Madera de heroína | Opinión de Mario Garcés

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Sobre la tarima, rodeada de banderas, a medio camino entre Mariana Pineda y La libertad guiando al pueblo de Delacroix, María Corina Machado desafió a Maduro y a la propia historia. En el mundo moderno, muchos éramos los que creíamos decepcionados que los héroes, como los dioses de Nietzsche, habían muerto. Pero ella estaba allí, entre el miedo y la esperanza, haciendo de su valentía el acto más primitivo de libertad que cabe. Ser libre es una condición para ser valiente, pero cuando la libertad se ejerce descomunalmente, ser libre se convierte en una condición para ser heroína. Es cierto que no hay esperanza sin miedo, y no me cabe duda de que Machado sufre de ambas pasiones. Pero son esas dos emociones las que forjan la madera del coraje, a sabiendas de que la incertidumbre inconstante de ambas pueda hacer surgir la duda inquieta.

El rostro cansado de Machado está esculpido de fe democrática y de desasosiego, sin máscaras como en la novela de Juan Manuel de Prada. Ha asumido que tiene un destino, y está convencida de que puede llegar a él. Y en esa manifestación irrenunciable de lucha está la esencia del rito del héroe antiguo, capaz de superar las dificultades colosales del terror puro de la tiranía. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el mito del heroísmo se había convertido en el timo del escepticismo. La ambigüedad moral de la civilización idiotizada del nuevo siglo había provocado que el héroe convencional fuese un personaje literario. Hasta Fausto parecía que había muerto hasta que Maduro se reencarnó en él.



María Corina Machado en un vídeo difundido en redes sociales.

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Hubo héroes anónimos en los campos de concentración, entre los supervivientes del holocausto, pero su testimonio postrero, por desgracia, no sirvió para redimir las monstruosidades del pasado. Su sacrificio, como el de los que murieron, permite comprender el sinsentido de la maldad humana, pero no recomponer los hechos pretéritos. A diferencia de esa historia imposible de terror que se filtraba por los estertores de los propagandistas de los regímenes totalitarios, Machado reconstruye la figura del héroe tradicional hasta transformarlo en una valiente sin fronteras. Por primera vez, después de mucho tiempo, la comunidad internacional materialista y consumista de imágenes se reencuentra de bruces con lo épico. Una aleación de Medea y Fedra retransmitida en directo a través de un canal de YouTube. Algo así es Machado, heroína a su pesar. Nadie sabe a ciencia cierta cómo acabará todo esto, pero Machado ha dado una lección de libertad al mundo. Y cuando alguien cumple lo que estima que es su deber, ya encierra en sí mismo una recompensa: la primera y esencial, devolver al mundo libre un rayo de esperanza.



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