El 7-O de 2023, los terroristas de Hamás violaron la frontera que Israel creía infranqueable y desataron una orgía de sangre que dejó unos 1.200 muertos y 251 secuestrados. La terrible respuesta de Netanyahu –un déspota electo– ha causado hasta hoy 42.000 víctimas en Gaza, en su mayoría mujeres y niños, y alcanza a Cisjordania y Líbano. Pero este castigo militar, con su secuela de desplazados y destrucción, no es la victoria. Las raíces del odio no se extirpan con las armas, tampoco con las de Irán, que busca aniquilar a Israel. La solución de los dos Estados se ve lejana pero es, como ha defendido Felipe VI en Jordania, la única salida para la paz y la estabilidad en Oriente Próximo.