Durante muchas décadas, una de las curiosidades asociadas a los mejores pilotos de Fórmula 1 han sido sus garajes privados. Tras alcanzar el éxito y el consiguiente crecimiento económico, también era práctica habitual que los pilotos cumplieran sus sueños automovilísticos adquiriendo lo mejor que el mercado de coches podía ofrecer. Ediciones limitadas de los modelos más codiciados, supercoches de prestaciones absolutas y ejemplares del pasado de gran valor y estatus. Con el paso de los años, la tendencia no ha cambiado, aunque los pilotos de Fórmula 1 actuales tienen una vida más reservada y tienden a dar a conocer (a través de las redes sociales) sólo lo que consideran útil.
Hace poco, Esteban Ocon recibió un Lamborghini Revuelto personalizado del conocido carrocero suizo Mansory, con una potencia aumentada hasta los 1.015 caballos y numerosos detalles que hacen único al ejemplar. Ocon añadió una preciada pieza a su garaje pocos meses después de adquirir un Ferrari 296 GTB. Y hablando de Ferraris, es bien conocida la colección de Charles Leclerc, que posee todos los coches de edición limitada fabricados en Maranello en los últimos años, además de algunos ejemplares históricos de gran valor.

En este escenario, no podía pasar desapercibida una declaración de Lewis Hamilton durante la rueda de prensa previa al fin de semana de Bakú. Cuando se le preguntó al siete veces campeón del mundo si ya había encargado el último supercoche de Ferrari, el F80, su respuesta sorprendió a muchos de los presentes.
“Ya no tengo coches”, reiteró, “me deshice de todos los que tenía. Hoy me gusta más el arte, si tuviera que comprarme un coche, elegiría el F40 porque me parece una obra de arte preciosa”.
Ferrari F40: para Hamilton, es un coche que es una obra de arte
Foto de: Ferrari
En el garaje de Hamilton había algunas piezas muy valiosas, empezando por el AMG One, un coche construido a partir de la unidad de potencia del Mercedes F1 en cuyo proyecto participó el propio Lewis. La venta del Pagani Zonda 760 LH de color púrpura, que se subastó por 10 millones de euros, era de sobra conocida, pero no estaba tan claro que Hamilton hubiera decidido desprenderse de todas las piezas de su colección. A lo largo de los años, el heptacampeón había adquirido (como piloto oficial de la marca de la “estrella”) un Mercedes-AMG SLS Black Series, un GT-R (antiguo coche de seguridad de la F1) y un G63 6×6.
Tampoco faltaban los Ferrari, todos ellos muy valiosos: el LaFerrari, el LaFerrari Aperta y un Ferrari 599 SA Aperta. Al principio de su carrera en la Fórmula 1, Hamilton consiguió (tras el título mundial de 2008) un McLaren F1 de 1995 (chasis 044) y más tarde un McLaren P1. En su garaje estadounidense también han entrado valiosos ejemplares a lo largo de los años, como un Shelby Cobra 427 de 1966 y un Ford Mustang Shelby GT500 de 1967.
Hamilton no entró en detalles sobre su elección. Hay quien ve un buen negocio detrás de esa decisión, dados los precios alcanzados por los modelos mencionados, pero también juega un papel importante detrás de una elección tan extrema el deseo de no ofrecer a los detractores la oportunidad de señalar con el dedo a una persona que lleva años abanderando reivindicaciones ecológicas.
Proponerse como portavoz del mundo “verde” no casa bien con conducir un supercoche. Obviamente, la de Lewis es una línea que divide al frente de la opinión, dado su papel en el mundo del deporte, una transición que ya experimentó en primera persona Sebastian Vettel.
Sorprende, y no podía ser de otra manera, pensar en un piloto puntero en el campeonato del mundo de Fórmula 1 con una casa adornada con obras de arte internacionales y un garaje completamente vacío…
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