de una prolongación de Biden a “una situación prácticamente inédita”

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Se repite muchas veces ese mantra de que los dos lados del océano comparten valores, una forma de ver la vida. Eso es casi un tópico. Europa y Estados Unidos son dos amigos que no se parecen tanto como dicen, pero a la larga están condenados a entenderse en un mundo que va cada vez más de alianzas. Vínculos que para Washington hasta ahora han sido ‘sociedades’ pero que para la UE se han convertido, en muchos asuntos, en dependencias. Con todos esos ingredientes, la Unión Europea tendrá los dos ojos puestos en el próximo 5 de noviembre; en unas elecciones estadounidenses en las que también se juega parte del futuro. 

La pregunta de primeras es sencilla: ¿Donald Trump o Kamala Harris? Esto es lo que se le presentaría a la Unión en función de la victoria de uno o de otro, entre el pragmatismo y las lecciones aprendidas.

Pedro Soriano, analista especializado en política americana, explica a 20minutos que no cree que Harris, por ejemplo, “tenga una visión muy diferente de la relación con la UE de la que tiene ahora mismo Biden”, pero va más allá: “Tampoco creo que tenga una visión formada en el tema, aparte de los temas más relevantes para el partido demócrata”. El tema fundamental seguirá siendo entre las dos partes la ayuda a Ucrania, y Soriano tampoco ve cambios ahí. La candidata sí podría coincidir con Trump, no obstante, en la tesis de que los países europeos “tienen que contribuir más” en Defensa en el marco de la OTAN.

Ahora, “el principal problema de un segundo mandato de Trump”, sostiene el analista, “sería que su deriva autoritaria sería mucho más fuerte” y esto dejaría a Europa “en una situación prácticamente inédita” porque desde siempre ha confiado “en que la democracia estadounidense con todos sus defectos estuviera de su lado” desde 1945. “Un segundo mandato de Trump sería muy diferente porque ese principio básico se erosionaría mucho o directamente se quebraría”. Por ejemplo, concluye Soriano, “hay pocas dudas de que su primera decisión en política exterior sería dejar colgada a Ucrania y obligarla a firmar una paz humillante con Rusia, obligándola a entregar el 20% de su territorio”.

Por su parte, Andrea G. Rodríguez, investigadora asociada del Centro de Estudios de Política Europea (CEPS), comenta cómo puede cambiar el país en función del resultado de noviembre, en un hipotético Harris-Trump. Por ejemplo, desde hace algo más de dos años la cooperación entre Estados Unidos y Europa en “materias de comercio y tecnología” se están intensificando, algo que podría irse al traste con una victoria de Trump, partidario de nuevo de un modelo que no busca competir tanto contra China de manera ordenada. Una victoria del magnate en noviembre serían “cinco años más de proteccionismo” de la economía estadounidense, algo que con Harris no pasaría a ese nivel, pues sería continuista con el modelo más cooperativo que ha tenido Biden. Eso también está en boga para noviembre.

Con todo esto, la realidad es que la UE ha ido adelantando trabajo y ha creado un grupo de expertos para manejar todos los posibles escenarios tras las elecciones en Estados Unidos; que nada pille a contra pie al bloque comunitario en un momento en el que la propia Unión también se está reiniciando, en una legislatura de mayor carga ideológica, con un Parlamento más dividido y una Comisión que tiene como prioridades la industria, la defensa o la autonomía estratégica, precisamente tres áreas que pueden ser de choque con Washington.

Harris: que las cosas sigan (casi) como hasta ahora

Una victoria de Kamala Harris sería, para la UE, la vía para que las cosas sigan más o menos como están. Con Joe Biden el pilar fundamental en Occidente ha sido la oposición a Rusia, aunque Harris puede ser vista como una especie de soplo de aire fresco sobre todo en términos de mensaje. Washington, por ejemplo, mantiene un apoyo cerrado a Israel mientras en la Unión hay una clara división entre los Estados miembros. “Hay una parte de conveniencia en este vínculo, pero ahora, desde siempre” y la realidad es que lo sostiene “la ayuda a Ucrania y el hecho de compartir valores”, resumen fuentes comunitarias consultadas por este medio, que no quieren “adelantar nada”. Las relaciones, terminan, “no las marcan los resultados electorales per se, sino los hechos”.

