Ursula von der Leyen y su nueva Comisión Europea ganaron este miércoles un partido complicado, con un gol de oro, casi en la prórroga y después de días de tensión… en los que en realidad nunca peligró este resultado. Se ha jugado al gato y el ratón con el Ejecutivo comunitario que, finalmente, podrá empezar a trabajar tal como estaba previsto el próximo 1 de diciembre. Fin de un encuentro, pero queda mucha liga, por seguir con el símil futbolístico. El estilo de la alemana es siempre el mismo: estilo sobrio, capitaneado por un color rosa que elige para las grandes ocasiones. Esta lo era.
La presidenta presentó a su equipo para los próximos cinco años, no sin antes agradecer el trabajo de la Comisión saliente, que ha tenido un lustro realmente complicado para la UE. Ahora empieza una era igual o más exigente, y Von der Leyen recordó la lucha “por la libertad” histórica en países como Hungría, Polonia, Rumanía o República Checa y habló de líderes como Lech Walesa: fue un inicio de mensaje para reivindicar la importancia de la Unión y que esas luchas entre iguales no se repitan. “Estas historias recuerdan la lucha por la libertad y la democracia, porque estas historias nos unen como europeos. Esta es para mí la razón de ser de nuestra Unión”.
Y de razones se cargaron uno y otro lado del espectro parlamentario en una Eurocámara que dejó atrás la montaña rusa de la pasada semana para decirle a Von der Leyen que sí, pero sin que ese sí fuera rotundo: 370 votos a favor de la nueva Comisión que son 31 menos de los que logró la germana en verano para ser reelegida presidenta. Será otra legislatura para apretarse el cinturón, pero por la estrechez del camino. No dio demasiada importancia la hiperlideresa a esas fugas aunque para sus adentros sea consciente de que tendrá que pelear cada balón como si fuera el último.
El mundo va a una velocidad inusual, y si bien hay poco espacio para que la UE dude, también lo hay como sostén de una Comisión que, de nuevo, se sabe la teoría pero no tiene demasiado clara cuál debe ser la práctica. Solo hay el eterno factor común en las últimas décadas en Bruselas y Estrasburgo: lo que diga Mario Draghi. Esa es la verdadera referencia para Von der Leyen II, que, en realidad, se parece poco o nada a Von der Leyen I. Casi todos los nombres son nuevos, porque no quiere que nadie le haga sombra.
Ahora, su mano derecha será Teresa Ribera. Y sí, lo será porque así lo dijo la propia presidenta, calificando a la española de “vicepresidenta primera”, una etiqueta que no es oficial pero sí oficiosa. Se refirió a la ya exvicepresidenta del Gobierno para defender la importancia de un Pacto Verde que ha quedado desdibujado en las prioridades, aunque Von der Leyen no lo ve así. Sobre la española, muy aplaudida por buena parte del plenario, dijo que “está preparada” y es “una verdadera y devota proeuropea”. Tendrá los deberes de dar un impulso a la política ecologista en los primeros cien días de trabajo, con un Plan para una Industria Limpia. Pero quizá sus prioridades choque con las del encargado de industria y productividad, el francés Stephane Sejourné. Europa, sostuvo Von der Leyen, tiene que ser “limpia y competitiva” al mismo tiempo.
El “simbolismo” del PP
La figura de Ribera no aceptó los grises: del ‘abrazo’ que le dieron los socialdemócratas y los verdes al rechazo frontal del PP español y de Vox, por poner dos ejemplos, aunque toda la derecha radical la tilda de “extremista”. El PP apuntó, con todo, que su voto en contra se dio “por simbolismo”: sí apoyan a Von der Leyen, pero no a Ribera, tal como llevan repitiendo varias semanas. Las posiciones se conocían ya de antemano tras las incógnitas con la propia Ribera y el italiano Raffaele Fitto. Los votos no se movieron, con lo llamativo de la posición del PP, que llevó hasta el final su rechazo y no se posicionó a favor de la Comisión Europea con mayor presencia de la familia conservadora en toda la historia de la UE. Paradojas de la vida.
El escenario global es el que es, y la UE se juega su razón de ser. La ruta no solo es peligrosa, sino que además desde el punto de vista de la toma de decisiones deja menos sitio para la improvisación. “La libertad no es un concepto abstracto” y no viene “gratis”, aseguró una Von der Leyen muy seria, pero con un discurso plano y ya conocido. Exige “inversiones” en seguridad, en prosperidad y en unidad, también en valores “encontrando vías para trabajar juntos y superando la confrontación”. Ese es el gran objetivo, concluyó, de su nueva Comisión, apoyada, dijo, en una “mayoría proeuropea” que numéricamente es débil, pero ese punto es algo que la germana decidió pasar por encima, asumiendo que el proceso para aprobar a sus comisarios fue “complicado” (en una mención implícita para muchos a la crisis Ribera).
En el capítulo de anuncios, Von der Leyen tardó diez minutos en hacer un gran anuncio: una brújula de competitividad auspiciada por el ya mencionado informe Draghi, que debe servir para sentarse en la misma mesa a nivel global que China y Estados Unidos. La UE tiene que dar un paso adelante como actor internacional. “Europa debe luchar por su libertad para dar forma a su futuro en un mundo inestable. Debemos invertir en nuestra prosperidad y seguridad, y permanecer unidos y fieles a nuestros valores. Mi equipo y yo nos esforzaremos por lograrlo todos los días. Desde el primer día”, resumió durante su discurso.
Debemos invertir en nuestra prosperidad y seguridad, y permanecer unidos
¿Quién es el gato y quién es el ratón para el próximo lustro? Depende de quien cuente la historia. Lo que es cierto es que la nueva Comisión Europea ya no puede gatear, casi ni andar. Tiene que correr si quiere alcanzar a sus rivales estratégicos en términos de competitividad, seguridad y prosperidad. Tiene que pasar de las palabras a los hechos; y el viaje hacia esos hechos es por un camino estrecho, que no estará exento de obstáculos, pero que a la vez permitirá muy pocas paradas para repostar. Con prisa, y sin pausa.