#Salud: Así consigue una nutricionista que los niños coman verduras sin quejarse

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La historia de la nutricionista Jess Ferrari-Wells se ha
convertido en ejemplo entre madres y padres que buscan soluciones
reales para que sus hijos coman más verduras. Inspirada en el
enfoque del chef Jamie Oliver, Jess decidió cambiar radicalmente su
estrategia: en lugar de insistir, premiar o negociar, simplemente
puso un plato con bastones de zanahoria, rodajas de pimiento rojo y
pepino en el centro de la mesa. No hizo comentarios, ni miró con
expectativa, ni mencionó siquiera la palabra verduras. Solo dejó
que los niños decidieran.

El primer día nadie tocó
las verduras
. El segundo, una zanahoria desapareció. Para el
quinto, el plato ya estaba vacío al final de la cena. Esta
transformación silenciosa rompió el ciclo de guerra en la mesa y
trae consigo una enseñanza respaldada por la ciencia: los niños
suelen necesitar hasta diez oportunidades de probar un alimento
antes de aceptarlo. Al eliminar la presión, se abre la puerta a que
exploren a su propio ritmo.

La
estrategia de exposición repetida sin presión

El método de Jess Ferrari-Wells se basa en un principio
sencillo: ofrecer verduras de manera consistente y
relajada
. Cada noche, sigue colocando el mismo tipo de
vegetales crudos en el centro de la mesa. Sin sermones, ni
recompensas por comer ni amenazas si no lo hacen. La clave está en
dejar que los niños vean, huelan y, eventualmente, prueben los
alimentos sin esperar resultados inmediatos.

A medida que pasan los días, la familiaridad con los colores y
formas hace que la curiosidad supere al rechazo. El progreso es
palpable: en pocos días, lo que antes era ignorado termina por ser
parte habitual del plato. No solo Jess observó cambios, otras
madres también compartieron que simplemente colocar
verduras en sus propios platos
y comerlas frente a los
niños sin invitarles directamente ayuda al cambio. Algunos niños
empiezan a tomar un trozo, otros imitan lo que ven. Dejar los
vegetales al alcance durante la preparación de la cena también
estimula el picoteo espontáneo, sin la tensión de la comida
principal.

Esta técnica, avalada por principios de exposición
repetida
, ha demostrado en diversos estudios que es
efectiva porque elimina el conflicto, reduce el estrés en la mesa y
permite que los niños acepten los sabores nuevos a su propio
ritmo.

¿Por qué funciona
esta aproximación?

La ciencia detrás de esta estrategia es clara: los niños
exploran lo desconocido con reserva, y la presión a menudo solo
intensifica su rechazo. Cuando el ambiente es relajado y los
vegetales se presentan de forma rutinaria, la neofobia alimentaria
(rechazo a lo nuevo) disminuye poco a poco. El simple hecho de
ver y oler repetidamente una verdura sin
obligación les ayuda a aceptarla como parte normal del menú.

Además, variantes como ofrecer opciones de verduras cortadas en
formas divertidas, acompañadas de salsas suaves o en momentos
distintos a la comida principal (por ejemplo, como snack), pueden
aumentar aún más el interés. Lo importante es mantenerse constante:
la costumbre, y no el discurso, es lo que moldea la aceptación.

Foto Freepik


Otras tácticas probadas por expertos para fomentar el
consumo de verduras

La estrategia de Jess es sencilla, pero los expertos en
nutrición sugieren sumar otras prácticas aliadas para fortalecer el
acercamiento y el gusto por las verduras. Involucrar a los niños en
el proceso, trabajar la educación sensorial y hacer de la comida un
juego son opciones que muestran resultados positivos según
distintos estudios.

La implicación activa produce una sensación de
control y curiosidad en los más pequeños. Permitirles plantar unas
semillas o elegir qué verduras comprar convierte el acto de comer
en una experiencia personal. De la misma forma, animar a descubrir
nuevos olores, texturas y colores convierte cada vegetal en una
aventura para los sentidos.

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La combinación de sabores familiares también ayuda. Por ejemplo,
un toque de miel puede hacer que el sabor de la zanahoria resulte
más apetecible, mientras que brócoli al vapor con una salsa ligera
suele tener mayor éxito. Presentar los platos de manera atractiva,
como caras sonrientes o figuras de animales, estimula a probar sin
miedo. Según expertos, servir verduras en todas las
comidas
, incluso en la lonchera o en snacks, crea una
exposición natural y sin presión.

El beneficio no es solo a corto plazo. Con estas tácticas, se
fomenta salud intestinal adecuada y se previene la
obesidad infantil, además de formar una relación positiva con los
alimentos desde la infancia.

Involucrar a los
niños en el proceso

Tener un espacio en casa para cultivar verduras, aunque solo sea
un pequeño recipiente en la ventana, puede transformar la relación
de los niños con los alimentos. Sembrar, regar y ver crecer una
planta genera motivación y orgullo cuando llega el momento de
probar el fruto.

Visitar mercados y dejar que elijan entre tomates, pepinos o
pimientos los motiva a sentirse parte de la cocina familiar. Animar
a los más pequeños a lavar, pelar o mezclar bajo supervisión
refuerza el interés y el sentido de logro. Entre los tres y los
diez años, los niños pueden participar de distintas tareas según su
edad: plantar semillas, recoger hierbas, elaborar ensaladas
sencillas o simplemente opinar en la preparación del menú
semanal.

Hacer las
verduras atractivas y accesibles

Presentar las verduras de forma llamativa puede ser tan
importante como el sabor. Caras sonrientes hechas con rodajas de
pepino, tomatitos decorativos o banderillas de distintos colores
invitan a jugar antes de comer. Integrar espinaca o calabaza en
recetas familiares, como tortillas o panqueques, sin esconderlas ni
disfrazarlas, refuerza la confianza y la aceptación.

Evitar ocultar
verduras
bajo salsas densas o en purés camuflados es
recomendable, ya que hacerlo puede generar desconfianza cuando el
niño descubre el “truco”. Mejor es ser transparente y resaltar
naturalmente los ingredientes, celebrando su sabor y textura sin
forzar la ingesta.

Formar estos hábitos requiere paciencia y creatividad, pero
transforma la manera en que toda la familia se relaciona con la
comida. La consistencia es el secreto. La repetición, la ausencia
de presión y el ejemplo son elementos que, combinados, llevan a los
resultados más positivos para la salud y el bienestar familiar.

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