#Salud: Condenan a trabajadora de guardería por maltrato infantil: golpes, patadas y pellizcos

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En Londres, la condena de Roksana Lecka, una
trabajadora de guardería de veintidós años, abrió una herida social
que duele leer. En septiembre de dos mil veinticinco, un tribunal
la sentenció a ocho años de prisión por
agresiones sádicas a bebés. El caso encendió
alarmas, tanto por la frialdad de los actos como por la confianza
traicionada.

Las pruebas no dejan dudas, ya que las cámaras de seguridad
mostraron escenas que rompen el corazón, día tras día, en
dos guarderías de Londres, entre ellas Riverside
Nursery en Twickenham y Little Munchkins. La justicia habló con
firmeza, y ahora toca entender, sin morbo, qué falló y cómo evitar
que se repita.

¿Qué abusos cometió Roksana Lecka en las guarderías?

Los vídeos registraron pellizcos a escondidas,
arañazos, patadas, golpes rápidos
para no dejar rastro, y un gesto inquietante, cubrir la
boca de un niño
para obligarlo a callar. En varias
secuencias se observó cómo empujaba cuerpos frágiles contra cunas o
sillas, siempre con cálculo, siempre cuando nadie miraba.

Lecka trabajaba en dos centros del suroeste de
Londres. En Riverside Nursery, Twickenham, parte
del abuso ocurrió mientras los bebés estaban en la sala de sueño.
Las víctimas eran bebés muy pequeños, algunos de
solo meses. La investigación confirmó veintiún acusaciones
de crueldad infantil
, respaldadas por imágenes y reportes
internos. Las fuentes, como BBC y The Guardian, describen actos
repetidos en distintos momentos del día, con patrón claro, sin
provocación de los menores.

Para no ser vista, elegía ángulos muertos, daba la espalda a
compañeras, movía a los niños fuera de la vista directa, y actuaba
cuando el ruido de la sala tapaba los sollozos. Esa estrategia
explica por qué, al inicio, varias señales pasaron por alto.

Freepik

Perfil de la culpable y el descubrimiento de los abusos

Roksana Lecka, joven del oeste de Londres, no
tenía antecedentes públicos. El caso salió a la luz en
junio de dos mil veinticuatro, cuando colegas
expresaron inquietud por marcas y comportamientos inusuales. La
dirección revisó las grabaciones, y lo que encontraron inició un
caso policial inmediato. Algunas imágenes mostraron a Lecka
pateando en la cara a un pequeño, además de
tirones de oreja y empujones sobre la cuna.

La Policía Metropolitana asumió la
investigación, recopiló horas de vídeo, entrevistó a personal y
familias, y presentó un expediente sólido ante la fiscalía. La
línea de tiempo conectó incidentes en distintos turnos y
ubicaciones, lo que reforzó el patrón de abusos.

Agresiones específicas y su impacto en los bebés

Los actos incluían empujar cabezas contra
cunas
, pellizcar bajo la ropa para
ocultar las marcas, y arañar brazos y piernas
dejando señales visibles. Los informes hablan de lágrimas
silenciosas y sobresaltos al dormir. Varios bebés, de apenas meses,
presentaron cambios de conducta, rechazo al contacto y llanto al
aproximarse adultos con uniforme.

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El tribunal calificó la conducta como gratuita y
sádica
y la jueza subrayó que muchos ataques se dieron
cuando los niños estaban calmados, lo que resalta la intención de
dominar y humillar. Durante el proceso, la acusada pidió perdón y
mencionó un problema con la marihuana, pero el tribunal consideró
que nada justificaba la brutalidad. Para muchas familias, sus
palabras sonaron vacías.

Juicio y sentencia

En septiembre de dos mil veinticinco, el jurado
declaró culpable a Lecka por veintiún cargos de
crueldad infantil. La jueza ordenó ocho años de
cárcel
, describiendo una secuencia de múltiples
actos de violencia gratuita
. Las grabaciones fueron el
centro del caso, claras, repetidas, difíciles de ver. No había
dudas sobre la autoría ni sobre la frecuencia.

La policía resaltó el valor de la vigilancia en entornos de
cuidado, y el alivio se notó en el pasillo del tribunal. Una madre
dijo que ver a su bebé dañado fue “enfermo y
devastador”
. Un portavoz policial agradeció a los
compañeros que hablaron, porque su coraje permitió detener los
abusos y proteger a otros niños. Riverside Nursery cerró tras el
escándalo, mientras la otra guardería revisó protocolos con
expertos externos.

Reacciones de los padres y las autoridades

Varios padres hablaron de traición de
confianza
. Uno señaló que ahora su hijo se sobresalta al
dormir, y que el hogar se ha vuelto un lugar de cuidado extra, casi
obsesivo. La policía insistió en la vigilancia
activa
y en que la tecnología sirve cuando las personas la
usan con criterio. El mensaje fue claro, proteger a los niños es
tarea de todos, y hablar a tiempo puede cambiarlo todo.

La condena de Roksana Lecka, por agresiones sádicas
bebés
en guarderías de Londres, cierra un capítulo de
dolor y abre otro de responsabilidad. Duele pensar en bebés dañados
por quien debía cuidarlos, pero también muestra que la verdad,
cuando se documenta, trae justicia. Mantener una
mirada atenta, hacer preguntas y apoyar a quienes denuncian es
proteger a todos.

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