#Salud: el peligro invisible detrás de la moda y sus consecuencias para la piel

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La expresión ‘callo solar’ circula cada vez más
en blogs y redes sociales, y se usa para describir la defensa de
una exposición progresiva al sol como método para endurecer la piel
y reducir los daños solares. Esta tendencia, lejos de proteger,
puede agravar los riesgos para la salud cutánea,
acelerar el envejecimiento y aumentar la probabilidad de cáncer.
Todavía hay muchos mitos y falsas creencias en torno a la
exposición solar, pero la ciencia es clara: no existe ningún tipo
de callo que haga la piel resistente al daño solar.

El llamado ‘callo solar’ hace referencia al supuesto
endurecimiento de la piel después de una
exposición frecuente y gradual al sol. Según sus defensores, la
piel “aprende” a protegerse mejor de los rayos UV. En realidad,
este concepto no tiene base científica sólida ni
en dermatología ni en medicina preventiva y surgió de la creencia
popular de que, con el tiempo, la piel desarrolla una especie de
armadura contra el sol, como si fuera una coraza semejante a la de
algunos animales. Pero la verdad es muy distinta: cada
exposición deja huella en el ADN cutáneo
, y ese daño es
acumulativo y, muchas veces, irreversible. El aspecto bronceado no
es un signo de salud, sino una manifestación externa del estrés
oxidativo que afectan a las células más profundas.

Efectos dañinos de la radiación solar

La radiación solar provoca mucho más que un
bronceado superficial. Los rayos UV (ultravioletas), la luz visible
y el infrarrojo penetran en distintas capas de la
piel y generan alteraciones celulares con consecuencias graves a
largo plazo. Estos cambios pueden pasar desapercibidos al
principio, pero su impacto se hace visible con el tiempo. Los daños
más comunes incluyen quemaduras solares, manchas, arrugas
precoces, pérdida de elasticidad, e incluso alteraciones
inmunológicas.
La piel no solo se vuelve más frágil,
también pierde capacidad de reparación.

Mutaciones en el ADN y cáncer de piel

El mayor riesgo de la radiación solar es el daño directo
en el ADN de las células cutáneas,
porque cuando la
reparación celular falla por exceso de exposición o repetición de
daños, aumentan los errores genéticos, los cuales
pueden acumularse con los años. Numerosos estudios muestran que el
cáncer de piel, tanto melanoma como carcinoma,
guarda relación directa con la exposición a rayos UV. La mayoría de
los casos de melanoma en Europa surgen por exposiciones
intermitentes y quemaduras en la infancia y adolescencia. Tener la
piel bronceada no protege de nada, y sí dispara la posibilidad de
mutaciones malignas en las células de la epidermis y la dermis.

Foto Freepik

Envejecimiento acelerado y daño a largo plazo

El sol es el principal responsable del
fotoenvejecimiento: arrugas profundas, flacidez,
manchas marrones y textura áspera. Con cada exposición se rompen
fibras de colágeno y elastina, fundamentales para la firmeza y
juventud del rostro. La piel pierde agua con facilidad, gana un
aspecto acartonado y aparecen líneas de expresión antes de tiempo.
El daño estructural, una vez instalado, puede requerir años de
tratamiento y nunca se corrige al cien por cien. La piel recuerda
cada minuto bajo el sol, aunque los efectos no sean visibles hasta
décadas después.

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Mitos frecuentes y realidades sobre la exposición progresiva al
sol

Uno de los mitos más repetidos es que la piel, como la de los
animales, se adapta gradualmente y llega a tolerar el sol sin
consecuencias, nada más lejos de la realidad. Los humanos
carecen de las protecciones biológicas naturales
de mamíferos adaptados al desierto o la sabana. El llamado
“callo solar” sólo es la repetición de microdaños
, una
tolerancia aparente que avanza hacia lesiones irreparables. Otro
error es pensar que exponerse poco a poco garantiza mayor
seguridad. La piel pigmentada (morena) resiste mejor, pero no es
invulnerable. Todos los tipos de piel, incluso los más oscuros,
pueden quemarse y desarrollar cáncer.

Por otro lado, la prevención empieza por evitar las horas punta
de radiación, entre las 12 del mediodía y las 4 de la tarde. Por
ese motivo, es fundamental usar un buen
fotoprotector de forma generosa y repetir la
aplicación cada dos horas, incluso en días nublados.
Identificar el fototipo ayuda a elegir el factor
de protección adecuado, pero nunca debe ser excusa para exponerse
más tiempo. Usar ropa protectora, gorras y gafas de sol completa
las barreras físicas contra los daños solares.

Protegerse, informarse y adoptar rutinas sostenibles evita males
mayores y reduce el riesgo de cáncer y envejecimiento prematuro. La
piel solo tiene una vida. Cuidarla es invertir en bienestar,
belleza y futuro.

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