la pilla en tiempos de cambio y con Francia y Alemania muy débiles

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Con la mirada larga se puede ver como una oportunidad para un ‘resurgir’ de Europa, pero lo cierto es que la victoria de Donald Trump en las presidenciales de Estados Unidos y su vuelta a la Casa Blanca pillan a la Unión Europea en un momento muy delicado. Nadie habla de shock, ni de un golpe muy duro, pero sí es una descarga eléctrica sobre los cimientos del bloque, pero especialmente en la agenda de la próxima legislatura y en las prioridades. La Unión tiene que darse prisa y dejar de hablar solo de autonomía estratégica; tiene que llenarla de contenido en un momento además de máxima incertidumbre. Casi todo en la Unión está cogido con pinzas y además el regreso de Trump se confirma con una cumbre del Consejo Europeo este jueves en Budapest donde los líderes de los 27 tratarán de marcar su agenda frente a EEUU.

¿Qué le pasa a la UE? De todo. Fuentes comunitarias consultadas por 20minutos apelan a “las lecciones aprendidas” respecto a 2016 y la Comisión ya ha adelantado trabajo con un grupo de expertos para preparar al bloque para la vuelta de Trump que ahora es una realidad. Eso sí, la Unión sigue inmersa en una profunda crisis económica, mientras resuelve sus lagunas en la industria y sus carencias en Defensa, al tiempo que ve un importante auge de la derecha radical y cuenta con el Parlamento Europeo más dividido en décadas. Además, el eje Berlín-París pasa por su peor momento: Macron está desgastado en Francia y el Gobierno de Scholz pende de un hilo. Eso sí, las fuentes piden “huir del caos y del dramatismo y ponerse a trabajar”.

Pedro Soriano, analista especializado en política americana, explica que el segundo mandato de Trump pondrá más presión sobre la UE que el primero. “Su deriva autoritaria sería mucho más fuerte” y esto dejaría a Europa “en una situación prácticamente inédita” porque desde siempre ha confiado “en que la democracia estadounidense con todos sus defectos estuviera de su lado” desde 1945. “Esa nueva etapa será muy diferente porque ese principio básico se erosionará mucho o directamente se quebraría”. Por ejemplo, concluye Soriano, “hay pocas dudas de que su primera decisión en política exterior sería dejar colgada a Ucrania y obligarla a firmar una paz humillante con Rusia, obligándola a entregar el 20% de su territorio”.

Está en juego el apoyo a Ucrania, precisamente. Donald Trump ha repetido en varias ocasiones que podría hacer que la guerra “acabe en 24 horas” si vuelve a la Casa Blanca, dada, aseguró, su buen feeling con Vladimir Putin. Nadie se cree esa máxima. Los republicanos, además, tienen en agenda otros puntos como los aranceles (ya se dieron en el anterior mandato del magnate) para apretar la guerra comercial. También a esto se une una distancia “sideral” en lo que se refiere a los asuntos como la lucha contra el cambio climático. Ahora, “nada que no hayamos visto ya”, concluyen desde Bruselas. El mensaje que sale de las instituciones comunitarias es repetitivo: la UE sabe lo que tiene que hacer porque ya ha tenido que lidiar con Trump, aunque el de ahora no sea el mismo que el de hace ocho años.

Volodimir Zelenski, de momento, prefiere esperar, y ha tenido un tono conciliador. “Valoro el compromiso del presidente Trump con el enfoque de paz a través de la fuerza en los asuntos internacionales. Este es exactamente el principio que puede acercar prácticamente la paz justa en Ucrania. Tengo la esperanza de que lo pongamos en práctica juntos”, resumió, y añadió un deseo: “Esperamos que Estados Unidos sea fuerte bajo el liderazgo decisivo del presidente Trump. Confiamos en que Ucrania seguirá recibiendo un fuerte apoyo bipartidista”. Kiev espera “una cooperación política y económica mutuamente beneficiosa que beneficie a ambas naciones”.

