TORONTO — La comedia dramática noruega “Sentimental Value”, presentada en el Festival Internacional de Cine de Toronto el jueves por la noche, divide al público: resulta gratificante para algunos, pero larga y lenta para la mayoría. Fría, para todos.
Quizás su rotunda recepción en Cannes durante la primavera me tenía preparado para enamorarme perdidamente de la última obra del director Joachim Trier. Por eso, me decepciona haberme quedado dormido en su lugar.
Muchos éxitos del festival francés han merecido, en los últimos años, el salto del IFC Center y los foros de cinéfilos en Reddit al mainstream: “Parasite”, “Anora”, “Triangle of Sadness” y “Anatomy of a Fall”, entre otros.
Todas esas películas estelares son hipnóticas e intrigantes. También sorprendentes. No ocurre lo mismo con “Sentimental Value”. La familia culta y desgastada de Trier es sutil, bonita y pasada de moda. Los esquís nunca se alejan de un camino muy obvio.
Los personajes de clase media-alta de Trier y el coguionista Eskil Vogt mencionan con frecuencia las obras de Antón Chéjov. Estos noruegos son, definitivamente, derivados de personajes chejovianos como Arkadina, Nina, Konstantin, Vania y Sonya, pero mucho menos apasionados y divertidos. Y, considerando que Chéjov era ruso, eso es decir mucho.
Stellan Skarsgård interpreta a Gustav, un venerable y ligeramente inquietante director de cine que no ha rodado una película en mucho tiempo y abandonó a su esposa e hijos años atrás.
Su hija Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas) protagonizó una de sus mejores cintas siendo una niña, pero finalmente optó por una vida doméstica como esposa y madre. Quizás huyendo de su pasado.
Su hermana Nora (Renate Reinsve) es una actriz desvinculada a la que Gustav desea fervientemente para su tan esperada nueva película. Pero ella lo rechaza. Las relaciones están todas deterioradas, con chispas contenidas. Acero y pedernal, no fuegos artificiales.
La familia posee una antigua casa en Oslo cargada de historia, tanto agonizante como feliz. Una broma sobre un evento lejano en una habitación inocua resulta ser una triste media verdad. La morada también es un personaje, como suelen ser las casas.
Una actriz estadounidense llamada Rachel Kemp (Elle Fanning) asiste a la proyección de un clásico de Gustav y suplica formar parte de su próxima creación. Esto desencadena una búsqueda interior.
Visualmente, la película de Trier evoca un catálogo; otoñal y brillante. Una serie de locaciones nupciales sacadas de Martha Stewart Living. Una habitación de hospital resulta más hermosa que la mayoría de los apartamentos de la Quinta Avenida. Y si te gusta contemplar árboles frondosos a través de ventanales, corre, no camines.
La actuación de las mujeres es muy notable. Reinsve, como Nora, muestra una gravedad natural y no exagera las excentricidades actorales de su personaje. Cuando, por nervios, exige que su coprotagonista masculino le abofetee fuera del escenario, el momento resulta totalmente verosímil. El espectador se siente atraído por ella, incluso sin poder precisar por qué.
Lo mismo ocurre con Lilleaas y la protección maternal y el cansancio de su Agnes. Como su hijo Erik, Øyvind Hesjedal Loven es tan auténtico que parece que Trier hubiese colocado una cámara en un patio de recreo y pulsado rec, lo que resultaría extraño.
Skarsgård, sin embargo, me pareció rígido. Es un canalla encantador, y no hay mucho más allá de eso. El desconocimiento y desinterés de Gustav ocasionalmente parecían más propios de Skarsgård que del director ficticio.
Por bien actuado que esté, o no, es difícil sentirse identificado con ninguno de estos artistas económicamente despreocupados y cautelosos.
La cinta de Trier, considerada contendiente al Oscar por alguna razón, no es mala. Simplemente deseaba que calara hondo, y se resistió obstinadamente a hacerlo durante más de dos horas.
Es el tipo de director del que se dice: “pinta un cuadro”. Y es cierto. Y como un cuadro, “Sentimental Value” no se mueve.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**