El asesinato de John Lennon: ¿conspiración, locura o venganza?

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All you need is love… ¿la habéis escuchado? Pues esto es lo que digo al respecto: todo lo que necesitas es amor y 250 millones de dólares. Lennon era el cabrón más falso que jamás ha existido. No iba a permitir que el mundo soportara 10 años más de sus tonterías”. El 8 de diciembre de 1980, Mark David Chapman le arrebató la vida a un hombre, y el futuro de la música a toda la humanidad. La suya es una historia de intenso amor odio, de obsesiones y delirios, donde las teorías de la conspiración aglutinaron servicios de inteligencia y secretos de Estado.

Chapman tenía 25 años cuando mató a Lennon. Le estuvo esperando todo el día junto a otros groupies a las puertas del edificio Dakota de Nueva York. Allí residía junto a Yoko Ono y su hijo Sean, de cinco años. Esa noche el compositor regresaba del estudio de grabación junto a su pareja. Lennon salió de su limusina, saludó a sus seguidores, anduvo unos pasos, escuchó su nombre y, de pronto, cinco disparos lo derrumbaron ante sus propios fans.

En una mano sostenía su revolver y en la otra el libro ‘El guardián entre el centeno’. Aquel fue el reflejo del dualismo entre venganza y desquicio

“Me han disparado” fueron las últimas palabras de Lennon. El asesino no se inmutó. Contempló su obra y aguardó con tranquilidad la llegada de la policía. “Siento haberos jodido la noche”, dijo a los agentes al ser detenido. En una mano sostenía su revolver y en la otra el libro El guardián entre el centeno. Aquel fue el reflejo del dualismo entre venganza y desquicio.

El guardián entre el centeno

Se cuestionó su condición mental. Chapman adoraba a los Beatles, pero escuchó a Lennon decir que eran “más populares que Jesucristo” y comenzó a percibir, en las letras del cantante, presuntas desconsideraciones hacia la fe. Eso lo enfureció. La religión había sido su refugio tras una infancia de abusos, bullying y drogas.

Planeó durante meses el crimen. Viajó hasta Nueva York y se alojó en el hotel Sheraton. En la mesilla de su habitación depositó varios objetos para que la policía los encontrase. Entre el material apareció un cartucho de ocho pistas con música de Todd Rundgren. No fue casual. Rundgren había criticado públicamente a Lennon en alguna entrevista. Le recriminaba la incoherencia entre sus posturas políticas y su ostentoso estilo de vida. Lo mismo que criticaba Chapman. También dejó una biblia abierta por el Evangelio según San Juan, un póster de El mago de Oz y más recuerdos de su vida.

El criminal se identificaba con el personaje de Holden Caulfield, protagonista de El guardián entre el Centeno, de J.D. Salinger. Un adolescente desencantado con la sociedad que detestaba la hipocresía, la falsedad y el conformismo del mundo adulto. Chapman, que pasaba por una profunda crisis personal, se sentía igualmente alienado, y veía en Holden un reflejo de su propia lucha interna. La figura de Lennon, que proclamaba ideales de paz y amor mientras gozaba de una vida lujosa, encarnaba esa supuesta contradicción que Chapman aborrecía.

¿Locura o venganza?

Un hombre en busca de fama o un enfermo mental sin tratar. Un enigma. Así lo consideraron varios psiquiatras. Se habló de psicosis y esquizofrenia. Su comportamiento era errático y cambiante. La defensa trató de alegar problemas de salud mental. Su primer abogado desistió ante amenazas y presión. Defender al asesino de John Lennon no era sencillo.

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El segundo letrado vio su estrategia tirada por los suelos: al principio Chapman se había declarado no culpable y se escudó en la enajenación mental. En cuanto comenzó el juicio, cambió de idea. Dijo que Dios le había pedido la culpabilidad. Para su abogado, aquel acto era una muestra más de su desequilibrio. El juez, sin embargo, aceptó su decisión y lo condenó a 20 años como mínimo, hasta la perpetua. Dijo que su familia también hablaba con Dios y no por eso estaban locos. 

La teoría de la conspiración

No podía faltar. Según esta teoría, Chapman habría sido manipulado por el gobierno de EEUU a través de la CIA. Un presunto documento de cientos de folios mostraba al cantante como una amenaza para el statu quo del Gobierno. Su activismo político influía en los movimientos pacifistas y en las críticas al Estado. “El problema de Lennon” aparecía, en plena crisis por la guerra de Vietnam, a lo largo de numerosos documentos desclasificados.

Estos escritos revelarían que el FBI lo vigilaba. Lennon y Ono lo habían notado. La pareja se quejaba de extraños ruidos al recibir llamadas telefónicas. También identificaron a varios hombres siguiéndolos.

Posible víctima del programa MK Ultra. Algunos creen que Chapman podría haber sido el conejillo de indias de un proyecto de control mental realizado por la CIA. El asesino afirmaba escuchar voces que le ordenaban cometer el asesinato. Aquello se interpretó como un posible caso de manipulación psicológica.

A lo largo de su internamiento, Chapman sufrió varios episodios psicóticos. Veía demonios a través de la televisión. ¿Era la cárcel el mejor lugar para alguien como Chapman? ¿O quizá un centro psiquiátrico penitenciario? “Por aquel entonces yo estaba perdido. No sabía ni quién era. Pero ahora sí. Me arrepiento. Lamento lo que hice. Ahora me doy cuenta de que realmente acabé con la vida de un hombre. Entonces para mí era la portada de un álbum. Lo veía solo como un famoso superficial… yo quería ser alguien”.

Desde el año 2000 intenta obtener la condicional. Los informes siguen siendo desfavorables. Locura, venganza o manipulación, Chapman acabó de la manera más violenta con la vida de quien más ansiaba la paz. El mundo no se queda corto de hipocresía. Ni tampoco de ironía.

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