Esperamos que Estados Unidos sea fuerte bajo el liderazgo decisivo del presidente Trump. Confiamos en que Ucrania seguirá recibiendo un fuerte apoyo bipartidista

Pero la UE nota el calambre, con varios frentes abiertos y con Francia y Alemania en un momento de debilidad que ni Macron ni Scholz quieren que se note demasiado. En Francia el Gobierno es muy débil, sin mayoría clara y con un presidente que tiene buena imagen hacia fuera pero muy mala a nivel nacional. Está Macron bajo mínimos mientras su homólogo alemán ve cómo avanza AfD, con las encuestas favorables a la derecha y un Ejecutivo incapaz de contener el riesgo de recesión y la crisis económica. Incluso así París y Berlín tratan lanzar un mensaje de fortaleza que no es creíble porque, además, sus posiciones por ejemplo respecto a China son distintas. El motor de la UE no va a buen ritmo.

Será importante, con todo, el papel que pueda asumir Polonia. Donald Tusk puede ser una esperanza para la Unión: un líder conservador, firme frente a los populismos y con buena imagen en Bruselas. Líder de un país clave para la ayuda a Ucrania y que tendrá al futuro comisario de Presupuesto; Varsovia tiene casi todo a favor para ser parte de un eje en favor de la integración europea que ayude a avances importantes en Defensa, un empuje industrial y un discurso capaz de ser transversal desde un Estado miembro que además tiene una economía en buen estado y forma parte del top-5 de socios a nivel de PIB.

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A pocas semanas de que la nueva Comisión Europea entre en acción, Ursula von der Leyen tiene claro el mensaje. “La UE y EEUU son más que simples aliados”, comenzó diciendo en su comunicado, y se enfocó en lo concreto. “Estamos unidos por una verdadera asociación entre nuestros pueblos, que une a 800 millones de ciudadanos. Trabajemos, pues, juntos en una agenda transatlántica sólida que siga brindando resultados para ellos”, sentenció. “Millones de puestos de trabajo y miles de millones en comercio e inversión dependen del dinamismo y la estabilidad de nuestra relación”, resumió al mismo tiempo, con un relato empujado también por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

“La UE proseguirá su rumbo de acuerdo con la agenda estratégica como socio fuerte, unido, competitivo y soberano, defendiendo al mismo tiempo el sistema multilateral basado en normas”, expuso el belga, igual que la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, que ve a la UE “preparada” para “cooperar” y para “mantener fuerte el vínculo transatlántico, arraigado en nuestros valores compartidos de libertad, derechos humanos, democracia y mercados abiertos”. De nuevo, la teoría está en la mente de todos… pero falta la práctica.

El informe Draghi… de las palabras a los hechos

Esa acción pasa, a grandes rasgos, por cumplir con buena parte del informe Draghi sobre la competitividad de la UE. El nuevo “todo lo que sea necesario” del que fuera presidente del Banco Central Europeo incluye el mensaje más importante de todos, aunque suene genérico: la UE tiene que afrontar “cambios radicales” porque si no lo hace corre el riesgo de “perder su razón de ser” en un escenario feroz, cada vez más competitivo frente a Estados Unidos y China.

Precisamente ante Washington y Pekín la Unión va tarde, y por eso Draghi alerta de que se necesita “un aumento masivo” de la inversión para cerrar la brecha que existe respecto a los dos competidores principales en materia industrial. Ahora mismo la UE es mucho menos competitiva de lo que debería. “La única manera de ser más productivos es que Europa cambie radicalmente”, señala el ‘gurú’ italiano en su informe. El cálculo que hace es que esa inversión tiene que ascender a los 800.000 millones de euros anuales.

El análisis final entiende, por otra parte, que para ese impulso será necesaria la inversión privada, pero esta no puede ser el pilar fuerte del todo, sino que la apuesta debe sustentarse en la inversión pública y, sobre todo, en empuje conjunto en diferentes sectores como la industria o la Defensa; especialmente, se entiende, en un momento en el que Alemania -el motor de la UE en este sentido- no está pasando sus años más boyantes. De hecho, la nueva Comisión Europea está preparándose hacia ese escenario, con un comisario de Defensa, otro centrado en la capacidad de producción de la UE y más peso a la perspectiva competitiva e industrial. La vuelta de Trump, en ese escenario, es un calambre y a la vez un acicate para pasar de las palabras a los hechos.

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