Con una mirada de alivio y esperanza y un sombrero que tomó como insignia para cubrir el dolor físico y emocional de un camino marcado por la violencia, Iris Tavares nos cuenta cómo ha sido convivir con el sufrimiento, la manipulación y el desengaño.
“Empecé a usar el sombrero y los lentes como una forma, y el maquillaje como el payaso, porque mientras más me maquillaba más tapaba mi tristeza. Por los sufrimientos yo lloraba mucho, yo sufría mucho…, y el insomnio…, .llegué a sufrir de una jaqueca aguda”, recuerda.
Hoy, convertida en madre y abuela, Tavarez cuenta que a sus 23 años de edad contrajo matrimonio en su ciudad natal de Santiago de los Caballeros en La República Dominicana con el padre de sus dos hijas, con quien además adoptó a otros dos hijos y quien creyó sería su compañero de vida.
“Así ha sido mi vida, con esa niña que soñó con un castillo que pensó que encontró el príncipe pero que se príncipe se convirtió en un Dragón”, agrega.
Tavarez cuenta que mientras su pareja continuaba mostrándose para la familia y la sociedad como un gran ser humano, político y profesor poco a poco dejaba ver su lado más oscuro.
– PA: Empezaron entonces los que usted consideraría abusos verbales..
“Empecé a sentir que él me ofendía mucho. Pero nunca pensé que eso seguiría y que llegaría a algo más fuerte”, comenta. “A mí que él conoció con otro nivel educativo me decía analfabeta. // “!quítate de ahí analfabeta”, recuerda Yris con dolor.
El tiempo transcurría, Yris se convirtió en madre y comenzó su labor de maestra. Junto a su pareja abrieron el colegio infantil ‘’La Nana de los pequeñines’’…
“La persona que más me apoyó en el Nana de Pequeñines fue él, empezamos en un patio, él estaba ahí, fue profesor, me ayudaba a sacar los objetivos”, dice.
Pero con el paso de los años, Tavares vio cómo su esposo empezó a consumir alcohol, a no regresar a casa durante días. Yris perdió a un bebé durante el embarazo y un día cualquiera las agresiones físicas se intensificaron. Su pareja le propinó un golpe en la cara que la dejó inconsciente, un hecho que marcó un antes y un después.
“Le importaban tres días…, cinco días, y no llegaba. Pero él tenía una bonita viveza o una forma de actuar porque el vivíamos todos, pero nadie asi cveía nada. porque todo era tras bastidores”, recuerda.
La única que sabía eso era mi mamá y mi suegra. Eso me ayudaba porque sentía que tenía apoyo a dónde iba ir.
Una situación que cada vez se hacía insostenible pero el miedo, la vergüenza y la impotencia se hacían cargo de ella. Mientras, sus hijas eran testigos de lo ocurrido.
“Yo acepté muchas cosas, sin haber amor… No sé, creo que por el miedo. Es que te amenazan, no quiero ver a ninguna de mis hijas, a nadie, que tenga que repetir una historia así”, asegura.
A pesar de que no fue fácil, Yris logró alejarse de esa relación conflictiva y enfocarse en salir adelante.
Obtuvo su título universitario y en 1992 reabrió las puertas del colegio la ‘Nana de los pequeñines’, un nombre que lleva en el corazón y que además lleva por título un libro de su autoría en el que ve reflejada su historia de resiliencia y tenacidad.
“Haberle puesto ese nombre así me identifico, y en eso me convertí en la nana de los niños especiales y en la nana de los niños típicos”, dice.
Allí se cuenta la historia de un antes y un después que cuenta su historia.
“Entonces, el libro se llama ‘Nana de pequeñines’, una mujer resiliente, imparable, que siempre ha vivido con su cabeza en alto y muy positiva”, concluye orgullosa Tavarez.
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