un país sumido en la incertidumbre y con acusaciones de injerencias extranjeras

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Vladimir Putin juega en su patio trasero, y Moldavia, que quizá sea más bien delantero, incluso, tiene poca luz para el Kremlin. La mano de Moscú es alargada cuando todavía continúa la invasión de Ucrania y aplica también -salvando las distancias- las tácticas que usó en otros puntos, como con Kiev en 2014: lo que considera suyo no puede ni pensar en acercarse (ya ni digamos en entrar) en la Unión Europea. Otra prueba de esto han sido las elecciones en Moldavia y el referéndum sobre anclar en su constitución su camino hacia el club comunitario. ¿Qué ha pasado y por qué?

La respuesta corta es que Moldavia, país candidato a la adhesión a la UE desde 2023, se ha sumido en la incertidumbre. En las elecciones la victoria de la actual presidenta, la proeruopea, Maia Sandu llegó con varias avisos. Sandu se impuso con alrededor del 42% de los votos, pero tendrá que enfrentarse en segunda vuelta -el próximo 3 de noviembre- al prorruso Alexandr Stoianoglo, que se quedó en el 26% como cabeza de cartel del Partido de los Socialistas de la República de Moldavia (PSRM).

El referéndum, por su parte, ha sido una historia digna de contarse en los libros. El ‘sí’ a recoger la voluntad de entrar en la UE en la Constitución se impuso con solamente un 50,3% de los votos, lo que deja al país completamente dividido y bajo un resultado que difícilmente puede servir como primer paso para convertirse -aunque la última decisión no la tenga Moldavia- en un Estado miembro del bloque comunitario. Durante toda la jornada las cifras han ido oscilando y solo la posición de los moldavos en el exterior ha decantado la balanza. Los análisis, vistos los números, son muy complicados.

“Moldavia ha salvado una vez más su democracia y su camino hacia el progreso. Ganamos la primera batalla en un terreno desigual. Tenemos que aprender de este ataque a nuestra soberanía. El poder judicial no ha hecho lo suficiente para detener la compra de votos. Sabemos que tenemos que hacer más para luchar contra la corrupción”, resumió Sandu tras la jornada. Y se expresó en esos términos porque la sombra de Rusia es alargada y las acusaciones de injerencia, directas. “Los grupos criminales, en colaboración con fuerzas extranjeras hostiles a nuestros intereses nacionales, han atacado a nuestro país con decenas de millones de euros, mentiras y propaganda, utilizando los medios más vergonzosos para mantener a nuestra nación atrapada en la incertidumbre y la inestabilidad”, sostuvo en su comparecencia.

En ese sentido, alertó de que su país ha sufrido “un ataque sin precedentes contra la libertad y la democracia”, señalando directamente las injerencias rusas durante la campaña electoral y los propios comicios. La acusación se basó en datos: según la presidenta, esos grupos intentaron comprar “un total de 300.000 votos” para alterar los resultados tanto de las elecciones como del referéndum. “Es un fraude a gran escala”, añadió. “Su objetivo era socavar el proceso democrático. Su intención es sembrar el miedo y el pánico en la sociedad. No nos rendiremos en la defensa de la democracia y la libertad”, concluyó Sandu, que cuenta con el apoyo rotundo por ejemplo de los líderes europeos y de las caras visibles de la Unión.

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Pero con los datos en la mano la situación es muy complicada porque para la UE cualquier riesgo de que suceda lo que pasó en Ucrania en 2014, salvando las distancias, en otro país es motivo para encender las alarmas. Evidentemente, al Kremlin no le sirven (o no se cree) estos resultados. La batalla es estratégica y se ve en los mensajes: Moscú no se fía de los datos y la UE los ve como un golpe a las aspiraciones de Putin. La dicotomía en Bruselas es siempre la misma en estos casos. Quien elige a la Unión Europea elige la democracia frente a un autócrata como Putin, pero es que además cualquier espaldarazo a un debate tan importante ahora como la ampliación suma muchos puntos.

Pero que los árboles no impidan ver el bosque: por una parte, en las elecciones falta la segunda vuelta, y Sandu no las tiene todas consigo porque, al mismo tiempo, se ha demostrado, según explicó la BBC, que hay casos explícitos de compras de votos para decantar la balanza. Si esa injerencia extranjera -rusa, más en concreto- funciona, puede acabar como ganador de los comicios Alexander Stoianoglo, acusado por Sandu de recibir apoyo no solo político sino también financiero por parte de Rusia. Además, Moldavia no es Ucrania: su dependencia de Moscú es mayor y cuenta con la región de Transnistria bajo control ruso y además haciendo frontera con Kiev, por lo que un movimiento de Putin en esa dirección podría tumbar otra pieza clave del tablero internacional.

Hace ya 10 años, Ucrania salió a la calle para refrendar el camino hacia la UE, pero aquello fue solo el principio de lo que hoy es una invasión rusa: el entonces presidente Viktor Yanukóvich decidió suspender el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Ucrania, y en su lugar eligió lazos más estrechos con Rusia y la Unión Económica Euroasiática. La población se puso en su contra de manera radical, él tuvo que huir precisamente hacia Moscú y el país encontró el apoyo de Occidente. Las pretensiones de Putin solo hicieron que aumentar, y hay voces que avisan de que el siguiente capítulo puede ser Moldavia. Sandu se erige casi como la única líder que puede impedirlo, pero necesita mucha más fuerza en segunda vuelta… aunque eso al Kremlin no le pare demasiado los pies si se lo propone.

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