El empate técnico que arrojaban las encuestas no se ha traducido en una jornada electoral ajustada. El candidato republicano, Donald Trump, volverá a la Casa Blanca cuatro años después tras arrasar ante su rival, Kamala Harris, en unas elecciones en la que el Partido Demócrata sale tocado por haber perdido todos los estados en disputa y quedarse muy lejos del republicano. Con los primeros resultados que amarraban su victoria, el magnate compareció ante los miles de seguidores que le esperaban en Florida, donde aseguró que “saneará” el país y “detendrá las guerras”, unas promesa que lleva meses repitiendo y que han ayudado a que haya podido reeditar su triunfo electoral de 2016.
La victoria del republicano en la mayoría de swing states o estados bisagra ha sido clave para consolidar su retorno al Despacho Oval. A falta de conocerse manera oficial el ganador en los estados de Michigan, Arizona y Nevada, las victorias confirmadas en Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia y Wisconsin otorgan al republicano 277 votos compromisarios, siete más de los necesarios para proclamarse nuevo presidente. Queda por ver si rebasará los 304 obtenidos en 2016, algo que las proyecciones actuales en los territorios que faltan por cerrar el resultado apuntan que así será.
La noche fue una fiesta desde el primer momento para Trump y sus principales donantes y amigos como Elon Musk o el dueño de la UFC, Dana White, que celebraron a su lado el resultado final en Florida. Ya con los principales estados en disputa cerrados el expresidente compareció a ritmo de God Bless the USA, de Lee Greenwood, ante miles de simpatizantes republicanos que ya le llamaban presidente. Un Trump exuberante afirmó junto a su familia y su candidato a la Vicepresidencia, J.D. Vance, que el movimiento que había creado “era histórico”. “El movimiento político más grande que se ha visto nunca en este país”, declaró antes de reconocer que empezaba una “era dorada” en la que pretende “sanar” y “arreglar” el país. Una época en la que dice verse capaz de “detener las guerras”.
Sobre la invasión rusa de Ucrania, Trump ha dejado caer que terminará la guerra cortando el grifo a Kiev y buscando un acuerdo con Vladimir Putin, a quien en el pasado ha reconocido admirar. Tras saberse los resultados, la Administración del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, felicitó con efusividad a Trump y reivindicó “una paz justa”, un viejo lema del Partido Republicano. Por su parte, Rusia aseguró no albergar ilusiones y reconoció que las élites políticas en EEUU, independientemente de su signo político, son todas “antirrusas”.
En cuanto a la ofensiva israelí sobre Gaza y las tensiones en toda la región, no está claro de que forma presionará la nueva Administración Trump al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, uno de los mandatarios internacionales que mejor relación tienen con un expresidente que ya en su primer mandato demostró querer aplicar políticas que beneficiaran al Estado hebreo. Algo que ocurrió con el traslado de la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén o la publicación de un paz de paz que los palestinos criticaron por ser injusto y parcial.
“Estados Unidos nos ha dado un mandato poderoso y sin precedentes”, ha dicho Trump, al incidir en que su partido ha “recuperado” el Senado y “parece” encaminado a mantener el control de la Cámara de Representantes. Esto permitiría que el mandato que empezará el 20 de enero sea mucho más placentero que el que tuvo hace cuatro años, ya que controlaría el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial, tras tener este último mayoría conservadora en el Tribunal Supremo gracias a los nombramientos que él mismo hizo durante la primera legislatura.
Este hecho no será baladí, ya que Trump tomará posesión frente al Capitolio, lugar desde el que hace cuatro años una turba de seguidores asaltó tras acusar el magnate a Joe Biden de fraude electoral. Una acusación que no ha podido probar y que le ha generado varias causas judiciales. Además, será el primer mandatario estadounidense en ocupar la Presidencia con condenas judiciales que están pendientes de ser ratificadas.
Un silencio que confirma la debacle electoral
Con territorios todavía por otorgar, el mapa de los resultados arrojan una dura derrota demócrata. Y es que de los siete estados bisagra, Harris solo ha logrado mejorar los resultados de Biden en Wisconsin, Georgia y Carolina del Norte, aunque no le han permitido cambiar el resultado electoral y los ha terminado perdiendo ante Trump. Todos estos territorios han caído en manos del republicano, incluida Nevada. Un resultado muy diferente al que arrojaban las encuestas durante las últimas semanas.
Fue precisamente en el momento en el que los medios estadounidenses comenzaron a dar Pensilvania a Trump cuando el Partido Demócrata decidió comunicar que Harris no comparecería. “Todavía tenemos votos que contar. Todavía tenemos estados que aún no han sido declarados. Continuaremos luchando durante la noche para asegurarnos de que se cuente cada voto”, dijo Cedric Richmond, codirector de la campaña de Harris. Poco después, esos territorios se coloreaban de rojo, alejando definitivamente todas las posibilidades de la demócrata.
Más de 12 horas después de la victoria republicana, Kamala Harris llamó a Trump para felicitarle por haber ganado las elecciones y cerrar este capítulo. Una conversación en la que, según un asesor de Harris, se habló de la importancia de un traspaso pacífico de poder. El único consuelo a estas alturas de los demócratas es ganar la Cámara de Representantes, algo complicado a estas alturas del recuento, aunque podría tardar al menos una semana en concretarse.