Hablar de ciberbullying suele remitir a
problemas entre compañeros de colegio, redes sociales o foros
anónimos. Sin embargo, la historia de Kendra
Licari, una madre de Michigan, sacude cualquier idea
preconcebida sobre el origen de este tipo de violencia.
Licari, entrenadora de baloncesto y figura aparentemente
respetada en su comunidad, acosó a su propia hija durante más de un
año utilizando mensajes llenos de odio y amenazas. El caso se
vuelve aún más desconcertante por la sofisticación tecnológica y la
intencionalidad detrás de sus acciones.

¿Qué es el ciberbullying y por qué es tan peligroso?
El ciberbullying consiste en el acoso
intencional a una persona a través de medios digitales, ya
sean redes sociales, mensajes de texto o aplicaciones de
mensajería. Lo grave es que, a diferencia del bullying tradicional,
los ataques pueden ocurrir a cualquier hora y desde cualquier
lugar. Quien sufre ciberbullying no se siente a salvo ni en casa ni
en su espacio personal. Además, el anonimato y la rapidez de
difusión amplifican el daño. Las formas más comunes incluyen
insultos, difamación, amenazas, difusión de fotos o videos íntimos,
y exclusión social digital.
El impacto psicológico del ciberacoso suele ser más duradero y
profundo, ya que el material ofensivo puede permanecer disponible y
ser compartido sin control. El miedo constante, la ansiedad y la
pérdida de autoestima son solo parte del daño, pero también puede
llegar al aislamiento total y a problemas emocionales severos.
Cuando el acoso viene de la familia
Este caso supera cualquier episodio típico de acoso escolar.
Kendra Licari comenzó a acosar a su hija y su novio. Creó
perfiles falsos y usó una red privada virtual para ocultar
su identidad, enviando mensajes con insultos, amenazas y falsedades
casi a diario. Todo esto se mantuvo durante más de un año, con una
dedicación obsesiva: el expediente incluía casi 350 páginas de
mensajes.
Al descubrir el acoso, Kendra se ofreció a ayudar a su
hija y colaboró con la escuela para “descubrir” al supuesto
agresor. La investigación policial, con el apoyo del FBI,
rastreó las direcciones IP de los mensajes y terminó revelando que
todo provenía de los propios dispositivos de la madre dentro del
hogar familiar.
La confesión final llegó solamente después de que las pruebas
fueran irrefutables. Licari fue arrestada y enfrentó cargos
de ciberacoso y obstrucción a la justicia. El escándalo
acabó con la pérdida de la custodia de su hija, quien tuvo que
mudarse con su padre y continuar sus estudios en línea. El caso
inspiró un documental y películas, e impulsó campañas de prevención
a nivel internacional.
Motivaciones detrás del acoso parental
El comportamiento de Licari parece ir más allá del enojo o la
falta de comunicación con su hija. Expertos que han analizado el
caso apuntan a trastornos psicológicos como el síndrome de
Münchhausen por internet, donde el adulto causa daño con
el fin de atraer atención o manipular la percepción sobre la
víctima. En este contexto, el ciberacoso se convierte en una
herramienta de control absoluta: la madre no solo dañaba a su hija,
sino que además buscaba posicionarse como su protectora ante los
demás.
Las dinámicas familiares disfuncionales, una necesidad enfermiza
de atención o carencias emocionales profundas suelen estar detrás
de estos casos. También influye la facilidad con la cual la
tecnología permite actuar en secreto, alimentando el pensamiento de
que es “imposible que te descubran”.
Consecuencias del ciberbullying en adolescentes
El impacto del ciberbullying en adolescentes es devastador,
especialmente cuando el agresor es alguien en quien confían, como
un padre. La víctima ve su mundo seguro derrumbarse y puede
experimentar ansiedad, depresión severa, baja autoestima y
alteraciones del sueño.
Por otro lado, la desconfianza y el trauma dejan cicatrices en
las relaciones familiares y de amistad. Los adolescentes agredidos
por sus propios padres pueden tardar años en volver a sentirse
seguros o en pedir ayuda. La salud mental necesita
reconstruirse y muchas veces requiere terapia a largo plazo, apoyo
institucional y una red de afectos que restituya el sentido de
valía personal..
Si se sospecha acoso, es importante guardar las
pruebas, interrumpir el contacto digital y acudir a las autoridades
o servicios de orientación escolar. Además, las leyes de muchos
países permiten denunciar el ciberbullying y activar protocolos de
protección, incluso cuando el agresor es un familiar. La
intervención temprana puede ser la diferencia entre una vida
marcada por el miedo y la posibilidad de reconstruir la autoestima
y la confianza.



