Alemania celebra elecciones anticipadas el próximo 23 de febrero. Otro terremoto político para la Unión Europea en un momento en el que el mundo aprieta y el bloque pasa por unas tensiones internas también importantes, con dudas sobre la nueva Comisión y un Parlamento muy dividido. Mientras, en Berlín todo cae. La coalición semáforo (socialdemócratas, verdes y liberales) nunca ha dado fiabilidad, desde su llegada al poder en el 2022, y Olaf Scholz tampoco se ha consolidado como un líder firme. ¿Y ahora qué?
Daniel Gil, analista en The Political Room especializado en Unión Europea, explica a 20minutos “realmente desde el principio esta coalición se preveía que tuviera un funcionamiento bastante complicado porque había que conjugar las demandas de mayor inversión en transición ecológica, infraestructuras, tecnología, que proponían sobre todo los verdes pero también el SPD, con la prudencia fiscal de los liberales del FDP, su oposición a subir impuestos y su oposición a endeudarse”, resume, viendo la foto completa. “Al principio debían gestionar la recuperación de la pandemia, así que estas cuestiones se flexibilizaron un poco, lo que permitió que la coalición, aún con sus tensiones, echara a andar“, matiza.
El motivo final, así, de la caída es que socialdemócratas y liberales no se entienden entre ellos, a grandes rasgos. Los verdes se han mantenido en un segundo plano, incluso pese a tener en sus manos la Vicepresidencia económica, en Robert Habeck, y por ejemplo el Ministerio de Exteriores con Annalena Baerbock al frente. Han hecho mucho menos ruido que las otras dos patas del acuerdo.
“Alemania se está quedando muy atrás”, reconoce Gil, que recuerda el plan de Scholz para ‘desviar’ inversiones hacia la transición ecológica. “El Tribunal Constitucional declaró que ese plan era inconstitucional, lo que dejó a Alemania con un agujero de 60.000 millones en su presupuesto y sin ninguna manera de llenarlo“. Esta fue, dice el analista, “una herida autoimpuesta” de la que el país todavía no se ha pedido recuperar. No ha podido equilibrar unas inversiones que la realidad exigía.
Alemania atraviesa una profunda crisis casi de identidad. El 2024 ha sido -está siendo- el año en el que el país germano ha tocado la recesión, con una industria alterada por los movimientos globales y que necesita una renovación. Pero la agitación viene de más atrás: la invasión rusa de Ucrania obligó al Gobierno semáforo a hacer reformas que parecían inimaginables, como una inversión histórica en Defensa, la reapertura del debate nuclear y la ruptura de los lazos comerciales con Moscú en la medida de lo posible. Alemania, en cierto modo, volvió a la casilla de salida sin saber muy bien cómo avanzar. A esto hay que sumar también el papel de China, con quien Scholz quiere tener una política algo más ‘amable’ pese a la rivalidad estratégica… y las manos largas de Pekín para alterar las dinámicas de Europa. Es decir, nada está claro para la Alemania que quiere (o quería) el Ejecutivo semáforo.
Nunca ha sido un Gobierno fiable, ha sido un Ejecutivo marcado precisamente por la parálisis
“Tengo la sensación de que nunca ha sido un Gobierno fiable, ha sido un Ejecutivo marcado precisamente por la parálisis. Es una coalición que realmente nunca actuó como una coalición. En todo momento veías tres discursos, Los Verdes un discurso muy fuerte en política exterior con el SPD tratando de mediar y el FDP promulgando siempre esa prudencia fiscal”, sostiene el analista. En ese escenario, Scholz parece que llegará a las elecciones en su momento más bajo, y los expertos no creen que el paso de haber roto el Ejecutivo le vaya a beneficiar.
Y mientras, AfD sigue creciendo. En los sondeos ya es segunda fuerza a nivel federal, y llegará a febrero tras una victoria en las regionales de Turingia y después también de su mejor resultado histórico en las elecciones europeas. La apuesta para el Gobierno nacional vuelve a ser Alice Weidel, una mujer que dice romper todos los moldes para una ultraderecha que no se ha adaptado del todo a los nuevos tiempos… pero no le ha hecho falta. Los conservadores tradicionales no quieren gobernar con ellos, pero parece darles igual: AfD tiene claro que llegará su momento.
Scholz no ha sabido taponar estas dudas porque la sombra de Angela Merkel sigue siendo alargada pese al paso del tiempo. Y con todo eso, es probable que Alemania vuelva a la ‘era Merkel’ en cierto modo. ¿Cómo? Con una gran coalición tras unas elecciones para las que la CDU lidera las encuestas con mucho margen. Además, su líder actual, Friedrich Merz, ha cerrado completamente la puerta a una colaboración con la derecha radical.
“Lo más probable es una gran coalición. La cuestión fundamental es si vale con una gran coalición, dependiendo de la aritmética parlamentaria o se necesita un tercer socio”, expresa Gil, colocando a los Verdes o a los liberales en la fórmula, pero con cuidado: “En ese caso el escenario se complica bastante y podríamos llegar a una situación de inestabilidad y a la consecución de una coalición a tres en la que de nuevo se tienen que unir intereses contrapuestos. Y ya hemos visto que el sistema político alemán no ha sido capaz de unir esos intereses”. Olaf Scholz y los suyos no han pasado este examen, y además han instalado la duda de si quienes lleguen después podrán hacerlo.
Con todo, el motor de la Unión Europea está muy tocado y después de Trump, toda Europa mira hacia Berlín. Es donde se juega ahora las habichuelas el viejo continente. Europa quiere impulsarse a sí misma, pero para eso necesita de Alemania (y de Francia). En Bruselas hay confianza en que las elecciones de febrero sean solamente una parada en el taller para el país, porque hay mucho en juego. No se quiere decir muy alto, pero en las esferas comunitarias se repite una frase que ahora cobra valor: “Si cae Alemania, vamos todos detrás”.