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Ahora, hay cierta trampa. No se puede decir que la relación entre la UE y Estados Unidos sea la de dos amigos inseparables: para nada. Por ejemplo, con Harris en el poder seguirán las tensiones casi con total seguridad en materia comercial y empresarial, como se vio hace meses con la IRA aprobada por EEUU: esta norma está preparada para ayudar a las empresas según el Gobierno estadounidense, pero Bruselas considera que va en contra de las compañías europeas.

La Administración Biden ha creado numerosas apuestas que van en línea con las prioridades que tiene también la UE. Washington apuesta por programas de mucha envergadura como la Ley de Empleos e Inversión en Infraestructura (con una inversión de 550.000 millones de dólares); la Ley de Semiconductores (280.000 millones); o la mencionada IRA (394.000 millones). A toda esta normativa hay que añadir también las que aprueba cada estado motu proprio o, en otro orden de cosas, la apuesta muy clara por la Defensa, en lo que la Unión sí va bastante por detrás (lleva “décadas de desventaja”, según las fuentes). Con Harris no va a cambiar ese órdago.

Trump: una vuelta al pasado… pero sin novatadas

Con Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca la relación transatlántica se agitaría de nuevo, pero con lecciones aprendidas. La preferencia es Harris porque, por lo menos, el tono será mucho más llevadero más allá de los roces que se puedan dar. Con Trump habría un nuevo reto, basado ya eso sí en experiencias pasadas sobre las que la UE ya se encuentra trabajando. Está en juego el apoyo a Ucrania. Donald Trump ha repetido en varias ocasiones que podría hacer que la guerra “acabe en 24 horas” si vuelve a la Casa Blanca, dada, aseguró, su buen feeling con Vladimir Putin. Nadie se cree esa máxima. Los republicanos, además, tienen en agenda otros puntos como los aranceles (ya se dieron en el anterior mandato del magnate) para apretar la guerra comercial. También a esto se une una distancia “sideral” en lo que se refiere a los asuntos como la lucha contra el cambio climático. Ahora, “nada que no hayamos visto ya”, concluyen desde Bruselas.

Pero quizá el regreso de Trump pueda ser “una oportunidad”, aseguran las fuentes con cierta perspectiva optimista. La UE quiere -y sabe que necesita- ser más autónoma en asuntos como el militar, los sectores productivos o áreas más concretas como las materias raras. Al ser un bloque que “se crece en las crisis” puede entender un Trump 2.0 como una puerta abierta para acelerar ese proceso de autonomía estratégica. “Ya se han ido dando pasos”, reconocen en las instituciones europeas, pero falta acelerarlo todo. Queda la duda por ejemplo de en qué punto se quedará la OTAN bajo otra era liderada por el multimillonario, así que la Unión quiere curarse en salud.



El presidente ucraniano reclama en Bruselas más munición y misiles de largo alcance ante la invasión.

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Las elecciones del 5 de noviembre no son suyas, pero la UE en parte se las toma como si lo fueran. En el mundo de la multipolaridad, aunque tus socios no sean iguales que tú, conviene saber qué pasa por su cabeza. Donald Trump o Kamala Harris marcarán el rumbo desde la Casa Blanca, pero sus decisiones tendrán efecto sobre lo que pueda pasar en Bruselas. Así, son dos modelos distintos; la Unión conoce los dos, ya sea por experiencias pasadas con el de los republicanos o porque no ven demasiado giro en lo que hay ahora mismo en el caso de los demócratas. ¿Qué es mejor para la UE? Solo el tiempo lo dirá, previo paso por las urnas.



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