las negociaciones en la UE son más fáciles de entender de lo que crees

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“Tengo un hueco para un café el lunes a las 10.30”. Podría ser una de las frases más repetidas en el día a día de Bruselas y no tiene nada de especial; periodistas, eurodiputados, lobbistas, fuentes varias, amigos en algunos casos. Las dinámicas de la UE se mueven más y mejor en lo tranquilo que en los procesos rimbombantes y que parecen muy complejo pero en realidad no lo son tanto. La maquinaria bruselense es amplia, muchas veces tediosa y gigantesca. Inabarcable. Pero las negociaciones sobre las normas que salen de Bruselas o Estrasburgo son más sencillas de entender de lo que parece; y tantas veces es más decisivo ese café por la mañana que muchas hojas llenas de textos técnicos y que, siendo importantes, casi nadie se lee una vez aprobados.

Ibán García del Blanco, exeurodiputado y ponente de la ley de IA, que conllevó una de las negociaciones más largas de la historia en la Unión, explica a 20minutos que lo más complicado de una negociación es que “no estás negociando con dos partes, sino que esas dos están compuestas a su vez, tanto el Parlamento como el Consejo, por distintos elementos”, aunque la Comisión sí sea un ente único. Es, por lo tanto, de teoría más sencilla de lo que se cree pero en la práctica se ven muchas más ramificaciones. Mantiene el ejemplo de la IA: “Fue inevitable que hubiera que renegociar las interpretaciones y cuáles eran por supuesto los límites de la negociación. Para llegar a un acuerdo hay que ceder, y no es fácil ver qué cosas son las esenciales o cuáles son las líneas rojas”.

Pero todo ello tiene partes gratificantes. “Si se consigue sacar adelante una norma es gratificante todo, y además es tremendamente didáctico desde muchos puntos de vista”, comenta García del Blanco, ya con la perspectiva que le da el tiempo. “Todo te obliga a tener un conocimiento profundo de la materia cuando vas a negociar, te enseña diferentes formas de poder llegar a acuerdos. Es un reto intelectual”, añade, y lo ve como un reto que es “permanente”.

La Comisión Europea tiene, digamos, el papel más fácil, pero eso no quiere decir que no haya ciertos “trucos”, tal como cuentan fuentes consultadas. “Es una cuestión de paciencia, de entender los temas y de saber que tiene que haber acuerdo. La teoría es bastante simple”, confirman, aunque en el proceso surjan “choques o complicaciones”. Se toman decisiones “clave”, sobre todo en los últimos cinco años. “Se echan horas y horas, así que cuando los resultados llegan la sensación de satisfacción es compartida por todos”, concluyen. El Ejecutivo comunitario, eso sí, al ser la parte Ejecutiva, que solo propone las normas y no legisla cumple con su parte ya al principio del proceso (siempre y cuando se complete a la primera).

“Después la Comisión ya es más o menos un árbitro”, desarrollan desde Bruselas. Y es que el proceso legislativo ordinario, con todos sus matices, no resulta demasiado difícil de explicar: la Comisión (Bruselas, en una jerga no siempre bien usada) propone las medidas, en aquellas áreas eso sí en las que la UE no tiene competencia exclusiva, y son el Parlamento Europeo y el Consejo (es decir, los Estados miembros) los que colegislan. Así, lo normal es que la idea del Ejecutivo comunitario se mantenga en uno u otro grado igual o no al final de todo el camino. La pelota pasa rápido a la Eurocámara y a los Estados miembros. Si no hubiera acuerdo entre ellos, el proceso se podría reiniciar por segunda vez.

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¿Y el Consejo? Muchas veces los que deciden en realidad son los Estados miembros, aunque su peso como colegisladores es el mismo que el de la Eurocámara. 27 países, 27 intereses, 27 almas para negociar. Es para muchos en Bruselas el quid de la cuestión: lo que dice el Consejo va a misa, y normalmente en la conversación con el Parlamento suele salir ganador, aunque sobre el papel “se busque un equilibrio”. El Consejo negocia como uno solo, bajo la presidencia de turno -ahora la húngara- pero en realidad son todos los socios sobre la mesa, “cada uno de su padre y de su madre”, asumen quienes se han visto en estos quehaceres.

Cuenta mucho el contacto humano, incluso cuando se defienden posiciones diferentes, la empatía es clave. Ese es el secreto

Nada es inmediato, pero nada es imposible. De hecho, tantas horas dan para muchas anécdotas, tal como recuerda Ibán García del Blanco. “Tengo algunas que no se pueden contar”, reconoce entre risas y la más llamativa fue el hecho de “negociar más de 30 horas” la norma de IA. “Me quedé muy impresionado con todo en el primer trílogo en el que estuve”, desarrolla, en normas relativas sobre transparencia fiscal de las grandes empresas. “Me impresionó la solemnidad, tantas personas en una mesa, equipos técnicos… las formalidades”, rememora el exeurodiputado. El objetivo siempre es el mismo: la fumata blanca legislativa. En el caso de ese trílogo eterno hubo “muchos momentos muertos” en los que se mataba ese tiempo “estudiando, charlando, pero llega un punto cuando son las tres de la mañana en las que no sabes qué hacer”. Él, en su momento, recorrió el edificio del Consejo, “salas, obras de arte…”.

Colmillo, tiempo, habilidad, conocimiento y muchos cafés. Las negociaciones en la UE son una mezcla de todo eso. Y también hay un espacio claramente reservado para la fontanería política, los tecnicismos, siempre en manos de los asistentes, las buenas relaciones personales que se den para “desatascar puntos de cierto conflicto”. Todo suma, reconocen las fuentes. Y no, nadie trabaja solo en esos procesos. “Cuenta mucho el contacto humano, incluso cuando se defienden posiciones diferentes, la empatía es clave. Ese es el secreto”, explica García del Blanco, que ve también importante “confiar en la buena fe de la otra parte”. A veces hay que mover posiciones “que en principio parecen inamovibles”. Por eso se da “una parte de negociación informal” en la que se encuentran esos consensos que en ambientes más encorsetados pueden complicarse.

La Unión Europea es una estructura cuasi eterna. Y tiene muchos matices, complicaciones, negociaciones eternas. Pero nada es tan difícil de comprender como parece, solo hay que seguir los pasos y entender que, como en cualquier ruta hacia el acuerdo, pueden surgir roces. Nadie piensa exactamente igual que el de al lado, pero esa esa la esencia de la UE: una Unión en la diversidad… hasta un resultado final que se pone sobre un papel, y tras el cual hay cafés (muchos cafés) y menos giros enrevesados de los que pensamos.

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