Un símbolo milenario del que se apropió el cristianismo y le quitó su significado pagano

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Si pensamos en la Pascua es probable que, más allá del significado religioso que tiene esta festividad para los cristianos, el primer pensamiento que nos viene a la cabeza sean los huevos de chocolate que se regalan en esta ocasión. El huevo de Pascua es un manjar recubierto de papel colorido y brillante y, a menudo, acompañado de regalos y sorpresas guardados en el interior o aplicados en el exterior, para hacer sonreír a grandes y pequeños.

El simbolismo del huevo es uno de los más antiguos que se conocen y unió a innumerables culturas y religiones desde el principio de los tiempos. Como suele ocurrir, el cristianismo sólo tomó este símbolo, lo despojó de todas las variaciones paganas y lo volvió a proponer en clave cristiana.

Para los cristianos, el huevo se convierte en un símbolo de Cristo resucitado de la muerte y saliendo de la tumba haciendo rodar la piedra, que en su forma se asemeja precisamente a un huevo. Además, el huevo, aparentemente inerte e inanimado, guarda una nueva vida en su interior. Este doble simbolismo, de la piedra del sepulcro de Jesús y de la vida escondida lista para abrirse, hace del huevo el símbolo de la Resurrección, la vida y la salvación representada por Cristo, esperanza para todo hombre. Por tanto, no es casualidad que el huevo haya sido adoptado por muchos artistas como protagonista de sus obras.

Partimos del significado del huevo en el cristianismo, pero sin duda sería interesante retroceder un poco y descubrir qué representa en la antigüedad este objeto tan particular y único, cómo fue evolucionando a lo largo del tiempo y a través de las tradiciones culturales, hasta llegar a nosotros.

El simbolismo del huevo tiene orígenes muy antiguos. Muchas civilizaciones han identificado allí el origen mismo del mundo. El huevo cósmico, o huevo del mundo, era considerado por los antiguos como un núcleo vital y energético flotando en la nada, en el caos primordial. En conclusión, generaría el cosmos tal como lo conocemos.

Esta interpretación se repite en muchas civilizaciones, desde los babilónicos, sumerios y asirios, hasta los egipcios, griegos e hindúes, asumiendo luego características particulares y diferenciadas en las diferentes culturas.

Para los egipcios, las dos partes de la cáscara del huevo nacidas del pico del gran pato Knef, al desprenderse, habrían dado origen al cielo y a la tierra. Siempre según la religión egipcia, el simbolismo del huevo como emblema de la vida regresa en el mito del Fénix, que muere cíclicamente y luego renace de sus cenizas que dan origen a un huevo alimentado por el Sol y el Aire. Además, los egipcios colocaban el huevo en el centro de los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua.

En la mitología griega el huevo representa la creación, encarnada por Cástor y Pólux, los hijos concebidos por Leda y Zeus, este último en forma de cisne, y nacido de un huevo. También para los griegos, Eros, dios del amor, nació de un huevo de plata puesto por la Noche y fecundado por el viento del Norte. Un mito aún más antiguo, que data de las poblaciones prehelénicas de Grecia, cuenta una versión similar, en la que la diosa Eurinome, fecundada por la serpiente Ofilo, puso el huevo universal en el torbellino del caos.

Según los celtas, un huevo llamado Glain está en el origen del cosmos. En el norte de Europa, la gente solía hacer rodar huevos desde lo alto de una colina en Beltane para imitar el movimiento del sol en el cielo.

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También para los hindúes las dos partes de la cáscara del huevo cósmico, una de oro y otra de plata, daban origen al cielo y a la tierra. El mismo huevo era Brahma, una emanación o creación del universo material, encerrada en el corazón dorado del huevo del mundo y que en esta forma durmió durante mucho tiempo en la oscuridad, antes de explotar en una ardiente luz dorada, que dio origen a la vida. , en una especie de Big Bang.

El huevo del mundo también aparece en la religión taoísta china, donde Pangu, creador del mundo, nació del huevo cósmico, en el que se había reunido el Caos, y que contenía los principios primordiales del Yin y el Yang. Estos dos principios, estabilizándose hasta alcanzar el perfecto equilibrio, dieron origen a Pangu, quien posteriormente dividió en dos el huevo cósmico con su hacha, creó la Tierra (Yin) y el Cielo (Yang) y los colocó entre ellos para separarlos, utilizando una tortuga, un Qilin (una especie de Quimera), el Fénix y un dragón.

El huevo como origen del mundo, por tanto, y símbolo de la vida eterna, que se renueva cíclicamente, que se regenera con el tiempo y las estaciones. Los griegos, chinos, egipcios y persas intercambiaban huevos, a veces decorados y coloreados, como obsequios para los festivales de primavera, como el equinoccio de primavera, para saludar auspiciosamente el inicio de la nueva temporada.

El huevo es también un símbolo asociado a lo Femenino, en todos los cultos a la Diosa Madre, ya que es propia de la mujer la capacidad de generar el óvulo y con él la vida. El huevo se encuentra también en el orfismo, en el mitraísmo y en los misterios dionisíacos, siempre como símbolo de vida y creación, y en la alquimia, donde el huevo del filósofo es comparable al huevo del mundo.

Ya hemos visto cómo la costumbre de regalar huevos estaba muy extendida en la antigüedad, sobre todo con la llegada de la primavera, como símbolo del “renacimiento” de la naturaleza.

En los tímpanos de las iglesias tanto románicas como góticas, la imagen de Cristo suele estar dentro de un ovalo en forma de huevo, como un pantocrátor en el centro del mismo.

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Al igual que los egipcios, los cristianos también decoraban los huevos de gallina con cruces u otros símbolos y los pintaban de rojo para recordar la sangre de Cristo. Esta tradición se habría visto muy reforzada por la prohibición de comer huevos durante la Cuaresma. Esto significó que para esta época hubiera muchos huevos de gallina que no se comieron. Para no desperdiciarlos, los cristianos empezaron a hervirlos y decorarlos. Con el tiempo nació la tradición de llevar estos huevos a la iglesia para bendecirlos. En la Edad Media, especialmente en Alemania, era costumbre regalar huevos de Pascua lisos o decorados.



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