Mantener el cerebro activo es una tarea de
todos los días y no está reservada solo para personas mayores o
quienes sienten que empiezan a olvidar cosas. Los
neurólogos insisten en la importancia de ciertas
rutinas diarias para cuidar la salud mental, la
memoria, la atención y el
aprendizaje durante toda la vida. La ventaja es
que cualquier persona, sin importar su edad o condición física,
puede aplicar estos hábitos en su vida cotidiana.
Hábitos recomendados por neurólogos para un cerebro activo
Diversos estudios y especialistas resaltan cómo los hábitos
diarios inciden en la capacidad del
cerebro para adaptarse, recordar y responder a los retos del
día a día. La actividad física regular es uno de
los pilares más destacados. Caminar, bailar, nadar o andar en
bicicleta no solo cuidan el cuerpo, sino que también mejoran la
circulación, estimulan la creación de nuevas conexiones neuronales
y ayudan a mantener un buen estado de ánimo.
Incluso salir a pasear 20 minutos al día puede influir en la salud
cerebral.

La alimentación equilibrada influye de manera
directa en el funcionamiento del cerebro. Priorizar frutas,
verduras, pescado, granos integrales y grasas saludables como el
aceite de oliva provee los nutrientes necesarios para agilizar
procesos mentales y proteger contra el deterioro cognitivo.
Ejemplos sencillos son comer una fruta al día o reemplazar la
manteca por aceite de oliva en la cocina.
Dormir bien es fundamental para el cerebro. El descanso
adecuado facilita la consolidación de recuerdos, mejora la
atención y ayuda a eliminar toxinas que se acumulan durante el día.
Los neurólogos aconsejan dormir al menos siete horas, procurando
hábitos como dejar el teléfono lejos de la cama y mantener horarios
regulares para despertar y acostarse.
Leer de manera frecuente mantiene el cerebro en forma. La
lectura estimula la imaginación, refuerza la
concentración y enriquece el vocabulario, además de activar áreas
encargadas de la comprensión y el análisis. Leer un capítulo cada
día, una noticia interesante o escuchar audiolibros en trayectos
cortos son excelentes opciones.
La socialización es esencial para la salud
mental. Compartir tiempo con otras personas, participar en
conversaciones, actividades grupales o simplemente mantener
contacto con amigos y familiares reduce el riesgo de depresión y
puede retrasar el deterioro cognitivo. Una tarde de cartas, una
videollamada familiar o una charla en el parque funcionan como
ejercicio para el cerebro.
Aprender cosas nuevas desafía al cerebro y mantiene activos los
circuitos neuronales. Tomar clases, aprender un idioma, practicar
un instrumento musical o cambiar pequeñas rutinas en el día, como
probar una receta diferente, son maneras de activar el aprendizaje.
Los neurólogos explican que la curiosidad constante fortalece la
capacidad de adaptarse y recordar información nueva.

Cómo integrar estos hábitos en la rutina diaria
Adoptar estos hábitos puede parecer complicado al principio,
pero con pequeñas acciones se logra incorporarlos poco a poco. La
actividad física puede integrarse subiendo
escaleras en vez de usar el ascensor o aparcando el auto un poco
más lejos para caminar. Para quienes tienen poco tiempo, aprovechar
algunos minutos al levantarse o antes de dormir para estirarse,
hacer yoga o dar un breve paseo facilita la constancia.
Una alimentación equilibrada se construye con
cambios pequeños, como añadir una fruta en el desayuno, preparar
verduras al vapor en la cena o elegir nueces como snack. Participar
en la compra de alimentos frescos o planificar las comidas también
ayuda a mantener un mejor control nutricional.
En cuanto al descanso adecuado, la clave es
crear rutinas relajantes al final del día: leer unas páginas de un
libro tranquilo, escuchar música suave o preparar una infusión
tibia pueden favorecer un sueño reparador. Si hay problemas para
dormir, es útil evitar las pantallas antes de acostarse y mantener
el dormitorio bien ventilado y oscuro.
La lectura frecuente puede convertirse en
hábito si se elige material que realmente motive. Es preferible
empezar con temas de interés personal, intercambiar libros con
amigos o unirse a clubes de lectura físicos o virtuales; así, la
motivación y la consistencia aumentan de forma
natural.
La socialización no requiere eventos grandes ni
frecuentes: una llamada expresando cariño o interés, enviar
mensajes de buenos días a un grupo familiar o invitar a alguien a
caminar juntos pueden ser gestos sencillos que mantienen el
contacto humano. Para personas mayores, los centros comunitarios
ofrecen talleres y actividades para compartir intereses y reducir
el aislamiento.
Para aprender cosas nuevas, los recursos
digitales pueden ser aliados: aplicaciones de idiomas, tutoriales
en vídeo, cursos virtuales gratuitos o juegos de memoria en el
móvil facilitan el acceso a conocimientos frescos sin depender de
horarios fijos. Elegir un objetivo a corto plazo, como aprender
cinco palabras nuevas cada semana o preparar un platillo diferente
cada mes, mantiene el entusiasmo y refuerza la autoestima.
La motivación y la
consistencia son factores clave para notar los
beneficios de estos
hábitos. Los especialistas sugieren apoyarse en la familia o
los amigos para no perder el compromiso y usar recordatorios o
agendas para no descuidar el avance diario. Con el paso de las
semanas, la sensación de bienestar y agilidad mental se vuelve más
palpable.



