La expresión de Max Verstappen al término del Gran Premio de Singapur no pasó desapercibida. Entre los pilotos que todavía mantienen opciones matemáticas al título mundial, fue el de Red Bull quien salió de Marina Bay con el mejor botín del fin de semana, logrado además en un circuito donde se daba casi por segura una doble victoria de McLaren. Sin embargo, Verstappen subió al podio con un lenguaje corporal que no dejaba lugar a interpretaciones, y los motivos de su enfado salieron a la luz después.
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En Red Bull eran conscientes de que la carrera se decidiría en los pocos cientos de metros que separan la línea de salida de la frenada de la curva 1. A posteriori, se entiende todavía mejor el enfado de Verstappen al final de la clasificación (acusó a Norris de haberle molestado al mantenerse delante de su monoplaza durante su último intento, creando turbulencias), un nerviosismo alimentado por la conciencia de que le esperaba una carrera cuesta arriba. Al salir desde la segunda posición, las posibilidades de tomar el liderato en la primera curva se reducían drásticamente.
No es ningún secreto que en el circuito de Marina Bay, quienes parten desde el lado izquierdo de la parrilla tienen menos agarre que los que salen por la derecha, es decir, en la parte más engomada, la trazada habitual de los pilotos tras la última curva.
Foto de: Colin McMaster / LAT Images via Getty Images
En Red Bull decidieron jugar su única carta disponible: montar un juego de neumáticos blandos que, según las simulaciones de Pirelli, permiten ganar unos dos metros en la arrancada respecto a los medios. Por desgracia para Max, no fue suficiente. La diferencia de agarre del asfalto no se compensó con la goma más blanda, algo que también se reflejó en las salidas de Andrea Kimi Antonelli (perdió dos posiciones) y Hamilton (una posición), que partían detrás del Red Bull.
“El escenario estaba claro incluso antes de la salida —admitió Verstappen—. No tuvimos dudas sobre la elección del neumático blando; era una oportunidad y asumimos el riesgo”. Fallado el asalto a la primera posición, para Max comenzó una carrera en la que tuvo que lidiar con los inconvenientes de los neumáticos ‘rojos’ sin poder aprovechar sus beneficios.
“Tuve que luchar bastante para mantenerlos con vida —reconoció—, necesitábamos llegar a una vuelta aceptable antes de pasar a los duros”.
Los estrategas de Red Bull tuvieron que esperar hasta la vuelta 19 para asegurarse de poder hacer la parada sin quedar atrapados en tráfico, lo que permitió a Russell (mucho más constante con los neumáticos medios montados al inicio) construir una ventaja de nueve segundos.
A partir de ese momento, toda posibilidad de ganar el Gran Premio de Singapur se desvaneció. Y aunque cruzó la meta por delante de Norris y Piastri, la expresión de Max no era precisamente la de alguien satisfecho. Tres fueron los motivos de su decepción: haber perdido la carrera frente a un rival que, en la víspera, no estaba en absoluto en el radar; no haber conseguido la pole position (por 182 milésimas) debido a un problema que considera provocado por Norris; y finalmente, haber apostado por los neumáticos blandos, una elección que le impidió en el primer stint seguir el ritmo del Mercedes de Russell.
Poco importa que, antes del fin de semana, las expectativas fueran otras. Max es consciente de que tuvo una oportunidad que, por diversos motivos, no se materializó como él deseaba. De haber ganado, se habría colocado a 56 puntos de Piastri y a 34 de Norris, una distancia aún considerable, pero una racha de tres victorias consecutivas habría supuesto sin duda un motivo de inquietud en el garaje de McLaren, en un momento en que la guerra psicológica es tan importante como la técnica.
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