La nueva ruta de acumulación política y económica es la ineficiencia calculada

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Autor Carlos Del Pozo

En política no todo lo que parece torpe lo es. A veces lo que luce como un fallo del Estado no es casualidad, sino cálculo. En República Dominicana hemos aprendido que los servicios públicos pueden fallar en casi todo… menos en cobrar impuestos. Ahí sí que el Estado funciona como un reloj suizo.

Por eso, cuando hablamos de “ineficiencia”, hay que aclarar de qué estamos hablando. Una cosa es un gobierno desorganizado, que mete la pata por falta de gerencia. Pero otra muy distinta es un gobierno que provoca o tolera la ineficiencia para justificar la entrada del sector privado. Lo primero es incapacidad, lo segundo es negocio.

Mire el patrón: primero dejan que un servicio se caiga a pedazos —sea la energía, la educación o el transporte—; después viene la crisis, la presión social, la desesperación de la gente; y al final aparece la “solución mágica”: un fideicomiso, una concesión o una alianza público-privada. Resultado: el ciudadano paga dos veces, con sus impuestos y con tarifas, mientras unos cuantos bien conectados hacen caja.

Y no es que no lo hayamos vivido antes. En los años 80, con Antonio Guzmán y Jorge Blanco, comprobamos que ser “bien intencionado” no basta si eres un mal administrador. El desencanto abrió la puerta al regreso de Balaguer en el 86. Hoy, después de dos períodos de Abinader, no faltan los que murmuran que la historia podría repetirse con un retorno del PLD o de Leonel Fernández.

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Lo más curioso es que esta “ineficiencia” es muy selectiva: para cobrar impuestos no fallan, para endeudarse tampoco. El fallo está siempre en lo que toca al ciudadano común. Eso nos deja una pregunta incómoda: ¿de verdad son tan ineficientes o son, más bien, profesionales de la ineficiencia?

La conclusión es amarga pero clara: en el país, la ineficiencia no siempre es ingenua. Es un mecanismo de redistribución al revés: del bolsillo del pueblo hacia el de grupos empresariales y políticos. Si no desenmascaramos esa jugada, seguiremos pagando dos veces por lo mismo: una al Estado y otra al privado que se beneficia del colapso.

REDACCIÓN FV MEDIOS