Jonathan Wheatley estaba en su cuarta temporada en la Fórmula 1 como mecánico en 1994, después de haber comenzado trabajando en el coche de Roberto Moreno en Benetton, antes de que el brasileño fuera sustituido por Michael Schumacher.
Eso le dio un asiento privilegiado para presenciar los primeros compases de lo que prometía ser una de las grandes rivalidades del automovilismo… hasta que la tragedia golpeó en Imola durante el fin de semana del Gran Premio de San Marino, hace 31 años.
Quienes no vivieron aquella época en la F1 tienden a verla como una era de competencia despiadada, marcada por intrigas políticas y técnicas. El equipo Benetton pasó buena parte de ese año bajo sospecha de haber infringido el reglamento.

En pista, los duelos entre Schumacher y Ayrton Senna —el joven ambicioso contra el gran campeón consagrado— encajaban a menudo en ese relato de enfrentamiento amargo. Ambos solían quejarse abiertamente del comportamiento del otro al luchar por posición.
Pero Wheatley, ahora jefe de equipo en Sauber, recuerda un ambiente completamente distinto tras bambalinas.
“En 1994 teníamos una relación constante,” contó en el pódcast Beyond the Grid de F1. “Michael marcaba la pole, y cuando Ayrton salía del garaje, yo le enseñaba el cartel con el tiempo de Michael”.
“Él levantaba la visera, sacudía la cabeza, la bajaba. Entraba, hacía una vuelta más rápida que Michael, y luego me miraba desde el muro como diciendo: ‘¿Dónde está mi tiempo [en el cartel]?’”.
“Había una camaradería que quizás la gente no conoce. No es solo una competencia feroz con los demás. Estás constantemente en contacto con ellos”.
Los hechos del fin de semana del Gran Premio de San Marino sacaron a la luz ese sentimiento de unión que se vivía en secreto: en los días previos al accidente mortal de Senna en carrera, el 1 de mayo, Rubens Barrichello había salido ileso de un fuerte choque contra las barreras durante los entrenamientos del viernes, y Roland Ratzenberger había fallecido el sábado cuando el alerón delantero de su Simtek se desprendió a gran velocidad.
La F1 de entonces era muy distinta a la actual para el personal del paddock: no existían toques de queda que limitaran las horas de trabajo, y entre los mecánicos jóvenes imperaba una ética de trabajo duro y fiesta dura. Lo ocurrido en Imola fue un recordatorio brutal de los riesgos inherentes al automovilismo de primer nivel.
“Imola 1994 es el peor fin de semana que puedo recordar”, dijo Wheatley. “Todavía tengo muy presentes las emociones”.
“Conservo muchas cosas de aquel ’94 porque, para mí, como joven, fue un punto de inflexión. Recuerdo perfectamente a Mick Cowlishaw, el jefe de mecánicos de [Benetton], acercándose a mí, poniéndome la mano en el brazo —porque sabía la relación que tenía y cómo lo vivía— y diciéndome que [Senna] se había ido”.
“Aquel fin de semana estuvo lleno de momentos duros. El accidente de Rubens, cuando se tapa la cara con las manos en el momento del impacto contra las barreras… Esa imagen es increíble. Muestra al ser humano dentro del coche”.
“Luego Roland. Recuerdo verlo por televisión y entender al instante que no era un accidente normal —era algo muy, muy grave. Y en la carrera, JJ [Lehto] se queda parado en la parrilla, el impacto enorme que causa la bandera roja…”
“Después [Michele] Alboreto pierde una rueda en el pitlane y la tuerca golpea a mi mecánico número uno, le corta la pierna. La rueda entra en el box de Lotus y golpea a alguien allí… y luego llega el accidente de Senna en carrera”.
“No queríamos subirnos al avión. Recuerdo que estábamos sentados en la sala del aeropuerto en silencio. A los de Williams acababan de comunicarles lo de Ayrton, y ninguno de nosotros quería volar —‘¿Qué será lo siguiente que ocurra?’”.
En este artículo
Stuart Codling
Fórmula 1
Michael Schumacher
Ayrton Senna
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