#Deportes: Las mentalidades opuestas de los pilotos de McLaren: ¿fortaleza o debilidad? #F1

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Los jugadores de póker tienen una palabra para describir la reacción de Lando Norris ante la adversidad: “leaky” (con fugas). En un juego de faroles, dejar que las emociones se manifiesten hacia el exterior es, sin duda, una desventaja y una debilidad.

¿Pasa lo mismo en la Fórmula 1? Hay quienes así lo creen: un mundo despiadado donde todo se decide en milésimas y por puro interés propio, donde los protagonistas asumen riesgos que requieren una fe absoluta en sus capacidades. Aquí no hay sitio para los (horrible palabra) “blanditos”.

Así, se ha puesto de moda burlarse del auto-flagelante hábito de Norris. Las filas de críticos que lo acusaron de “venirse abajo” al final de la temporada pasada han crecido, y ahora interpretan su expresión sombría, la autocrítica sin filtros y su lenguaje corporal inquieto tras los últimos grandes premios como una capitulación en la lucha por el campeonato.

“Me lo pongo muy difícil a mí mismo”, dijo tras el Gran Premio de Arabia Saudí del pasado fin de semana, segunda carrera consecutiva en la que los errores le costaron el liderato del campeonato. Pero más significativos para quienes analizan su mentalidad fueron sus hombros caídos y su tono de voz, casi de cachorro regañado.

Mientras Norris es un caso atípico en un mundo que suele ocultar sus inseguridades, su compañero en McLaren se sitúa en el extremo opuesto del espectro. Es tan tranquilamente imperturbable que a veces parece que habría que comprobarle el pulso.

“La gente lo olvida rápido, pero el año pasado fue solo su segunda temporada, y ahora está en la tercera – es muy sólido, muy tranquilo en su enfoque. Me gusta eso”, dijo Max Verstappen tras la carrera en Arabia Saudí.

Oscar Piastri, McLaren

“También se nota en pista: rinde cuando debe, comete poquísimos errores, y eso es lo que necesitas si quieres luchar por el título”.

Dejando de lado hasta qué punto esas palabras de Max fueron un movimiento estratégico para ganar ventaja psicológica sobre Lando, lo cierto es que el rostro impasible de Oscar también es, en parte, una construcción cuidada. Según él mismo, necesita canalizar su energía de cierta manera para alcanzar su máximo rendimiento…

El contraste entre los dos pilotos de McLaren es fascinante, y un tema al que los periodistas regresan una y otra vez. La más reciente fue en los días previos a la cita en Arabia Saudí, cuando un periodista alemán preguntó a Piastri si alguna vez había tenido una reacción emocional dentro del coche.

“Ha habido un par de veces a lo largo de mi carrera”, respondió, “y sí, creo que cuando las emociones son negativas, tienen un impacto negativo, por eso intento… me sale de forma algo natural mantener la calma, estar relajado, pero también hay mucho trabajo consciente detrás”.

“También hay emociones positivas – después de China, si me hubieras visto la cara con una cámara, estaba realmente emocionado”.

“Probablemente hay más de lo que se ve bajo el casco, pero así es como yo lo afronto”.

Lando Norris, McLaren

El contraste entre la reacción de Piastri a su trompo en Melbourne y las respuestas de Norris a sus distintos reveses esta temporada es evidente. Pero ¿eso realmente indica una simple dicotomía entre fortaleza y debilidad?

En la parrilla actual de la F1 también hay una parte de formación detrás de estas máscaras de tipo duro. Verstappen, como es bien sabido, fue abandonado en la carretera por su padre tras perder una carrera de karts.

Incluso quienes defienden la “escuela de la vida” podrían admitir, aunque sea en voz baja, que poco hay que celebrar en eso.

Piastri está representado por Mark Webber, quien en su día tuvo que repartir pizzas y cortar leña para financiar sus pasos en el automovilismo a finales de los años 90.

No era precisamente una flor delicada: durante su carrera, Webber era famoso por meterse en la cabeza de sus compañeros y quedarse ahí. Como compañero de equipo de Nico Rosberg en Williams, pronto logró que prácticamente todo el equipo se refiriera al alemán como “Britney”, para desesperación de este.

No es de extrañar que Max, como apunte final a su elogio hacia Oscar, citara a Webber como una influencia positiva.

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“Creo que tener a Mark a su lado le ayuda mucho”, dijo el campeón del mundo. “Está bien, porque uno aprende de su propia carrera – eso es lo que tuve yo con mi padre. Y ahora Mark guía a Oscar”.

La confianza es, naturalmente, un requisito indispensable para cualquier piloto. Pero tal vez sea un error interpretar los momentos vulnerables de Norris como una señal de que le falta confianza.

“Quiero hacer la pole, quiero ganar, quiero ser perfecto”, dijo esta semana en el pódcast oficial de la F1 con Tom Clarkson. “Y creo que tengo que aceptar un poco más que no voy a ser perfecto, y que estoy cometiendo errores precisamente porque intento ser perfecto, y no al revés”.

La fe de Ayrton Senna en sí mismo rozaba lo mesiánico, y aun así, según quienes lo conocían bien, con el tiempo reconoció que sacar de pista a Alain Prost en la primera curva del GP de Japón de 1990 fue cruzar una línea inadmisible.

Los jugadores de póker más veteranos podrían ver en esto, y en algunas acciones de Verstappen bajo presión, señales de tilt: ese estado mental en el que, más allá del rostro impasible, la frustración provoca decisiones poco acertadas.

Sería raro encontrar a un deportista de élite sin demonios. La mayoría simplemente se los reserva para sus autobiografías.

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