Por Raúl Germán Bautista.- El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lanzó esta semana una advertencia directa a Rusia: si en un plazo de 50 días no se alcanza un acuerdo de paz con Ucrania, su administración impondrá aranceles de hasta un 100 % sobre productos rusos.
La medida ha generado titulares internacionales y aparentaría ser un golpe económico considerable para el Kremlin. Sin embargo, los datos oficiales muestran que el intercambio comercial entre ambas naciones es mínimo, por lo que el impacto real de la amenaza luce limitado.
Según el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, “las importaciones y exportaciones entre China y Rusia alcanzaron un récord de entre 237.000 y 244.800 millones de dólares en 2024, según datos de las aduanas chinas”.

En contraste, el comercio de bienes entre Estados Unidos y Rusia, de acuerdo con el Departamento de Comercio de EE. UU. (census.gov), fue de apenas 2.091 millones de dólares en exportaciones y 231,7 millones en importaciones.
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Las cifras mensuales del comercio bilateral también reflejan la baja incidencia de Rusia en el comercio estadounidense. Las exportaciones de EE. UU. a Rusia fueron:
1-Enero: 34,9 millones.
2-Febrero: 49,8 millones.
3-Marzo: 50 millones.
4-Abril: 45,5 millones.
5-Mayo: 51,4 millones.
Mientras que las importaciones procedentes de Rusia en esos mismos meses fueron:
1-Enero: 196,2 millones.
2-Febrero: 339,6 millones.
3-Marzo: 523,5 millones.
4-Abril: 492,1 millones.
5-Mayo: 539,6 millones.
Estas cifras dejan claro que la economía rusa no depende significativamente del comercio con Estados Unidos, al menos en términos de bienes.
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EFECTO SIMBÓLICO MÁS QUE REAL:
Como reflejan estos números, a Vladimir Putin y al Kremlin no parecería afectarles de forma contundente esta nueva amenaza. Si no pudieron las “sanciones de bloqueos totales” impuestas por la administración Biden en 2022, esto menos.
Las declaraciones de Biden en ese momento parecían contundentes: “Rusia no podrá hacer dinero de Occidente y no podrá negociar su deuda en nuestros mercados o en mercados europeos”.
Sin embargo, esta política abrió nuevas puertas para China, que ha capitalizado los espacios económicos dejados por Estados Unidos y la Unión Europea.
En fin, la reciente amenaza arancelaria de Donald Trump contra Rusia refleja, aparentemente, más una jugada simbólica de presión diplomática que una estrategia económica viable. Aunque esto podría arrastrar a empresas y personas, que podrían ser sancionadas, en términos de volumen, con relación a China, no impacta casi nada.
Con un intercambio comercial bajo y relaciones comerciales ya fracturadas desde 2022, el anuncio parece orientado a ganar apoyo político interno más que a debilitar efectivamente al Kremlin.
Además, la alianza estratégica entre Rusia y China compensa el distanciamiento estadounidense. En un contexto de tensiones globales, la retórica agresiva sin respaldo económico real corre el riesgo de perder eficacia, convirtiéndose en ruido político más que en una herramienta de presión. Rusia, por ahora, no se inmuta, aparentemente.


