#Salud: Lavar los frutos secos antes de comerlos es más importante de lo que crees, y esta es la razón

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Los frutos secos ocupan un espacio irremplazable en la dieta
moderna. Su concentración en grasas saludables, proteínas y
vitaminas los hace imprescindibles para quienes buscan energía de
calidad y nutrientes esenciales. Aun así, hay un detalle que
millones pasan por alto: el sencillo acto de lavarlos antes de
consumirlos. Este pequeño paso marca una diferencia en cómo el
cuerpo los aprovecha, en la salud intestinal y en la
seguridad alimentaria.

La realidad es que hasta los frutos
secos
más apetecibles pueden arrastrar riesgos ocultos y
compuestos que alteran su efecto en el cuerpo. Conocer y aplicar
las mejores prácticas comienza aquí.

Motivos
para lavar los frutos secos antes de consumirlos

En apariencia, muchos frutos secos llegan a la mesa limpios y
listos para comer. Pero detrás hay un proceso agrícola y logístico
donde entran en contacto con suelo, polvo, pesticidas y
microorganismos. Incluso productos certificados y procesados pueden
portar residuos de cultivos, además de partículas del ambiente y
gérmenes. El enjuague elimina parte de esta carga, mientras que el
remojo prolongado despierta beneficios aún
mayores
.

El remojo, además de higienizar, reduce la presencia de
compuestos naturales conocidos como
antinutrientes. Estos compuestos obstaculizan la
absorción de minerales en el cuerpo. Al dejar los frutos secos en
agua filtrada durante horas, se activan enzimas que ayudan a
descomponer esas barreras. El resultado es una textura más suave,
un sabor más puro y una sensación digestiva ligera. Se produce una
especie de “activación” que potencia sus propiedades saludables,
haciendo que el cuerpo los procese con mayor facilidad.

Además, existe el peligro silencioso de bacterias, virus o mohos
que pueden crecer en el transporte y almacenamiento. Diversos
brotes alimentarios han tenido como origen frutos secos
contaminados, incluso en países industrializados. Factores como la
humedad, el calor y la falta de higiene en la manipulación
favorecen estos riesgos. Saltarse el paso del lavado es una apuesta
innecesaria cuando se busca salud y nutrición
óptimas
.

Reducción
de antinutrientes y mejor absorción de minerales

Detrás de cada nuez, almendra o avellana hay más que grasas y
proteínas. Existen fitatos y oxalatos, moléculas
naturales presentes en la piel y el interior del fruto seco. A
pesar de su origen vegetal, su acción en el organismo resulta menos
beneficiosa: tienden a “capturar” minerales clave, como
hierro, calcio y magnesio, complicando su
absorción intestinal. Esto limita el verdadero potencial
nutricional del alimento.

El remojo con agua filtrada, a temperatura
ambiente, ayuda a desmontar esa trampa. El agua diluye los
antinutrientes, haciéndolos solubles y favoreciendo su eliminación.
Esta transformación es un puente directo hacia un mejor
aprovechamiento de cada mineral, sobre todo en dietas vegetarianas,
veganas o con necesidades especiales de micronutrientes. Además,
muchas personas descubren que frutos secos remojados resultan menos
“pesados” y menos flatulentos, lo que mejora la comodidad digestiva
tras su consumo.

A mayor absorción de nutrientes, mayor beneficio concreto de
cada puñado consumido. Este método eleva el perfil nutricional de
los frutos secos y facilita su integración en menús balanceados,
sin riesgos ni pérdida de calidad.

Foto Freepik

Disminución
del riesgo de patógenos y contaminantes

Los frutos secos, aún secos y envasados, son un medio donde
pueden sobrevivir microorganismos. Procesos industriales como el
horneado, el tueste o incluso la irradiación logran reducir la
carga bacteriana, pero no siempre la eliminan por completo. Casos
de salmonelosis, infecciones por E.
coli
y hepatitis A han sido rastreados hasta lotes de
frutos secos contaminados, tanto en supermercados como en mercados
artesanales.

Los frutos secos sin lavar concentran restos de pesticidas y, en
ocasiones, micotoxinas. Estas toxinas, generadas por mohos del
ambiente, son resistentes al calor y representan un riesgo para
órganos vitales si se consumen de forma continuada. No hacen falta
grandes cantidades: la exposición baja pero constante puede ser
preocupante, sobre todo en niños, adultos mayores o personas
inmunodeprimidas.

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Lavar y remojar minimiza la presencia superficial de
microorganismos y toxinas. Este simple gesto refuerza la
seguridad alimentaria en casa, ofreciendo un nivel
de protección extra sin alterar el perfil nutricional básico,
siempre que el proceso se realice con higiene y seque adecuadamente
el fruto seco antes de almacenarlo o consumirlo.

Cómo
lavar y remojar los frutos secos de forma correcta

Incorporar el lavado de frutos secos a la rutina diaria es tan
sencillo como eficaz. Basta con seguir unos pasos concretos para
maximizar higiene y valor nutricional. El primer paso siempre será
enjuagar los frutos secos bajo agua fría, removiendo cualquier
partícula visible y arrastrando polvo o residuos.

El siguiente paso, recomendado en la mayoría de frutos secos
(menos pistachos o anacardos, que rara vez requieren remojo largo),
consiste en sumergirlos en agua filtrada. Se emplea un bol grande,
añadiendo los frutos secos y cubriéndolos con el doble de agua. Si
se busca un resultado aún más completo, algunas personas agregan
unas gotas de vinagre de manzana para potenciar el efecto
antimicrobiano.

El tiempo de remojo suele oscilar entre 6 y 12
horas, dependiendo del tipo. Para almendras y nueces, se recomienda
dejar reposar toda una noche. No hace falta refrigerar si el
ambiente es fresco, pero hay que tirar el agua utilizada una vez
transcurrido el tiempo. Es fundamental enjuagar nuevamente, ahora
con más esmero, y escurrir el exceso de líquido.

Cuando no se consumen al momento, es preferible secar los frutos
secos a baja temperatura, unos 150 °C durante 15 a 20 minutos,
hasta que recuperen su textura crujiente. Un deshidratador cumple
la misma función. Así se garantiza que el proceso no favorezca la
aparición de moho y que los frutos secos se mantengan en perfecto
estado para el consumo o almacenamiento.

Quienes buscan conservar la textura crujiente también pueden
tostarlos después del remojo. Esto realza su sabor y convierte el
resultado en un snack apetecible y saludable.

Algunos frutos secos no
requieren remojo prolongado por su composición o porque suelen
venir ya procesados, como pistachos o anacardos. Aun así, lavarlos
brevemente es una medida básica de precaución, ideal para quienes
buscan una alimentación consciente.

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