicas preocupaciones.
“La mayoría de las aguas de Nueva York son seguras para nadar durante el clima seco”, explicó Em Ruby, Coordinadora de Defensa y Políticas de Riverkeeper, organización ambiental que protege las vías fluviales de la ciudad. “Después de una tormenta, cuando las aguas residuales sin tratar se vierten directamente en los cursos de agua, la situación cambia completamente. Puede enfermar a las personas”, advirtió Ruby, recomendando esperar 36 horas después de una tormenta antes de volver al agua.
A pesar de los riesgos, Scardillo, quien nada una hora diaria en la bahía, nunca ha sufrido problemas de salud por sus excursiones acuáticas. “El neoyorquino promedio piensa que es peligroso. Yo no he tenido problemas”, afirmó, reconociendo que esta actividad no es para personas tímidas y destacando que “no me detengo para tomar aire”.
“No puedes poner los pies en el suelo en mar abierto”, reflexionó. “Las variables son innumerables… No sé cuándo saldré o si saldré”.
Esta práctica singular le proporciona una paz incomparable. “Me calma”, compartió Scardillo, quien conoce la famosa escena de “Seinfeld” donde Kramer nada en el East River, aunque confiesa no tener televisor. “Tengo mis mejores ideas cuando nado”.
Los atardeceres desde el agua representan uno de sus mayores placeres: “Si la marea baja coincide con el ocaso, puedes ver la puesta de sol con la Estatua de la Libertad al fondo y el skyline del bajo Manhattan, mientras hacia el otro lado se divisa el Puente Verrazano. Es realmente hermoso. Algunas personas necesitan vacaciones porque odian su vida diaria”, concluyó. “Yo amo la mía”.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**



