REDACCIÓN.- En octubre de 1998, el pequeño pueblo de Laramie, Wyoming, fue escenario de un crimen que sacudió a Estados Unidos y resonó en todo el mundo. Matthew Shepard, un joven de 21 años, fue brutalmente atacado, atado a una cerca y dejado a morir en el desierto solo por ser gay.
Su cuerpo fue hallado por un ciclista y su perro, cubierto de sangre y lodo, con la cabeza gravemente golpeada. Matthew sobrevivió apenas unos días en el hospital, pero nunca recobró la conciencia.
Matthew era un joven de piel pálida, estatura baja, tímido, pero con un corazón cálido que lo hacía brillar en los pocos lugares donde podía ser él mismo. Estudiante de ciencias políticas en la Universidad de Wyoming, buscaba refugio en el Fireside Lounge, un bar donde podía relajarse y ser aceptado.
Esa noche, Aaron McKinney y Russell Henderson lo abordaron con una invitación a dar un paseo, que pronto se convirtió en una trampa mortal. Lo golpearon salvajemente, destrozaron su rostro y lo ataron con alambre de púas en el desierto, dejando que agonizara durante horas mientras ellos regresaban a sus rutinas cotidianas.
El hallazgo del joven conmocionó a la comunidad. Al principio, los medios locales intentaron minimizar el hecho y no mencionaron la orientación sexual de Matthew, pero el rumor creció y la historia se expandió rápidamente.
Los padres de Matthew, Judy y Dennis Shepard, enfrentaron un dolor inimaginable, sosteniendo a su hijo en la sala del hospital y presenciando la brutalidad que el odio puede generar.
Los agresores fueron arrestados en pocos días y condenados a cadena perpetua. La familia Shepard rechazó la venganza, explicando que quitarles la vida los convertiría en ellos. “No pedimos venganza, pedimos justicia”, declaró Judy Shepard durante el juicio, mientras Dennis sostenía una fotografía de su hijo.
El asesinato de Matthew se convirtió en un símbolo global contra la homofobia. Su historia inspiró marchas por los derechos LGBTQ+, obras de teatro como The Laramie Project, libros y documentales que mantienen viva la memoria de la víctima y muestran la devastación que el odio puede causar.
En 2009, la Ley Matthew Shepard de Prevención de Crímenes de Odio fue aprobada y firmada por el presidente Barack Obama, ampliando la protección federal a víctimas de ataques motivados por identidad sexual, orientación de género o discapacidad.
Hoy, la memoria de Matthew Shepard sigue recordando al mundo que el odio mata, pero la justicia y la empatía pueden transformar sociedades.


