El auge, en los últimos años. de las plataformas de alquiler de vivienda temporal como Airbnb ha fomentado un cambio en la forma de viajar, pero también en el tipo de hospedaje, de turistas y de zonas que visitar. Por otro lado, ha transformado centros urbanos enteros, acercando fenómenos de gentrificación, apuntan expertos consultados por DW. Así como ha sucedido en Europa o Estados Unidos, América Latina no es una excepción.
La oferta de este tipo de alquileres a corto plazo en las principales capitales y ciudades latinoamericanas ha experimentado un aumento considerable desde la pandemia, con un 22% más de reservas en el cuarto trimestre de 2023 con respecto al mismo período del año anterior.
Los últimos datos, proporcionados a DW por AirDNA – una plataforma encargada de monitorear la vivienda temporal en todo el mundo- señalan aBrasil y México como los mercados más sólidos, ocupando el 35% y el 20% del toda la oferta en el continente, seguido por Colombia y Argentina.
Rápida proliferación
Para Natalia Lerena, investigadora asistente del Centro de Estudios Urbanos y Regionales del CONICET (Argentina), plataformas como Airbnb han proliferado por un contexto latinoamericano de “inquilinización”, es decir, “un aumento de inquilinos con respecto a los propietarios”, donde escasean políticas de alquiler social y, a diferencia de Europa, “el acceso a la vivienda se ha dado tradicionalmente a través de la propiedad privada, de la ocupación o de la autoproducción individual”, indica a DW.
Pero hay varias razones que sostienen la actual expansión. En primer lugar, un tipo de tecnología de muy fácil acceso -más de 6 millones de descargas en 2022 sólo en América Latina-, facilitando el ingreso de propietarios, más allá de profesionales. Y, por otro, “por acción u omisión de los gobiernos locales”, comenta Lerena. “Casi no existen regulaciones, y si existen, su cumplimiento no se controla o se controla muy poco”, agrega.
Lerena también señala otro motivo, basado en que este mercado permite a los propietarios acceder a ahorro en moneda extranjera, algo que “en algunos países como Argentina constituye una estrategia de las clases medias para paliar la crisis económica”, señala.
La regulación como desafío
Con la proliferación de este tipo de alquileres temporales, no son pocos los países que han optado por una regulación. Ya se han aplicado ciertas medidas en Barcelona, París y Londres, y, más recientemente, en Nueva York.
En algunos países de América Latina existen ciertas normativas, pero la falta de revisión y cumplimiento demora su aplicación. Lerena señala, por ejemplo, que en Buenos Aires hay un registro de alquileres temporarios -la Ley 6225 -que sólo tiene registradas unas 500 propiedades, si bien en Airbnb hay publicados más de 35.000 anuncios, según muestra también la plataforma Inside Airbnb.
En opinión de Ignacio Ibarra, director de Economía en el Tecnológico de Monterrey (México), la falta de elementos regulatorios estrictos y protocolos convierte a Airbnb en una plataforma que generan “certeza”, evitando recurrir a “mecanismos informales” en los contratos, indica a DW.
Ibarra también señala cierta laxitud en la aplicación de normativas debido al personal limitado de las administraciones, así como en las propias plataformas que no realizan las verificaciones pertinentes.
La gentrificación, “la consecuencia lógica”
Analistas consultados apuntan a una “presión” en el mercado de alquiler tradicional prácticamente en todas las grandes ciudades latinoamericanas en las que Airbnb se ha expandido, especialmente en Buenos Aires, Ciudad de México, Río de Janeiro, o en otras medianas, como Cancún, Bariloche y Salvador de Bahía.
“Se observa un efecto de ‘desplazamiento en cadena’, donde los sectores medios deben ‘ir más allá’ para encontrar un barrio en el que antes vivían”, dice Lerena, y añade que “no hay un efecto de ‘democratización’ territorial, sino que se refuerzan los patrones de valorización de las áreas más acomodadas de la ciudad, que son las más ‘atractivas’ para los visitantes extranjeros”.
Desde Airbnb remiten una nota, en respuesta a una solicitud de DW, en la que destacan que la plataforma está ayudando a redistribuir el turismo hacia barrios menos concurridos, lo que “aporta beneficios económicos a comunidades que antes no los tenían”.
Para Ibarra, no obstante, las plataformas de alquiler se aprovechan de las ventajas que ofrece el contexto económico de esas zonas. Es el caso de Ciudad de México, con barrios que atraen a “nómadas digitales”, los cuales, a su vez, impulsan la demanda de alquileres y el consumo generalizado, hasta el punto de generar un “proceso de reconversión”, explica. Con todo, “la gentrificación es la consecuencia lógica”, recalca.
En el caso mexicano, desde el sindicato de empresarios Coparmex señalan que, pese a los beneficios que aporta la vivienda que se comercializa a través de Airbnb, este es un “mercado cambiante” que “estará sufriendo regulaciones y presiones gubernamentales”, con las que puedan garantizar su desarrollo y “coinciliar intereses diversos”, dice a DW Héctor Hakim, presidente de la Comisión de Desarrollo Urbano y Vivienda.
Un mercado más justo
En opinión de Rosalba González, consultora en Desarrollo Urbano por la Universidad Católica de Chile, “es contradictorio colocar una propuesta que atraerá a más habitantes con un mayor poder adquisitivo, en una zona que es cada vez menos asequible para los habitantes locales”, dice a DW, y pone como ejemplo el proyecto firmado por Ciudad de México en 2022 con Airbnb y UNESCO para promover el nomadismo digital.
“La pregunta está en cómo hacer que esa colaboración entre los sistemas de renta de corta estancia y el gobierno local sean justos para todos”, recalca.
Airbnb (Air Bed and Breakfast) surgió en 2008 en San Francisco (EE. UU) y actualmente cuenta con más de 7,7 millones de anuncios activos en más de 200 países y 100.000 ciudades. Según el portal SearchLogistics, 6 huéspedes se alojan mediante un anuncio de Airbnb cada segundo.
(cp)