#Salud: Estas son las razones más comunes por las que las mujeres permanecen casadas a pesar de querer separarse

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A pesar de que cerca de la mitad de los matrimonios terminan en
divorcio, muchas mujeres eligen seguir casadas incluso cuando ya no
sienten amor o desean poner fin a la relación. Esta realidad, vista
en países como Francia y reflejada en las tendencias de 2024 y
2025, no responde solo a decisiones individuales. Detrás, hay
razones sociales, económicas y emocionales que
limitan, condicionan o frenan la decisión de separarse.


Factores emocionales y sociales que refuerzan la permanencia
matrimonial

El apego emocional y la dependencia psicológica
actúan como lazos invisibles. Aunque el cariño haya desaparecido,
muchas mujeres
sienten temor a la soledad o el vacío que puede dejar una
separación. El miedo a reconstruir la vida desde cero y la falta de
confianza para asumir una nueva etapa también están presentes. A
esto se suma el peso social: las expectativas familiares y
culturales refuerzan la idea de que el matrimonio debe defenderse,
sin importar si la relación perdió sentido.

En muchos entornos, la crítica social y el juicio
familiar
generan un freno real. Salir del matrimonio puede
implicar comentarios, rumores o incluso señalamiento por parte de
la comunidad, sobre todo entre familias tradicionales o en
contextos rurales. La figura de la esposa como pilar familiar, aún
cuando la relación esté rota en lo íntimo, se mantiene como
principio. Este mandato perpetúa la permanencia, especialmente si
hay hijos pequeños o personas mayores a cargo.

Por otra parte, la costumbre y el tiempo
compartido
crean una inercia difícil de romper. Después de
años de vida en común, la rutina otorga una falsa seguridad. Muchas
mujeres priorizan la paz aparente, la comodidad y la estructura
familiar por encima de su propio malestar, convencidas de que “ya
es tarde para cambiar”.


El impacto del matrimonio por compromiso y los valores
tradicionales

En la raíz de este fenómeno está el sentido de
responsabilidad
que lleva a muchas mujeres a anteponer el
bienestar de la familia a su propio deseo. Crecer en una cultura
donde el matrimonio es visto como un compromiso irreversible
consolida la idea de que terminarlo es un fracaso personal. Sobre
los hombros de la mujer recae la carga mental de
sostener el hogar, a menudo en solitario.

Es frecuente que predomine el pensamiento de “aguantar por los
hijos” o por no decepcionar a los padres. Los valores aprendidos,
muchas veces reforzados desde la infancia, marcan la supervivencia
del vínculo por obligación y no por felicidad compartida. Esto crea
un círculo vicioso donde la libertad de elegir queda marcada por el
sentimiento de culpa y la presión de cumplir con expectativas
externas, a veces incluso por temor al “qué dirán”.

Foto Freepik

Limitaciones
económicas y falta de independencia financiera

El peso de la dependencia económica es una de
las barreras más sólidas. Tal como revelan investigaciones
recientes, alrededor del 40% de las mujeres
considera la falta de independencia financiera como la principal
razón para no dar el paso hacia el divorcio. La inseguridad ante la
posibilidad de perder el hogar, la dificultad para llevar adelante
a los hijos y el miedo a una caída en el nivel de vida refuerzan
esta decisión.

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Persisten desigualdades salariales e insuficiencia de redes de
apoyo, lo que significa que para muchas mujeres
dejar el matrimonio equivale a perder protección, estabilidad y
recursos básicos. El temor a quedarse solas y al mismo tiempo tener
que responsabilizarse de todos los gastos y gestiones diariamente
es real y tangible. Para las madres, la preocupación por la
seguridad y futuro de sus hijos multiplica la ansiedad y
obstaculiza cualquier avance hacia la ruptura formal.

La gestión de los trámites legales y la falta de acceso a
abogadas de confianza también juegan su papel. En contextos donde
la ley no garantiza apoyo claro o la justicia es lenta, muchas
prefieren evitar el enfrentamiento y permanecer en la relación por
prudencia económica.

El
papel de la rutina, la comodidad y el miedo a empezar de
cero

El miedo al cambio mantiene atadas a muchas
personas incluso en relaciones frías o insatisfactorias. Frente a
la incertidumbre del futuro, la rutina se transforma en refugio. La
vida compartida deja huella: historias, espacios, recuerdos y
proyectos forman una red difícil de desmantelar.

Muchos matrimonios terminan transformándose en una coexistencia
sin intimidad, donde la costumbre y la funcionalidad se imponen al
afecto. Este “divorcio silencioso” da apariencia de estabilidad,
con parejas que viven bajo el mismo techo con mínima interacción.
Romper con esta inercia requiere fuerza emocional y valentía para
asumir los fracasos, pero también esperanza para soñar otra
vida.

El esfuerzo de reinventarse asusta. Cambiar de hogar, adaptar
rutinas o asumir soledad temporal obliga a salir de la llamada zona
de confort. Para quien ha entregado años a una familia, recuperar
el equilibrio parece una tarea titánica, sobre todo sin el respaldo
de redes cercanas.

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