Viktor Orbán es uno de los líderes europeos que más cómodo se siente cuando habla de migración, y su rueda de prensa de este martes en Estrasburgo no iba a ser una excepción. Tras la expulsión de un joven que le increpó en la sala y le lanzó billetes, el primer ministro húngaro comenzó a presentar las prioridades de la presidencia rotatoria del Consejo -que va hasta el 1 de enero- y sobre las cuales tendrá un debate este miércoles con los eurodiputados en el pleno. Un escenario que, dijo, “será de dimes y diretes”. Así que decidió empezar por explicar sus planes para la UE de manera unilateral.
“No les diré nada nuevo si les digo que en el debate sobre la política yo tengo mucho tiempo defendiendo las fronteras exteriores. Fuimos los primeros en hacer esa alambrada, poner una valla para proteger de las entradas. Lo llevo diciendo desde hace muchos años y lo sigo diciendo ahora”, empezó resumiendo sobre el tema migratorio, y abogando por más controles. Es la base de su política, emulando las prácticas ya iniciadas por el Gobierno italiano de Giorgia Meloni.
Orbán cree que el pacto migratorio alcanzado a nivel UE hace unos meses no sirve para nada. “La única manera de parar las migraciones es con controles. Es la palabra mágica, con centros de detención exteriores a nuestro territorio“, añadió; Italia ha alcanzado precisamente un acuerdo sobre esto con Albania. “Quien quiera venir al territorio de la Unión Europea hay que pararlo antes de la frontera, que solicite la entrada en ese momento y mientras no reciba una respuesta positiva no podrá entrar en la frontera. Es la única manera de controlar las migraciones, sin eso no vamos a conseguir nada”, sentenció.
“La única inmigración que no se queda es la que no entra y solo acabaremos con la inmigración ilegal si la gente que entra tiene nuestro permiso”, añadió el primer ministro húngaro ante los periodistas. De hecho, fue el punto de su programa de presidencia del Consejo en el que más se detuvo, y lo hizo desde un sentido amplio y culpando a la inmigración de otros problemas que, enumeró, hay ahora mismo en Europa.
“Las migraciones ilegales en Europa también han generado un aumento del antisemitismo, de la violencia contra las mujeres y de la homofobia, son consecuencias todas de la migración”, leyó, y puso como ejemplos las medidas que han tomado algunos Estados miembros como Alemania, Suecia o Austria para, sostuvo, “defenderse a su manera”. Por eso Hungría propone la celebración de “cumbres Schengen” para alcanzar “una postura común” sobre la gestión de la migración.
Por otro lado, también habló de que a la UE le falta competitividad. “Hay una reducción progresiva en las últimas dos décadas. Avanzamos menos que Estados Unidos aunque China baja el crecimiento. Las empresas en la Unión Europea pagan dos o tres veces más por la energía que utilizan que en otros países“, puso sobre la mesa Orbán. Así, habló de una serie de medidas a tomar: reducción de la carga administrativa, por ejemplo, reducción de la sobre regulación, precios asequibles para la energía, una política industrial verde que implique que no solo haya la transición verde que hace falta sino también con una política industrial que vaya de la mano.
En ese sentido, el líder magiar pide “reforzar el mercado interior, suprimir las barreras a libre circulación de mercancías y servicios”. En ese punto, con todo, se posicionó en contra de los aranceles de la UE al coche eléctrico chino. “Me parece que es absurdo”, espetó: “Somos 27 estados miembros, de ellos 10 han apoyado los aranceles punitivos y 17 no, con votos en contra o con abstenciones, 10 dijeron que sí. Corresponden solo el 45% de la población los que apoyaron esta medida, o sea que no es ni la mitad, no hay mayoría“.