No es un reality show ni un concurso aunque las ganas de hacer símiles se acerquen a eso, pero sí es el momento más importante para saber cómo será la nueva Comisión Europea: las audiencias de los comisarios nominados ante el Parlamento Europeo (o hearings, como se conoce en inglés y dentro de la jerga bruselense). Un total de 25 nombres -el Alto Representante, pese a ser también vicepresidente de la Comisión, es nombrado directamente por los líderes de los 27-, todas las comisiones parlamentarias implicadas y una particularidad esta vez, provocada por la transversalidad del colegio propuesto por Ursula von der Leyen. Para España, un nombre por encima de todos: el de Teresa Ribera. Pero la todavía vicepresidenta no es la única ‘estrella’ del proceso. ¿Cómo funciona todo esto?
Está, por un lado, la parte puramente procedimental. Antes de las audiencias, la comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento (JURI) examina las declaraciones de intereses de los comisarios propuestos, se incluye también un estudio de las actividades de los cónyuges, pero la potestad de la comisión es limitada porque solo puede estudiar estrictamente aquello que el candidato presenta (aunque puede preguntar también, por ejemplo, por cuestiones digamos ‘sospechosas’ que pudieran leerse en medios de comunicación).
Dependiendo del porfolio, un comisario propuesto puede ser evaluado por una comisión parlamentaria (comisión competente) o por más de una comisión (comisiones mixtas). Otras comisiones pueden ser invitadas a participar, lo que significa que pueden contribuir con preguntas orales, mientras que la evaluación final de los candidatos corresponde a los coordinadores de la comisión o comisiones competentes. Las audiencias irán seguidas de reuniones en las que el presidente de la comisión y los representantes de los grupos (coordinadores) de las distintas comisiones evaluarán si un Comisario propuesto está cualificado tanto para ser miembro del Colegio como para desempeñar las funciones concretas que se le han asignado.
Una vez concluidas todas las audiencias, la Conferencia de Presidentes de las comisiones parlamentarias evaluará el resultado de las audiencias de confirmación y transmitirá sus conclusiones a la Conferencia de Presidentes de la Eurocámara. Esta última realizará la evaluación final y decidirá si da por concluidas las audiencias. Si eso pasa, la Comisión al completo, como bloque, tiene que someterse a la votación del pleno del Parlamento Europeo. Así, los hearings se darán entre el 4 y el 12 de noviembre, con la idea de que ese mes pueda ir el asunto a Estrasburgo y la nueva Comisión empiece a trabajar el próximo 1 de diciembre.
No todas las audiencias, eso sí, serán iguales. De hecho, Teresa Ribera afrontará la más exigente de todas, con hasta ocho comisiones parlamentarias presentes: tres de ellas serán principales (la de economía, la de medioambiente y la de energía) y otras cinco asistirán a su audiencia como invitadas (empleo, transporte, agricultura, desarrollo regional y mercado interior y protección de los consumidores). Es algo que viene provocado por la transversalidad de la nueva Comisión Europea, en la que la española será la vicepresidenta encargada de la Transición Ecológica y de la Competencia; tiene muchas ‘ramificaciones’ de alguna manera a su cargo, por lo que se le mirará con lupa.
Otras ocho comisiones tendrán que mirar los quehaceres de Stephane Sejourné, que será el vicepresidente de la ‘parte’ industrial en la nueva Comisión. Esa foto es un buen preámbulo de cómo será el Ejecutivo comunitario Von der Leyen 2.0, con dos almas, la verde y la industrial, que habrá algún momento en el que choquen. Algunos perfiles que también tendrán una alta exigencia serán la vicepresidenta de Soberanía Digital, Henna Virkkunen; el nuevo comisario de Defensa, Andrius Kubilius, o la encargada de Ampliación, Marta Kos.
Hay precedentes de todo tipo
Eso sí, puede darse el caso de que las comisiones de turno veten el nombramiento de algún comisario. Dos de los más recientes afectaron directamente a Rumanía y a Francia. La comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo bloqueó la candidatura de la comisaria designada como responsable de Transporte, Rovana Plumb, por unos conflictos de intereses con sus declaraciones de bienes. El puesto acabó en manos de Adina Valean, que sí pasó el examen. Sylvie Goulard, por su parte, estuvo implicada en un escándalo de contratos ficticios y no pudo ser comisaria de Mercado Interior porque la Eurocámara no le dio luz verde. Finalmente el puesto recayó en Thierry Breton.
España también está implicada en precedentes peculiares, como el que se dio con Miguel Arias Cañete en 2014. Ese año acabó siendo comisario de Agricultura en la Comisión liderada por Jean Claude Juncker, pero sacó adelante su examen en segunda votación, y con mayoría simple, después de generar dudas importantes en la comisión correspondiente y de superar una especie de veto elevado por los socialistas. En 2019 Josep Borrell no tuvo que pasar el filtro, porque, igual que Kallas, al ser Alto Representante fue nombrado directamente por el Consejo Europeo.
¿Y puede caer un comisario por no tener suficientes conocimientos del área del que se va a ocupar? Sí. En 2010 la búlgara Rumiana Jeleva no pasó el examen del Parlamento Europeo en parte por eso, pues no pudo demostrar suficientes conocimientos para ser la encargada del porfolio de Cooperación Internacional, Ayuda al Desarrollo y Respuesta a la Crisis, aunque también chocó frontalmente el hecho de que hubiera dudas sobre su declaración financiera y sospechas de que podría beneficiarse de las ayudas que ella misma tendrá que dar. Además su marido trabajaba por aquel entonces para una empresa denunciada en la prensa por sus conexiones con la mafia rusa.
Más allá de esto, en 2004, el candidato italiano fue destituido por sus comentarios homófobos y misóginos, mientras que la candidata letona fue destituida después de que el Parlamento decidiera que no había hecho lo suficiente para explicar las irregularidades financieras del pasado.
Si un candidato no pasa el examen, ¿qué pasa después?
Hay varios nombres de la nueva Comisión Europea susceptibles de no pasar el examen, aunque puede darse un pacto no escrito entre formaciones políticas para evitar grandes vetos cruzados. Con todo, el que más papeletas tiene de caer es el candidato húngaro, Oliver Várhelyi, que aspira a repetir en el Ejecutivo comunitario esta vez al frente de Salud y Bienestar Animal. Hay serias dudas de que respete el papel del Parlamento -insultó a los eurodiputados la pasada legislatura- y desarrolle su trabajo de acuerdo al Estado de derecho. Si cae, sería una nueva afrenta con el Gobierno de Viktor Orbán, y le obligaría a proponer una alternativa. Si quisiera mantener el pulso a Bruselas y se negase a hacerlo, la Comisión entraría a funcionar con un comisario menos, tal como preven los Tratados.
En conclusión, la nueva Comisión Europea será mucho más política que otras y tendrá, parece, una mayor carga ideológica. El Ejecutivo comunitario siempre ha tenido como contrapeso al Consejo, es decir, a los países miembros, aunque las voces más críticas con Von der Leyen la han acusado amargamente precisamente de hacerle “seguidismo” a los gobiernos. Eso es precisamente lo que pueden pretender ahora los 27: que la Comisión mantenga una postura cercana a la suya, evitando choques o debates y priorizando las cargas ideológicas en algunos temas. Solo el tiempo dirá si ese camino es el correcto para la Unión.