#Salud: Estos son los mejores hábitos para prevenir la demencia según expertos

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La demencia sigue siendo uno de los retos más grandes del
envejecimiento, tanto para quienes la padecen como para sus
familias y sistemas de salud. Aunque todavía no existe una cura,
cada vez hay más evidencia de que modificar ciertos aspectos de la
vida diaria puede marcar la diferencia. Expertos y estudios
recientes concluyen que la adopción de hábitos
saludables
ayuda a reducir el riesgo o a retrasar la
aparición de síntomas, incluso décadas antes de que estos sean
evidentes.


Hábitos clave respaldados por la ciencia para prevenir la
demencia

La investigación indica que casi un 35% del riesgo de

demencia
puede ser modificado con acciones concretas.
Así como un jardín necesita agua, luz y atención para florecer, el
cerebro requiere ejercicio, nutrientes adecuados y estimulación
constante para funcionar mejor a lo largo del tiempo. Estas
medidas, sencillas pero potentes, surgen del consenso científico y
son aplicables desde la mediana edad.

Actividad
física regular y su impacto en la salud cerebral

El ejercicio físico ayuda mucho más que a controlar el peso.
Practicar actividad aeróbica regular [como
caminar, nadar o montar bicicleta] estimula la oxigenación del
cerebro, mejora la circulación y favorece la supervivencia de las
neuronas. Los estudios demuestran que el ejercicio eleva el volumen
cerebral y ralentiza el deterioro cognitivo; incluso rutinas
cortas, cinco veces a la semana, aportan beneficios sostenidos.
Optar por subir escaleras en vez de usar el ascensor, bailar o
simplemente caminar a ritmo rápido son ejemplos accesibles para
cualquier persona.

Integrar el movimiento a la vida cotidiana también trae mejoras
en el estado de ánimo y la calidad del sueño, dos pilares
esenciales para mantener un cerebro sano. En personas mayores, el
ejercicio ayuda a conservar la independencia y reduce la frecuencia
de caídas y lesiones cerebrales.

Alimentación
saludable basada en patrones mediterráneos

La dieta influye directamente en la salud del cerebro. El patrón
mediterráneo, el más estudiado y recomendado, se caracteriza por
una alta ingesta de verduras, frutas, legumbres, cereales
integrales, pescado y aceite de oliva
como principal
fuente de grasa. Limitar los alimentos ultraprocesados, azúcares
añadidos y carnes rojas protege no solo el corazón, también las
estructuras cerebrales.

Incluir pescado graso al menos una vez por semana y preferir
frutas frescas y frutos secos crea un escudo
contra la inflamación y el estrés oxidativo, dos causas frecuentes
de daño neuronal. El consumo balanceado de estos alimentos se
relaciona con una menor incidencia de deterioro cognitivo e incluso
retraso en la pérdida de memoria. Aprender nuevas recetas o probar
combinaciones creativas de ingredientes frescos puede ser también
una fuente de placer y motivación.

Foto Freepik

Control
de factores de riesgo cardiovascular y metabólico

Mantener la presión arterial, el colesterol y la
glucosa
en rangos saludables es una de las estrategias más
sólidas para cuidar el cerebro. Las enfermedades vasculares, como
la hipertensión, la diabetes o el colesterol alto, están
fuertemente relacionadas con el desarrollo de diferentes tipos de
demencia.

Evitar el tabaquismo protege la circulación
cerebral y previene el daño de pequeños vasos sanguíneos. El
consumo excesivo de alcohol incrementa el riesgo de daño cerebral,
por lo que reducir o eliminar su ingesta es fundamental. Los
chequeos médicos regulares y el control de enfermedades crónicas
permiten detectar a tiempo cualquier alteración y actuar antes de
que sea tarde.


Hábitos de estimulación cognitiva, social y emocional para
un cerebro saludable

El cerebro necesita estímulos variados para mantener sus
conexiones. Igualmente importante que mover el cuerpo, es
incentivar la mente, buscar compañía y cuidar el bienestar
emocional. Apostar por una vida rica en actividades y relaciones
sociales previene el desgaste y potencia la llamada reserva
cognitiva
, una especie de banco de recursos que ayuda a
enfrentar mejor el deterioro relacionado con la edad.

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Participación en actividades intelectuales y rutinas
estimulantes

Las actividades intelectuales, desde leer y
escribir
hasta resolver rompecabezas o aprender un idioma
nuevo, aumentan la flexibilidad y el número de conexiones
neuronales. Realizar manualidades, tocar un instrumento o practicar
juegos de mesa desafía la mente y promueve la creatividad.

La curiosidad y el deseo de aprender funcionan como el
combustible que mantiene en marcha el motor cerebral. Cambiar
pequeñas rutinas, buscar siempre una forma diferente de hacer las
tareas habituales o explorar nuevas aficiones ayuda a crear
circuitos cerebrales más complejos y resistentes al deterioro.

Mantener
una vida social activa y relaciones de calidad

La interacción social actúa como un potente
factor de protección. Compartir tiempo con amigos, participar en
actividades comunitarias o mantener contacto frecuente con la
familia reduce la sensación de soledad y previene el aislamiento,
asociado a un mayor riesgo de demencia.

Conversar, reír, colaborar en proyectos o simplemente estar
presente para otras personas fortalece la autoestima y contribuye a
manejar el estrés. Apoyarse en redes afectivas construye un entorno
más sólido para enfrentar las dificultades asociadas al
envejecimiento.

Gestión
del estrés, sueño reparador y cuidado sensorial

El estrés crónico daña el cerebro y acelera el
desgaste cognitivo. Técnicas simples como la respiración
consciente, la meditación o practicar hobbies relajantes permiten
recuperar el equilibrio y reducir la tensión acumulada. Dormir bien
regula los procesos de aprendizaje y memoria, mientras que la falta
de sueño prolongada favorece la acumulación de sustancias tóxicas
para las neuronas.

Cuidar la salud auditiva y visual es clave para
mantenerse socialmente activo y evitar el aislamiento,
especialmente en la tercera edad. El uso de anteojos o audífonos,
cuando están indicados, mejora la calidad de vida y permite acceder
a todos los estímulos necesarios para mantener la mente en
forma.

Ser constante con estas pequeñas decisiones cotidianas
contribuye a que el cerebro mantenga su brillo durante más tiempo.
Los expertos coinciden: cada paso suma y el esfuerzo invertido hoy
se traduce en años de autonomía, bienestar y recuerdos
presentes mañana.
La prevención de
la demencia
es un camino posible si se empieza ahora, sin
importar la edad. Integrar estos hábitos de modo progresivo
convierte la salud cerebral en una prioridad alcanzable y real.

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