#Salud: Un oso provoca pánico al correr entre los clientes de un supermercado

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Cuando uno entra al supermercado, espera encontrar verduras
frescas, pan recién hecho y gente a la que solo le interesa buscar
ofertas. Lo que nadie imagina es cruzarse con un oso de más de un
metro en pleno pasillo de carnes, como sucedió hace poco en la
ciudad japonesa de Akita. Esta escena, que parece sacada de una
película, dejó a empleados y compradores en estado de
pánico, mostrando cómo la naturaleza y la vida
urbana pueden toparse de frente en los lugares más cotidianos.

Era un día común hasta que un oso decidió que el supermercado
era el mejor sitio para buscar comida. Con una lógica simple y
poderosa: si tiene hambre, irá donde encuentre alimento, incluso si
eso implica atravesar puertas automáticas y caminar sobre
baldosas resbaladizas. En pocos segundos, la situación se volvió
caótica y el oso no solo deambuló entre góndolas y refrigeradores,
sino que también atacó a un empleado de 47 años
que intentó protegerse, resultando herido en la cabeza.

Se vivieron momentos de gritos, carreras y nervios de acero. Los
clientes, que apenas alcanzaban a entender lo que pasaba, se
refugiaron como pudieron. Algunos corrieron al área de almacén,
otros buscaron resguardo bajo las cajas. En cuestión de minutos, la
tranquilidad habitual del lugar se vino abajo. El miedo era tan
reciente como real: los animales salvajes no entienden de horarios
ni de zonas urbanas.

¿Por qué los
osos llegan a la ciudad?

Lo que más sorprende no es solo el hecho, sino su
frecuencia creciente. En Japón, y también en otras
partes del mundo, los encuentros entre osos y humanos ya no son
hechos aislados y las razones apuntan a cambios que vienen dándose
en el entorno natural:

  • Alteraciones en el clima que modifican
    las temporadas de floración y polinización, afectando las fuentes
    de comida.
  • Menos disponibilidad de frutos, bayas y peces en los bosques y
    ríos cercanos.
  • Pérdida de hábitats por la expansión de
    las ciudades hacia zonas rurales.
  • Animales forzados a recorrer más kilómetros en busca de
    alimento fácil, lo que los acerca a zonas urbanas.

Para un oso, una carnicería repleta ofrece lo que su estómago
necesita con mucho menos esfuerzo que buscar en el bosque.

Respuesta
de las autoridades y destino del animal

Tras el ataque y el caos, la reacción no tardó. Las autoridades
usaron drones, colocaron trampas en los alrededores con
miel
y manzanas, los mayores manjares para un oso hambriento.
El animal
fue capturado y sacrificado al considerar que
representaba un peligro para las personas.

Sin embargo, este caso no es único. El año pasado, la región de
Akita ya había marcado un récord de ataques de
osos en Japón. A nivel nacional se reporta un aumento de estos
incidentes, que dejan no solo heridos sino pérdidas en propiedades
y mercancías.

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Un fenómeno
global que traspasa fronteras

Japón no es el único país que lidia con osos curiosos y
hambrientos. En ciudades de Estados Unidos, como Los Ángeles, estos
animales han protagonizado historias similares. Oseznos de más de
50 kilos pasean por los supermercados como cualquier otro cliente,
solo que buscan carne y no descuentos.

En algunos casos, se usan sedantes para dormir a los animales y
devolverlos a su hábitat natural. Pero a veces, si el oso parece
acostumbrarse a la presencia humana o muestra comportamientos
peligrosos, termina sacrificado. Cada encuentro deja claro cuán
delgada es la línea entre la vida salvaje y la
ciudad
.

¿Qué
hay detrás del aumento de estos incidentes?

El cambio climático figura como uno de los
responsables directos, alterando los hábitos de animales y
desplazando sus fuentes de alimento. Un entorno boscoso que se va
achicando por las construcciones y el avance imparable de las urbes
deja cada vez menos espacio para que los osos puedan vivir lejos de
los humanos.

A esto se suma el impacto de la pandemia, ya que durante el
confinamiento, menos personas transitaban por las calles, lo que
dio más libertad a los animales para explorar espacios urbanos. Al
reactivarse la vida social, los encuentros se hicieron más
frecuentes, y tanto personas como animales se han visto obligados a
reaprender cómo convivir.

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