La historia de Delimar Vera golpeó los
titulares, desbordó noticieros y sacudió a la sociedad con su
inesperado giro. En 1997, un incendio en Filadelfia cambió para
siempre la vida de Luz Cuevas, ya que durante años, le dijeron que
su bebé había muerto. Sin embargo, su fe inquebrantable y su dolor
la empujaron a cuestionar todo y a buscar respuestas que muchos
creían imposibles. Hoy, el caso sigue siendo relevante, porque
revela tanto los peligros del secuestro infantil
como la fuerza de una madre dispuesta a todo por la verdad.
El incendio y la noche que lo cambió todo
La madrugada del 15 de diciembre de 1997 parecía tranquila en la
casa de Luz Cuevas y Pedro Vera, pero un incendio repentino arrasó
la vivienda, sumiendo a la familia en una desesperación absoluta.
Delimar tenía apenas 10 días de vida y cuando los bomberos
terminaron su labor, no había rastro de la bebé. Los peritos
concluyeron que fue “consumida por el fuego”.

Las autoridades cerraron la investigación basados en informes
forenses, donde nadie cuestionó la conclusión, salvo Luz. A pesar
del dolor y el consejo de quienes la rodeaban, su corazón de madre
se negó a aceptar la versión oficial.
Años después, la verdad comenzó a salir a la luz y superó
cualquier novela de misterio. Carolyn Correa, una
prima lejana de la familia, había visitado la casa poco antes del
incendio, pero nadie sospechó de ella en ese momento. Correa fingió
un embarazo y, tras el siniestro, “dio a luz” a una niña con las
mismas características que Delimar. Su plan fue tan cuidadoso que
logró mantener a la bebé cerca, incluso presentándola ante
la familia bajo una identidad falsa.
Los indicios pasaron desapercibidos: fotos manipuladas,
documentos alterados y comportamientos extraños. Pero el secreto
tenía las patas cortas. Mantener esa mentira exigía muchas
renuncias y el miedo constante a ser descubierta.
Sospechas persistentes de Luz Cuevas
Nada detuvo a Luz Cuevas, puesto que la mayoría habría aceptado
la tragedia y seguido adelante, pero ella sentía que su hija seguía
viva. Durante años, enfrentó comentarios, diagnósticos y burlas.
Esa “locura” fue, en realidad, su mayor fortaleza.
Siguió investigando, preguntando y visitando barrios y fiestas
donde creía ver algún parecido.
No hubo evidencia científica, pero sí una convicción feroz que
consiguió sostener la búsqueda. La intuición materna, tantas veces
menospreciada, resultó más certera que cualquier peritaje.
Prueba de ADN y la caída del engaño
El destino hizo de las suyas en 2004, durante una fiesta
infantil. Luz Cuevas vio a una niña y supo, sin lugar a
dudas, que era su hija, por lo que no dudó en tomar un
cabello de Delimar, ahora llamada Aaliyah. Finalmente, una prueba
de ADN confirmó lo que su corazón nunca dudó y la justicia comprobó
lo que parecía imposible: Delimar Vera estaba viva.
Carolyn Correa intentó manipular la prueba de ADN, incluso
usando saliva artificial, pero la verdad ya era imparable. La
policía intervino, y la familia pudo abrazar, tras siete años de
angustia, a la niña que les arrebataron.

Las secuelas del secuestro
El regreso de Delimar no fue mágico ni sencillo. La niña creció
con una identidad diferente, convencida de que su secuestradora era
su madre. El proceso de reconstrucción fue desafiante; cada uno
tuvo que redefinirse en un entorno lleno de amor, pero también de
cicatrices.
La justicia condenó a Carolyn Correa, quien
terminó en prisión. El caso puso a prueba el sistema legal y
forense, destacando la importancia de las pruebas de ADN y el
seguimiento de sospechas maternas. La familia tuvo que aprender a
convivir con la experiencia y a reconstruir la confianza.
En Estados Unidos, cada año se reportan unos 55,000 casos de
secuestros infantiles. De estos, los relacionados con bebés son de
los más complejos. Casi siempre, la persona responsable es una
mujer que finge embarazo o busca reemplazar una pérdida.
Desde 1964, se han registrado 329 secuestros de
bebés menores de un año relacionados con hospitales o
domicilios. En la mayoría de casos, los secuestradores son
conocidos de la familia o aprovechan situaciones de
vulnerabilidad.
El desarrollo de pruebas forenses, alertas AMBER y la
cooperación interinstitucional han hecho posible resolver más
casos. Sin embargo, siguen existiendo peligros y la prevención es
clave: vigilancia en hospitales, educación familiar y la rápida
denuncia son algunas de las herramientas más efectivas para
proteger a los niños.



