«Nunca es tarde si la dicha es buena».
Este famoso refrán me vino a la mente cuando, en mi aridez literaria (tenía unos días sin escribir, por haber tenido no sólo más afanes laborales, cotidianidad de todos en esta época, así como compromisos sociales por igual).
Hoy, al sentarme a escribir, queriendo meditar con ustedes sobre cómo agradar a Jesús, protagonista principal de estas fiestas, porque Él es la Navidad, me llegó a la mente y mi corazón un flash interior, pues vi con claridad que el tema que debo compartir con ustedes, mis queridos lectores, es que Jesús es el regalo.
Detenernos ante el misterio de la Encarnación de Jesucristo, donde Dios Todopoderoso asumió en Él, su hijo, nuestra humanidad, haciéndose Él como nosotros; es decir, ¡lo que Él hizo! De creador a criatura por amor a nosotros y el regalo infinito, inimaginable e incomparable que representa para nosotros.
Es preciso que despertemos, pues en el mundo actual estamos rodeados de un bombardeo constante de consumismo y materialismo. Escuchamos y vemos promociones que nos incitan a comprar, a ofrecer obsequios materiales como muestra de afecto.
Sin embargo, en medio de esta vorágine de compras y fiestas, es crucial que recordemos la verdadera esencia de esta celebración: el nacimiento de nuestro Salvador, que es el regalo más grande que la humanidad ha recibido.
Al pensar en lo que podríamos ofrecer a Dios en su cumpleaños, me detengo para reflexionar sobre lo que realmente le agradaría. ¿Acaso no se siente Él más honrado cuando sentimos y compartimos su amor con los demás, le hablamos de Él a nuestros hermanos, y actuamos ante ellos como Él actuó entre nosotros? En este sentido, es desde el profundo anhelo de mi ser que comprendo que Dios no desea que le ofrezcamos cosas materiales, sino nuestro amor, nuestra fe y nuestro compromiso de vivir conforme a sus enseñanzas.
Es un llamado a celebrar su nacimiento no con objetos, sino ofreciendo nuestras vidas y permitiendo que Él more y actúe en nosotros.
No nos dejemos atrapar en la rutina y el ruido cotidiano, lo que puede hacernos perder de vista el verdadero propósito de la Navidad y de la vida misma. Por ello, es oportuno, en este contexto, dedicarnos a momentos de silencio y reflexión.
Este tiempo de adviento debe ser un período en el que busquemos la quietud que nos permita escuchar la voz del Espíritu Santo. Al hacerlo, podemos abrir nuestro corazón para recibir el mensaje de amor y esperanza que la Encarnación del Hijo de Dios trae consigo.
El nacimiento de Jesús en Belén no fue solo un hecho histórico; fue el cumplimiento de una promesa divina. En Él, se nos reveló a un Dios que no está distante o inaccesible, sino un Dios que eligió hacerse como nosotros.
Este misterio de la Encarnación es un regalo que merece nuestra admiración y adoración. Recordamos, como tanto nos recalcaba el siervo de Dios Padre Emiliano Tardif, que Jesús está vivo y está entre nosotros.
En este tiempo de respuesta y gratitud, aceptemos a Jesús como el regalo vital, que nos da vida. ¡Abrámonos a la transformación que solo su amor puede generar en nosotros! Sí, en ti también, querido lector(a). Significa reconocer que tu vida y la mía cobran sentido cuando dejamos que Él la guíe. Cada acto de bondad que realizamos, cada palabra de aliento que ofrecemos, es un reflejo de ese amor divino que hemos recibido.
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Al aceptar a Jesús en nuestros corazones, nos convertimos en instrumentos de Su paz y de Su amor, llevando la luz de la Navidad a quienes nos rodean.
A lo largo de la historia, muchas personas han encontrado en el misterio de la Navidad un momento para redescubrir el propósito de sus vidas.
La llegada de Cristo trae esperanza a un mundo, a menudo sumido en la oscuridad. Nos recuerda que, aunque enfrentemos dificultades y desafíos, siempre hay una luz que nos guía.
¡Él es La Luz! «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».
Este año, mientras celebramos la Navidad, animémonos a regalar a Jesús, que mora en nuestros corazones, a tantas almas que no le conocen. Seamos ángeles que les anuncien su venida. Al hacerlo, no solo celebramos Su nacimiento, sino que también lo compartimos con el mundo, llevándoles el regalo de Navidad que marcará un antes y un después en sus vidas.
¡Feliz Navidad!
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