Me gusta ver a la Policía Nacional patrullando por mi barrio. También que la Guardia Civil esté en la autopista cuando hay un accidente. Por supuesto, observar a la Policía Municipal intentando ordenar un atasco. Y exactamente igual cuando los Mossos o la Ertzaintza vigilan los edificios oficiales. Me siento bien cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están presentes. Es la misma sensación que unas buenas farolas en una calle oscura o una gasolinera abierta en plena noche en una carretera secundaria. Seguridad ante eventuales peligros.
Hoy ya no son imaginaciones, las peores amenazas son reales. Algunos de nuestros socios europeos no tienen ni la menor duda. Rusia invadió Ucrania por segunda vez hace tres años y en esta ocasión, los polacos tuvieron claro que su frontera estaba amenazada y había que prepararse. Algo parecido sintieron en Noruega o Finlandia, lo que llevó a este último país a unirse hace unos meses a la OTAN para proteger sus lindes con los rusos. Las repúblicas bálticas, Estonia, Lituania y Letonia, saben lo que es ser invadidas por Rusia y desde 2022 están listas para un eventual ataque. Esa frontera está al rojo vivo, pero la del sur con África no está precisamente fría.
Si alguien ve muy improbables y lejanos esos puntos calientes de nuestro país o muy remota la posibilidad de una guerra en el corazón de nuestro continente, me temo que es como aquellos que no ven peligro en esa calle oscura o en la carretera solitaria. Muy parecidos a los que minusvaloran a los okupas porque son pocos casos o los que quitan importancia a los hurtos porque siempre han existido.
Pero es que también están los que les enfada invertir en la defensa de un país y estos días lo estamos viendo con el debate sobre el gasto militar. Nunca he entendido al que le molesta la presencia de la Policía, sea del cuerpo que sea. Despotrican cuando ven un uniforme o una sirena, sea en la manifestación de turno o en un festejo deportivo o musical. ¿Algo que ocultar?, ¿acaso prefieren el desorden y el incumplimiento de la ley? No lo sé, aunque observo que con la discusión de reforzar nuestro Ejército sucede algo muy parecido.
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¿Quién puede oponerse a estar más protegido? ¿A qué clase de personas les pone de los nervios que su país esté más seguro ante sabotajes rusos o chinos? La respuesta es que a los mismos que les saca de sus casillas ver a la Policía por las calles; esos que no les importaría que los regímenes autócratas mencionados influyesen a su favor en unas elecciones o que no les duelen prendas defender a Putin, la dictadura china, cubana, venezolana o nicaragüense… a pesar de que esos Estados –supuestamente tan igualitarios– lleven décadas armándose hasta los dientes y violando sistemáticamente los derechos humanos.
Por supuesto que siempre hay personas bienintencionadas que apuestan por vías pacíficas para la resolución de conflictos, pero esos mismos paisanos no dejan las puertas de su casa abiertas por la noche, se preocupan por bajar las persianas o dar dos vueltas al cerrojo de la entrada. La prevención es disuasión en el hogar y me temo que ahora toca lo mismo también en nuestro continente y en nuestro país.
