El aumento de cáncer de colon en jóvenes: una tendencia
preocupante
Las cifras muestran que la incidencia de
cáncer de colon en menores de 50
años se ha duplicado en los últimos 20 años. Este fenómeno
destaca sobre todo en personas entre 15 y 39 años y afecta
especialmente a jóvenes en países con altos ingresos. Por ejemplo,
en Estados Unidos y varios países de Europa, los nuevos
diagnósticos en menores de 40 años han subido más del 100 por
ciento respecto a la década de 1990.

Según un reciente estudio internacional, el cáncer colorrectal
puede convertirse antes de 2030 en la principal causa de muerte por
cáncer en menores de 50 años. Esta estadística supera ya la
mortalidad por otros tumores como el de mama o pulmón en algunos
grupos etarios jóvenes.
El patrón de incremento varía según el entorno social y el
origen étnico. En países latinoamericanos como Argentina, Brasil y
Colombia, el aumento es más pronunciado en zonas urbanas y en
clases medias, lo que sugiere que factores ambientales y de estilo
de vida también influyen de forma importante. Entre diferentes
etnias, ciertas mutaciones aparecen con más frecuencia, y las
desigualdades sociales pueden dificultar el acceso a diagnóstico y
tratamiento.
Una
posible causa: la bacteria Escherichia coli y el
colibactin
Un avance científico relevante ha identificado la exposición
temprana a colibactin, una toxina producida por
ciertas cepas de la bacteria Escherichia coli (E.
coli), como posible causa del aumento de cáncer de colon en
jóvenes. Esta sustancia es capaz de causar daños en el ADN de las
células del colon, generando mutaciones específicas.
El estudio, que analizó casi mil genomas de pacientes con cáncer
colorrectal de diferentes países, encontró que las mutaciones
provocadas por colibactin son 3,3 veces más frecuentes en
personas menores de 40 años que en mayores de 70. La
presencia de esta “firma” genética se identificó principalmente en
las células tumorales de jóvenes, lo que sugiere que muchos
pudieron estar expuestos a esta toxina bacteriana antes de los 10
años.
Estas mutaciones se desarrollan de manera silenciosa y pueden
acortar en décadas el tiempo que tarda en aparecer el tumor. Por
ejemplo, una mutación clave adquirida durante la infancia podría
provocar cáncer a los 40 años en vez de a los 60 o 70.
Todavía se investiga cómo y cuándo los menores entran en
contacto con estas cepas bacterianas. Se sospecha que la
transmisión puede estar relacionada con factores del entorno,
consumo de alimentos contaminados, uso de antibióticos en la
infancia, o ciertas condiciones de higiene en el hogar y la
escuela. Además, las diferencias en la frecuencia de estas
mutaciones entre países y regiones sugieren que el ambiente
local y las costumbres afectan el riesgo de exposición a
E. coli productoras de colibactin.

Otros factores
que influyen en el riesgo
Aunque la exposición a colibactin tiene un papel importante, el
aumento de cáncer de colon en jóvenes no se explica sólo por esta
causa. Existen otros factores ambientales y de hábitos que también
han cambiado desde los años noventa.
El sedentarismo, la obesidad y
una dieta basada en procesados, carnes rojas y
azúcares aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de
colon. Estos hábitos, propios del llamado “estilo de vida
occidental”, se han expandido globalmente en las últimas tres
décadas. Al analizar los casos, se observa que las mutaciones
hereditarias no se han incrementado al mismo ritmo, lo que subraya
la importancia de los factores ambientales y microbianos sobre la
genética pura.
Síntomas y
desafíos en el diagnóstico temprano
En jóvenes, el cáncer
de colon suele confundirse con problemas digestivos menores.
Los síntomas más frecuentes son dolor abdominal,
sangrado rectal visible, diarrea persistente y anemia por falta de
hierro. Muchas veces estos síntomas no alarman y pueden pasar
desapercibidos o tratarse como molestias pasajeras.
Cuando aparecen tres o más de estos signos a la
vez, el riesgo de cáncer se multiplica y aun así, la consulta suele
postergarse. La demora en el diagnóstico supera los seis meses en
muchos casos, lo que reduce las opciones de tratamiento efectivo y
favorece la aparición de tumores en fases más avanzadas.
El impacto de un diagnóstico tardío es profundo. Los jóvenes
diagnosticados suelen pasar por retos personales y sociales
difíciles de manejar: miedo al futuro, dificultades laborales,
alteraciones en la vida diaria y la necesidad de apoyo psicológico
y médico constante. La calidad de vida tras recuperarse o durante
el tratamiento puede verse muy afectada, tanto en lo físico como en
lo emocional y social.



