La inteligencia artificial anticipa progresos difíciles de soñar, pero cuando se trata de algo tan importante como es la paz, sin duda alguna uno de los objetivos más ambiciosos del ser humano. Este nos recuerda guerras de decenas de años, se demuestra impotente para conseguir que los problemas de los pueblos, ideologías y religiones se resuelvan sin necesidad de que centenares de miles de personas paguen con sus vidas y convivir bajo la amenaza de las armas y lejos del odio que se puede generar por diversas razones inimaginables.
Cuando dábamos por terminada la llamada Guerra Fría, que reemplazó a las dos grandes contiendas mundiales, muchos ingenuos llegamos a creer que la amenaza de otro conflicto, con la agravante ahora de las bombas atómicas, pasaría a una historia que nunca había renunciado a seguir engrosándose con etapas de decenas de años para dejar en la memoria lo absurdo y cruel que era aquel temor constante a morir luchando y matándonos unos a otros. Estábamos muy equivocados.
Enseguida surgieron nuevas contiendas de diferentes características, desde los Balcanes hasta Irak pasando por el horror de Al Qaeda o el Estado Islámico, que aunque derrotado todavía continúa sembrando miedo desde el fanatismo de una fe llevada a extremos inimaginables. Ahora mismo hay en el mundo registradas 56 guerras, algunas solapadas, otras de ámbito reducido, pero todas manteniendo el temor a estallar en cualquier momento.
Hay varios ejemplos activos, como el de Sudán, pero la atención y la gravedad se ha extendido a dos frentes próximos, el de Ucrania, invadida por Rusia y la que enfrenta a las milicias palestinas de Hamás o Hezbolá con Israel, un país al que quieren exterminar. Ambas llevan muchos meses matándose sin que la inteligencia humana y el espíritu de renunciar a sus ambiciones encuentren un arreglo para resolver sus diferencias.
La guerra de Ucrania, eclipsada por la del Oriente Próximo, continúa en el tira y afloja de las fronteras entre los dos países y los problemas políticos y militares internos del país y las ambiciones rusas, sin que se encuentre ni se busque solución rápida. La del Próximo Oriente, situada tanto en la Franja de Gaza como en la frontera con en el Líbano, se prolonga sin solución: ya han muerto algunos de los lideres milicianos, pero en tanto continúan decenas de rehenes que el Gobierno de Israel no cesará de atacar hasta que sean liberados y, entre tanto, de perseguir en sus escondites a los enemigos, que se ocultan en hospitales y colegios, hasta conseguir acabar con el peligro permanente con que vienen atacando a un Estado que muestra dificultades variadas a que se establezca una división del territorio que permita a ambos establecer relaciones de paz.