#Salud: “No vas a robar nunca más”

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Durante el fin de semana, una escena denunciando la
inseguridad
: un ladrón fue capturado por un grupo de
vecinos en Argentina, despojado de su ropa y obligado a caminar
desnudo por la calle como castigo ejemplar. Las imágenes
recorrieron las redes, reavivando un debate central en Argentina:
la justicia por mano propia frente a la ola de robos y la
desconfianza en la respuesta policial.

En la tarde del incidente, un joven fue sorprendido intentando
huir con una garrafa, una hidrolavadora y una carretilla sustraídas
de una casa. Los vecinos lo atraparon en plena fuga y, sin dudarlo,
lo confrontaron a viva voz, cansados de sentirse víctimas
recurrentes y ante la ausencia policial, decidieron tomar el
control de la situación.

Le ordenaron quitarse la ropa y lo obligaron a caminar
desnudo por la vía pública
. No hubo clemencia y la
vergüenza se convirtió en el arma elegida por el barrio para
castigar a quien, en su percepción, ya había cruzado una línea sin
retorno. En el vídeo, se escucha una frase contundente: “No vas a
robar nunca más”, acompañada de advertencias destinadas a todos los
que pensaran en repetir ese delito.

Estas imágenes no tardaron en viralizarse, generando apoyo y
polémica en partes iguales. Algunos aplauden el accionar vecinal
como único freno al delito, otros lo ven como el resurgimiento de
prácticas peligrosas.

Foto redes sociales

La justicia por mano propia

Que los ciudadanos decidan actuar por cuenta propia no es un
capricho ocasional. En muchos barrios, la policía se percibe
erosionada por la falta de patrullajes, cámaras de seguridad poco
efectivas y detenidos que recuperan la libertad poco después de ser
capturados.

Ante la sensación de abandono, crece una lógica
donde la comunidad siente la necesidad de protegerse y aparece un
acuerdo tácito: el cuidado de la seguridad pasa a manos de los
mismos que, minutos antes, eran simples vecinos y ahora asumen el
papel de jueces y verdugos.

Estas acciones suelen centrarse en la humillación
pública del delincuente
como modo de advertencia, pero
pueden ir mucho más allá. En ocasiones, se suman insultos,
agresiones físicas y grabaciones que circulan por redes,
amplificando el mensaje de “esto no pasa impune”. Para muchas
familias, la justicia formal parece una promesa vacía.

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El rol de la humillación pública

Desnudar a quien roba busca mucho más que una reacción
momentánea, es un acto pensado para romper la dignidad del autor
del delito y enviar una señal de escarmiento. No solo al ladrón
atrapado, sino al resto del barrio y a posibles futuros
infractores.

Este método recurre a la vergüenza como
sanción, y en los últimos años se han multiplicado situaciones
similares: desde obligar a cantar el himno o canciones infantiles
hasta grabar confesiones en video. El castigo social se convierte
en un espectáculo, y a veces, el morbo de la humillación pública
parece tener más peso que la propia recuperación de los bienes.

La humillación pasa a ser una herramienta tan poderosa como
cuestionable, mezclando deseos legítimos de justicia con la
exposición extrema y la venganza directa.

La viralización en redes sociales

Muchos vecinos comparten estos vídeos para visibilizar el
desgaste con la inseguridad; otros los usan para alertar a posibles
delincuentes que la paciencia social llegó a su límite. Sin
embargo, estas publicaciones también pueden fomentar imitaciones y
provocar que se repitan castigos similares en otros lugares.

La viralización transforma lo local en viral, y mientras unos
ven en esta muestra de control social un ejemplo a seguir, otros
avisan sobre el riesgo de caer, poco a poco, en prácticas fuera de
la ley.

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