A medida que las personas envejecen, es común preguntarse si sus
hábitos alimenticios deben cambiar. Uno de los temas más populares
es la carne: ¿cuánta es suficiente y qué tipos son
mejores? Hoy veremos cómo ajustar el consumo de carne en
la dieta de las personas mayores para optimizar la salud.
La
importancia de las proteínas en la edad adulta
El cuerpo humano necesita proteínas para
mantener y reparar tejidos, especialmente en los músculos, que
tienden a disminuir con la edad. Este deterioro, conocido como
sarcopenia, puede llevar a una pérdida de fuerza y
funcionalidad, aumentando los riesgos de caídas y pérdida de
independencia.

Por esta razón, es crucial que las personas mayores incluyan
suficiente proteína en su dieta. Las proteínas
animales, como
la carne, ofrecen una ventaja sobre las vegetales porque son de
más fácil absorción y contienen todos los aminoácidos
esenciales.
¿Cuánta carne es
saludable consumir?
Para la población mayor, no existe una respuesta única, ya que
la cantidad depende de peso, nivel de actividad física y
necesidades dietéticas específicas. Sin embargo, una buena regla
general sugiere entre 80 y 150 gramos por porción,
dependiendo del tipo de carne:
Carnes rojas como la res o el cerdo aportan
hierro y vitamina B12, pero deben consumirse con moderación, no
excediendo las 2-3 veces por semana. Estas carnes
son más ricas en grasas saturadas, que podrían impactar la salud
cardíaca si se consumen en exceso.
Carnes blancas, como el pollo y el pavo, suelen
ser más magras y tienen menos grasas saturadas, lo que las hace
ideales para un consumo más frecuente.
Otras fuentes animales, como el pescado y los
huevos, son alternativas saludables que complementan una dieta
equilibrada.
En general, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) recomienda limitar el consumo de carne roja a
500 gramos semanales, mientras que las carnes
procesadas deben evitarse o restringirse significativamente debido
a su alto contenido en sodio y conservadores.

¿Por
qué menos es más con las carnes procesadas?
Las carnes procesadas incluyen productos como embutidos,
salchichas y carnes curadas. Si bien estas pueden ser convenientes,
no benefician a quienes buscan cuidar su salud. Contienen
altas cantidades de sodio, que pueden contribuir a
problemas como la hipertensión, y están relacionadas con un mayor
riesgo de enfermedades crónicas, incluyendo
algunos tipos de cáncer.
Optar por carnes frescas y acompañarlas con vegetales, cereales
integrales o legumbres es una forma más saludable de incluir
proteínas en cada comida. Además, combinar alimentos ricos en fibra
con proteína puede mejorar la digestión, algo fundamental en la
tercera edad.
Alternativas a la
carne
Hay ocasiones en las que las personas mayores no desean o no
pueden consumir carne, ya sea por problemas dentales o simplemente
por preferencias alimenticias. Una excelente solución es
diversificar las fuentes de proteína:
Pescados: el salmón, atún y trucha aportan
omega-3, beneficiosos para la salud cardiovascular.
Productos lácteos: yogures, quesos y leche
también ofrecen proteínas y calcio, esenciales para mantener huesos
fuertes.
Proteínas vegetales: las legumbres, el tofu y
los frutos secos son alternativas que pueden combinarse con
cereales como arroz o quinoa para obtener todos los aminoácidos
necesarios.
La variedad es clave para asegurar que no falten nutrientes
importantes como el hierro, que puede ser más difícil de obtener
sin la carne.
Beneficios
de ajustar el consumo proteico en cada comida
Investigaciones han demostrado que dividir la proteína diaria
entre varias comidas puede ser más beneficioso que consumirla toda
de una vez. Por ejemplo, una persona de 70 kilos necesita alrededor
de 70 gramos de proteína al día. Esto podría
significar incluir pequeñas porciones
de carne, pescado, huevos o legumbres tanto en la comida como
en la cena. Además, el almuerzo puede ser el momento
ideal para maximizar la síntesis muscular gracias al
consumo proteico.
Por la noche, optar por proteínas fáciles de digerir, como
pescados suaves o legumbres, es una buena alternativa para evitar
molestias digestivas.
Ejemplos
prácticos para una alimentación equilibrada
Preparar comidas que sean sabrosas y fáciles de consumir es
fundamental para los adultos mayores. Aquí algunas ideas:
- Filete de pollo grillado con ensalada de
quinoa. - Pescado al horno acompañado de vegetales al
vapor. - Sopa de lentejas enriquecida con trozos de
carne magra.
Además, sazonar con hierbas y especias como tomillo, perejil o
cúrcuma puede realzar los sabores sin necesidad de usar sal en
exceso. De este modo, se adapta la comida a los cambios en el
sentido del gusto asociados al envejecimiento.
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