#Salud: Dos malos hábitos por la mañana y por la noche impiden la pérdida de grasa

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Nadie puede subestimar el poder de los hábitos diarios en la
salud y la composición corporal. Perder grasa no depende solo de lo
que se come o se quema en el gimnasio, sino también de acciones
cotidianas que muchas veces pasan desapercibidas. Algunos gestos
sencillos en la mañana y al final del día pueden definir si el
esfuerzo tiene resultados visibles o si la grasa insiste en
quedarse. Identificar y transformar ciertas rutinas marca la
diferencia entre el estancamiento y el avance real.

Malos
hábitos matutinos que dificultan la pérdida de grasa

La rutina de cada mañana puede impulsar o bloquear el
metabolismo durante horas. Aunque parezca inofensivo, basta con
seguir dos costumbres muy comunes para empezar el día poniendo
obstáculos al proceso natural de quema de grasa. Estos hábitos afectan
cómo funciona el cuerpo, la manera en que regula el apetito y la
capacidad de controlar el consumo calórico a lo largo del día.


Saltarse el desayuno o consumir alimentos de bajo valor
nutricional

Omitir el desayuno parece una solución fácil cuando se busca
reducir calorías, pero suele ser una trampa. Saltar esta comida
altera la producción de hormonas importantes como la
grelina (que aumenta el hambre) y la
leptina (que disminuye la saciedad). El resultado
suele ser un descontrol en el apetito, que empuja a muchas personas
a ingerir más calorías al mediodía o en la tarde, normalmente
eligiendo alimentos ultraprocesados y ricos en
azúcar.

Comenzar el día con productos como bollería industrial, barras
azucaradas o bebidas endulzadas lleva a picos y caídas rápidas del
nivel de
azúcar en sangre
. Esta montaña rusa desencadena ataques de
hambre que se arrastran hasta la noche. En cambio, un desayuno alto
en proteínas (como huevos, yogur griego con frutos
secos o un batido de proteínas) favorece la saciedad, equilibra el
metabolismo y evita el picoteo innecesario.


Falta de exposición a la luz solar y baja actividad física
en la mañana

El despertar bajo techo y pasar las primeras horas del día sin
asomarse al sol debilita el metabolismo poco a poco. La luz
natural
activa la producción de serotonina y ayuda a
regular el reloj biológico, lo que influye directamente en el
almacenamiento y quema de grasa. Además, la síntesis de
vitamina D depende de esta exposición y su déficit
se relaciona con mayor dificultad para perder peso.

En paralelo, el sedentarismo al inicio del día genera un gasto
energético bajo y menos disposición para moverse el resto de la
jornada. Un cuerpo que no se activa temprano tiende a ahorrar
energía y almacenar grasa. Caminar unos
minutos, estirarse o activar el cuerpo con movimientos sencillos
puede marcar la diferencia entre un metabolismo lento y uno
eficiente.

Foto Freepik

Malos
hábitos nocturnos que frenan la reducción de grasa

Lo que ocurre en las últimas horas de la jornada tiene una
repercusión profunda sobre el metabolismo nocturno y el control de
grasa. Dos comportamientos especialmente extendidos (pero ignoran
que el cuerpo sigue procesando calorías incluso mientras se
descansa) pueden sabotear cualquier esfuerzo diario.

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Cenar
tarde o elegir comidas pesadas, ricas en azúcares o
grasas

Comer cerca de la hora de dormir no solo deja poco margen al
cuerpo para quemar energía antes del reposo, sino que altera el
ritmo natural de insulina y otros reguladores
metabólicos. Las cenas copiosas y cargadas de
grasas o azúcares provocan una
mayor acumulación de grasa, sobre todo en la zona abdominal.

El cuerpo, al no poder procesar ni utilizar toda esa energía
antes de dormir, la convierte en reservas que se sitúan
preferentemente donde más cuesta eliminarlas. Optar por cenas
ligeras con proteínas magras y vegetales mantiene estable el nivel
de glucemia y favorece la
recuperación muscular
y la oxidación de grasas
durante la noche.


Uso de pantallas antes de dormir y sueño insuficiente o de
mala calidad

El hábito de mirar el móvil, la televisión o trabajar con el
ordenador hasta tarde interfiere directamente con la
melatonina, la hormona que regula el sueño. La
luz azul emitida por estos dispositivos engaña al
reloj biológico, retrasando el descanso y fragmentando la calidad
del sueño.

Cuando el cuerpo no descansa lo suficiente, eleva los niveles de
cortisol y altera el equilibrio entre
grelinina y leptina,
intensificando el apetito y empujando a comer más al día siguiente.
Este ciclo de mal sueño y más hambre favorece el aumento de la
grasa abdominal y reduce la capacidad de mantener
un déficit calórico, condición básica para perder grasa.

Construir una rutina diaria que potencie la
pérdida de grasa
no requiere medidas extremas, sino ajustes
conscientes y sostenibles en pequeños detalles al comenzar y cerrar
el día. Cambiar un desayuno pobre por uno nutritivo, salir unos
minutos a tomar el sol por la mañana, adelantar la cena y respetar
horarios de sueño son pasos que transforman la salud metabólica y
mejoran los resultados visibles. Será cada persona quien, con
información en mano, decida si deja que estos hábitos limiten su
progreso o los reemplaza para sentirse y verse mejor. Cada día es
un nuevo comienzo.

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