No juguemos con candela, que nos quemamos todos.
Durante muchos años, algunas voces nos alertaban acerca de la posibilidad de que el narcotráfico y su entorno hicieran presencia en la vida pública de la nación, particularmente en las actividades políticas. Como suele ocurrir en nuestro país, pocos hicieron caso. Se creía, por el contrario, que eran aspavientos, extremismos, interés en poner obstáculos a determinados partidos y candidatos…
Ahora, dejó de ser una fábula o aspaviento. Ya es una realidad que está ahí, cerca o de frente.

Tenemos suficientes lecciones que nos dicen qué pasa en las naciones donde el narcotráfico encuentra un hueco en la política partidaria y en los estamentos del Estado. El narcotráfico es un cáncer que suele hacer metástasis con rapidez por todo el cuerpo. Sus células se diseminan en torrentes por los múltiples caminos de una sociedad. Lo invade todo en un santiamén.
Ordinariamente, los ciudadanos solo miramos la violencia que genera y expande el narcotráfico, sus malditas leyes de hierro y la abundancia de dinero que produce y multiplica de forma diabólicamente exponencial. Pero el narcotráfico es algo más deletéreo, es una carcoma que penetra el poder y desde esa cima lo domina todo, lo corrompe, lo pudre, deforma la vida, la sociedad, las familias, enferma, enloquece…
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Vistos los casos que han saltado a los primeros planos de la opinión pública en los últimos años, llegó la hora de dejar de anunciar que el peligro nos acecha. El peligro ya llegó, está acomodado aquí en lugares claves del poder, comprando, corrompiendo, burlando la ley, abriendo boquetes para que la droga y el dinero entren. Ese narcotráfico ya tiene nombres y apellidos y ha dejado sus huellas en sectores de clases altas y en las barriadas de los pobres muchachos. El gran tráfico y el microtráfico nos visitan a diario.
Entonces, comencemos a tomar las medidas necesarias, las urgentes, no importa que sean drásticas. Hay que defender la sociedad y hay que cortar ya para que el narcotráfico no siga alargando sus tentáculos.
Sobre todo, los partidos políticos, objetivos del narco que ya están rodeados, tienen que afinar sus filtros para depurar, depurar, depurar a sus miembros y dirigentes.

