El viacrusis de los pacientes oncológicos en RD

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@abrilpenaabreu

En República Dominicana el cáncer no solo mata por su naturaleza agresiva, también por la burocracia, la deshumanización y la indiferencia institucional que retrasan diagnósticos y tratamientos.

Hace un tiempo, un periódico nacional denunció el trato degradante que reciben pacientes en hospitales públicos; la exministra de Salud, Altagracia Guzmán Marcelino, lo confirmó, y la presidenta de una fundación dedicada a pacientes oncológicos advirtió hace más de un año que muchos no reciben las atenciones mínimas que necesitan. Sin embargo, el Colegio Médico Dominicano se ha negado a reconocer el problema.

El caso más reciente que vuelve a encender las alarmas es el denunciado por el periodista Aneudy Santos, quien perdió a su madre en el INCART tras un calvario de citas distantes, un aparato de biopsias dañado y la ausencia de un diagnóstico oportuno. Una pérdida que pudo haberse evitado o, al menos, acompañado con la dignidad que toda persona merece.

Lo más doloroso son los cientos de testimonios que se han sumado en redes sociales: familias enteras narrando experiencias similares, con nombres, fechas y hospitales. No son hechos aislados, son síntomas de un sistema que ha normalizado la deshumanización.

No se trata de quemar en la hoguera al Instituto Nacional del Cáncer ni de pedir cabezas puntuales. Se trata de un modelo de salud que aplasta tanto al médico como al paciente: saturación, recursos dañados o insuficientes, tiempos imposibles y una cultura institucional que convierte al enfermo en número de expediente en lugar de ser humano.

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Mientras se culpe a la oposición, se hable de “campañas en contra” o se haga bembita, miles de dominicanos seguirán perdiendo su vida esperando un turno, una máquina, una cita. Y peor aún: perdiendo la posibilidad de morir con dignidad.

La solución no está en negar el problema, sino en enfrentarlo con decisión política, recursos y un cambio de cultura médica y administrativa. El cáncer no espera, cada segundo cuenta. Y cada paciente merece, además de tratamientos, humanidad, empatía y acompañamiento.







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