Esto es lo que empuja a Verstappen a pilotar en el Ring: el placer de conducir #F1 #FVDigital

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Un piloto de Fórmula 1 que decide pasar un fin de semana libre en un coche Gran Turismo ya es en sí mismo una noticia, pero si ese piloto es Max Verstappen, el eco mediático está asegurado. En un periodo histórico en el que todas las noticias se leen, se digieren y se olvidan en el transcurso de un solo día, vale la pena detenerse en los múltiples significados ligados a la presencia de Verstappen en el Nürburgring Nordschleife, el trazado más icónico del mundo.

Ver a un piloto de Fórmula 1 de primer nivel comprometido en escenarios distintos al ‘circo’ es algo raro. Desde hace muchos años, gran parte de los pilotos que logran hacerse un hueco en el paddock más codiciado del mundo desconectan del mundo exterior. Es cierto que los compromisos son muchos, pero uno de los aspectos que ha subrayado Verstappen es que, cuando existe el deseo de hacer algo, al final siempre se encuentra el tiempo.

Max Verstappen al Nurburgring con la Porsche Cayman GT4

Foto de: Jan Brucke/VLN

Hay varios aspectos sorprendentes en esta historia, empezando por el protagonista, que no es solo un piloto en activo de Fórmula 1, sino el número uno indiscutible. Verstappen no está buscando resultados espectaculares; si quisiera pilotar un hypercar o un LMDh, le bastaría con levantar el teléfono. No es eso lo que busca: lo que lo mueve es el puro placer de conducir, ya sea un Fórmula 1 o un GT3, categoría de acceso al mundo de la resistencia.

No eligió atajos: el viernes y sábado se puso en la piel de un alumno, pasando un examen teórico con instructores que explicaron (como dicta la norma) incluso las trazadas a seguir. Superada la parte en el aula, Max completó después 14 vueltas al Nordschleife participando en la séptima prueba del campeonato NLS7, una serie que se disputa íntegramente en el viejo Nürburgring.

Él, estrella absoluta del Mundial de F1, salió a pista con un Porsche 718 Cayman GT4 limitado de 425 a 300 caballos (como es obligatorio para quienes disputan su primera carrera en el Nordschleife) y con una pegatina “Permit B” colocada en la parte trasera de su coche, algo comparable a un carnet de aprendiz.

Tras la carrera llegó automáticamente la promoción al estatus de “Permit A”, el salvoconducto que permite correr en el Nürburgring. “Solo existe un circuito como el Nordschleife – comentó Max – es una pista exigente, hemos visto que en una vuelta tan larga puede haber sectores mojados y otros secos, pero son precisamente estas dificultades las que hacen que este trazado sea tan especial. Correr aquí durante 24 horas con un GT3 sería fantástico”.

Para prepararse, Max volverá a pista en el Nürburgring incluso el fin de semana posterior a Bakú. En los planes de Verstappen no está solo el deseo de disputar las 24 Horas del Nürburgring. El proyecto es más amplio y sin límites de tiempo: el objetivo final es participar en todas las grandes clásicas de resistencia, de Le Mans a Daytona, sin que haya operaciones comerciales significativas de por medio para un piloto de su estatus.

Para dar forma a este programa, el primer obstáculo que Verstappen tuvo que superar fue el visto bueno de Red Bull. Ningún piloto top de F1 puede competir en otras categorías: los contratos son rígidos, y sin la autorización del equipo incluso una carrera de kart podría convertirse en motivo de disputa. Un endurecimiento extra se produjo en 2011 tras el accidente de Robert Kubica en el Rally de la Ronde di Andora.

Max Verstappen, Red Bull Racing, vittorioso nel GP d'Italia a Monza

Foto de: Mark Sutton / Formula 1 via Getty Images

El estatus que Verstappen se ha ganado en Red Bull es único también en este aspecto: a él se le concede una libertad que ningún otro piloto de Fórmula 1 podría obtener, sobre todo tratándose de correr en otras categorías en plena temporada. Pero probablemente no muchos de sus colegas estarían interesados en salir a pista con un GT3, dedicando tiempo a una preparación indispensable si se quiere hacerlo bien.

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Y en esto Verstappen no conoce términos medios: si afronta un desafío, quiere hacerlo al máximo de sus (enormes) capacidades, siendo consciente de que tendrá que medirse con especialistas en categorías que le son desconocidas. Es uno de los grandes temores que a menudo han frenado a pilotos de Fórmula 1 ante la posibilidad de competir en otros escenarios: el riesgo de verse por detrás de nombres desconocidos para el gran público les ha hecho desistir. No a Verstappen: el desafío (sobre todo consigo mismo) está en la base de lo que hace, tanto dentro como fuera de la Fórmula 1.

Lo que vimos el pasado fin de semana es el primer capítulo de una historia extraordinaria que sitúa al piloto más cotizado del mundo en el centro de un automovilismo que, erróneamente, se define como ‘menor’.

“Me he divertido, pero en este circuito creo que siempre es así – comentó – he completado stints con mucho tráfico, con coches más rápidos y más lentos, he pilotado bajo la lluvia, en seco y en condiciones intermedias, entendiendo dónde hay más y menos agarre. Ha sido muy bonito empezar a familiarizarme con esta magnífica pista”.

Es un mensaje potentísimo el de Verstappen, que desmonta muchos lugares comunes. Historias como esta parecían pertenecer a un pasado ya lejano: si hace solo unos meses se hubiera planteado algo así en el paddock de F1, los comentarios habrían sido irónicos: “hoy en día estas cosas son impensables”. Lo pensó Max Verstappen, y solo él podría haberlo hecho…

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