La estructura que se erige pasa desapercibida al transeúnte y lo mismo puede ocurrirle al joven residente de Cristo Rey, porque hoy, donde antes estaba el recinto clandestino de torturas más temido de la dictadura, conocido como cárcel La 40, hay una parroquia, una escuela o, como dijera Zoila González, una de las residentes del populoso sector de Santo Domingo: “Una enfermería, un instituto, un centro comunitario”.
Justo en la parte frontal de la Parroquia San Pablo Apóstol, anclada en lo que antes fue la calle La 40 y que hoy se denomina avenida Los Mártires en honor a los que perdieron la vida bajo la tutela del tirano Rafael Leónidas Trujillo y secuaces, hay murales que recrean la historia de lo ocurrido.
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